Salgo del despacho, las manos en los bolsillos. Heinz sale tras de mí. 

-¡Charlotte! -comienza a gritar en medio del edificio, aunque no se acerca hasta mí, sino que se limita a gritar desde la puerta del despacho-. ¡Charlotte! 

Bajo las escaleras a toda prisa, ganándome miradas confusas por parte del resto de trabajadores del edificio. 

-Charlotte Wolf -dice el guardia de la entrada del edificio mientras apunta su arma hacia mí. A continuación suelta otra tanda de palabras en alemán que no entiendo. 

-Lo siento -digo mientras saco el arma y le disparo en la pierna, lo que hace que suelte la suya. Le doy una patada a su arma mientras paso por su lado, la sangre emanando de la herida sobre las baldosas de mármol blanco. 

Tengo tanto miedo que ni siquiera he pensado si sería capaz de disparar o no. Disparar a una lata en el jardín de tu casa es una cosa pero dispararle a alguien, a un muchacho de mi edad, casi vomito al oír el sonido de su grito. 

Una vez fuera del edificio, corro tan rápido como puedo por las calles nevadas de Berlín, hacia mi destino. He de volver con Elizabeth, he de advertirla. Tenemos que salir de aquí ya. No sé a dónde iremos pero tenemos que ocultarnos. He apuntado con una arma a Heinz, trabajador del gobierno, y he disparado a un soldado. La posesión de armas ya era mala, y encima he ido añadiendo extras en cuestión de minutos. Ahora soy una fugitiva. Si me atrapan, con suerte me fusilarán y, en el peor de los casos, me mandarán a un campo de concentración. Yo no quería que esto pasara. 

Me limpio las lágrimas con la manga de mi abrigo. 

El arma era para protegernos en caso de emergencia. No iba a usarla contra nadie mientras estuviese a salvo. 

Subo las escaleras del edificio a toda prisa. Ni siquiera me he sacudido los zapatos y casi me mato al resbalar en el perfecto suelo. Quizás haberme abierto la cabeza contra el borde de un escalón habría sido una mejor forma de morir en ese momento. Pero nada, he reaccionado a tiempo y he llegado a casa. 

-¿Se puede saber qué te pasa? -pregunta Elizabeth cuando me descubre respirando pesadamente y con la espalda apoyada en la puerta principal del apartamento. 

-Tenemos que irnos -digo entre jadeos mientras me retiro de la puerta y camino hacia ella, la tomo del brazo con fuerza y trato de guiarla hasta el interior de la casa. 

Ella se resiste y frunce el ceño, achina los ojos y me observa con desconfianza. 

-He encontrado esto en tu habitación -dice mientras se aparta de mi agarre con un tirón y me muestra aquello que escribí hace semanas en la intimidad, en un momento donde no sabía ni siquiera si esto era el mundo real o no. 

-¡Eso no importa! -exclamo mientras vuelvo a tratar de tomar su brazo, aunque ella esquiva mi agarre y no cambia la expresión facial de enfado. 

-¿Quién eres? -pregunta asqueada-. Porque está claro que no eres mi sobrina. 

Me llevo una mano al arma de mi bolsillo y la dejo ahí, solo en caso de emergencia. 

-Al principio no estaba segura, ¿sabes? -dice mientras parece leer lo que hay en las hojas-. Sois... francamente idénticas -señala con calma-. Pero vi una pequeña diferencia. Charlotte. Mi Charlotte -corrige-, tiene una marca muy característica en la parte trasera del tobillo -explica-. Y tú no la tienes. 

Una única lágrima resbala por la mejilla de Elizabeth, haciendo compañía a las que ya resbalaban por las mías. 

-Elizabeth... -comienzo a decir en un susurro-. Siento mucho lo de Charlotte -aseguro-. Yo no... la conozco. 

-¡Silencio! -grita Elizabeth como nunca antes ha hecho. Me agarra con fuerza del brazo, clavando sus dedos allí y me lleva hasta la puerta-. ¡Vete de aquí y no vuelvas! -grita cerca de mi oreja, mientras agarra mis mechones sueltos de pelo y hace que me duela el cuero cabelludo. 

Sollozo de dolor. 

-Estás en peligro, Elizabeth -aseguro-. Los soldados alemanes vienen hacia aquí -explico-. Tienes que huir también. 

Elizabeth me empuja contra la pared de la entrada con fuerza. Me froto el hombro mientras ella toma su abrigo, su bolso y se larga. Salgo detrás de ella, la observo mientras baja las escaleras a toda prisa. Escucho voces masculinas que provienen desde más abajo. Un forcejeo mientras me deslizo hasta la puerta de Friedrich. Gritos de Elizabeth. Un disparo. 

Golpeo la puerta de Friedrich tantas veces como puedo. No demasiado fuerte, pero sí con una insistencia aterradora. 

-¿Qué pasa? -pregunta mientras abre la puerta y me deja pasar-. ¿Te encuentras bien? -pregunta mientras estudia mi cara, mi cuerpo... 

Camino con prisas hacia el salón de su casa. Saco el arma y la extiendo hacia él. El sabor de la sal cubre mis labios. 

-Tienes que matarme -digo mientras insisto con un movimiento para que coja el arma-. Vienen a por mí -sollozo-. Han matado a Elizabeth. 

La expresión de Friedrich es de puro terror. Más incluso que la de Heinz al haber sido apuntado con un arma. Quizás porque Friedrich sigue siendo todavía muy joven. Tal vez porque Heinz sabía que no le dispararía tan fríamente. 

-Serás un héroe -sollozo mientras coloco el cañón de la pistola contra mi frente. La mano de Friedrich al otro lado permanece inmóvil. 

El corazón se me encoge en el pecho al escuchar un golpe en la puerta principal, pensando que era la explosión de la bala contra mi cráneo. Saboreo la bilis en la boca de mi garganta. Los alemanes gritan al otro lado de la puerta mientras siguen empujándola. La bisagras vibran con cada uno de los golpes que recibe la madera. La pistola tiembla contra mi frente mientras Friedrich llora en silencio. 

-Te esconderé -asegura mientras baja la pistola. 

-No servirá de nada -grazno-. Ellos saben que estoy aquí. Ellos van a matarme -digo mientras tomo su mano, la que sostiene la pistola y la vuelvo a colocar sobre mi frente. 

Pero es demasiado tarde. La puerta principal cae con un estruendo y la policía alemana inunda la entrada de la casa de Friedrich, mientras yo huyo al único lugar al que puedo ir, la planta superior. 

La policía me pisa los talones, gritan mi nombre y otras cosas. Corro hacia una de las habitaciones y me lanzo hacia la ventana abierta. Y, mientras caigo hacia la calle unas plantas más abajo, me doy cuenta de que es casi gracioso que en pleno día nevado hubiese una ventana abierta, como si me estuviera dando la bienvenida, como si estuviera esperando por mí. 


LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang