Ú N I C O.

962 160 104
                                    

ADVERTENCIA: Como se dice en la descripción, esta historia trata temas sensibles como la depresión y el suicidio, leer bajo su propia responsabilidad.

**

Dos pastillas. Seis pastillas. Once pastillas. Hasta que hubo un punto en que ya no pudo seguir contando porque su cuerpo estaba demasiado pesado como para poder darse cuenta de lo que estaba haciendo. Pero no había vuelta atrás, lo había planeado con meses de anticipación como para arrepentirse ahora.

Había hecho cada uno de los trabajos pendientes porque sabía que si incluso moría, quería hacerlo con sus notas intactas, además de que varios de ellos eran en pareja por lo que se encargó de hacer su parte. Prácticamente se enfocó más en sus trabajos que en su carta de suicidio que a pesar de llevar también tiempo planeandola, apenas la escribió.

Akaashi no quería justificar sus acciones. Si era sincero consigo mismo apenas escribió la carta para que no pensaran que fue un asesinato, pero no tenía gana alguna de explicar que se suicidó porque ya no aguantaba más.

Sus notas eran perfectas, con eso, cualquier adulto le diría que todo estaba resuelto, olvidando el hecho de que Keiji estaba solo. Que estaba cansado y vacío. No podía imaginarse viviendo, ni siquiera era capaz de imaginarse sonriendo. Y ya llevaba bastantes años de esa manera como para que cualquier adulto le dijera que sólo estaba en una etapa emo que todo adolescente debía pasar. No era eso.

Habían veces en que se sentía tan vacío que no podía ni llorar por eso.

¿Qué debía hacer si después de años de sentirse un estorbo lo único que pasaba en su cabeza era que no debía vivir más? Su opción no era más que acabar con una vida que ni siquiera debía haber iniciado.

Habló con su padre, quien era con quien vivía y a veces hablaba, una vez por semana, más o menos. Le dijo que hace ya bastantes meses tenía unos problemas horribles para dormir por lo que le llevó a un médico que logró recetarle pastillas para dormir y noche tras noche fue ocultándola para evitar que alguien más la encontrara hasta que recolectó las suficientes para hacer su cometido.

Su padre seguramente se culparía, aunque conociéndole bien seguramente diría que intentó hacer lo mejor en sus diecisiete años de vida así que la culpa duraría unos meses y la tristeza sería fingida para cuando alguien más le preguntara. Su padre era igual de insensible que él.

Akaashi cerró los ojos, pensando un "por fin" para fundirse en un sueño que debía ser eterno. La última vez que vio la hora eran pasada la medianoche y se quiso quedar con eso como su último recuerdo.

El problema fue que sus ojos se abrieron, en menos de dos horas. 

Y no tuvo ni tiempo para poder sentir algo de frustración porque todos sus sentidos se enfocaron en que había otro cuerpo a su lado. Un cuerpo que le mantenía sentado en su bañera mientras estaba afuera de ella. Por lo que alcanzó a procesar había vomitado las pastillas, lo sabía porque las veía en la ducha además del olor.

Cuando habló, su garganta raspaba y su voz era débil. Supo al instante que el desconocido indujo a la fuerza el vomito.

— ¿Quién eres?

El desconocido le miró con la mirada más dulce que alguien le había dado. Y no supo exactamente si sus lágrimas se debían ante aquella realización o lo frustrado que comenzó a sentirse cuando se dio cuenta de que seguía vivo.

— Yo soy la muerte. —Dijo sonriente.— Aunque también puedes decirme Bokuto.

Sus lágrimas, sólo interrumpidas por el vomito que seguía soltando, no fueron impedimento para que su ceño se frunciera en confusión.

Your time || BokuAkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora