—Charlotte... —murmuró su madre, con un tono de advertencia. Louis sabía que a sus hermanas les desagradaba George al igual que él. Judith, desde luego, también podría imaginarlo—. Ya vamos a comer.

La joven rodó los ojos y fue a buscar a sus hermanos. Emily bajó las escaleras con los auriculares conectados y la mirada perdida. Cenaron en silencio. Louis estaba demasiado cansado como para molestar a sus hermanas, y Charlotte encontró una conversación interesante sobre la colonia de vacaciones con Diana. Cuando acabaron, Louis ayudó a vestir a los más pequeños para enviarlos a dormir, y suspiró cuando por fin pudo encontrar un rato para meterse a la ducha.

Louis se acostó a dormir con el recuerdo sonrojado de su tarde con Harry. Entre las mantas delgadas y el fino entrar del aire desde su ventana semiabierta, pensó en cuánto lo quería. No. Pensó, en realidad, en que los sentimientos que tenía por Harry habían evolucionado. Lo amaba. Lo amaba tanto, y odiaba que no pudiese hacerlo como podría con cualquier otra persona. Odiaba que Harry fuese un vampiro inmortal, porque eso les condicionaba y dictaminaba una vida separados. Louis viviría, cuánto, ¿sesenta, setenta años? Para Harry, ese tiempo era un abrir y cerrar de ojos. Recordó el día en que le obsequió aquella foto que ahora abrazaba contra su pecho. Harry no recordaba el nombre de su propia esposa, que a pesar de no haber amado, fue alguien importante en su vida. ¿Qué era él, más que otra aventura pasajera en toda su eternidad?

Se rio sin gracia, con los ojos aguados mojando sus pestañas largas. Dolía, y la única salida que encontraba en el fondo y luego de pensar mucho en ello, era pedirle a Harry que lo muerda.

Según las películas que había visto —y muchas más luego de conocer a los vampiros, en un intento por comprenderlos—, la mordida podría convertirlo o matarlo. No tenía certezas reales, pero parecía lo más lógico.

Pero, muy en el fondo, tenía miedo de lo que pudiese ocurrir. La muerte no era lo más grave.

«—Soy tuyo, y tú eres mío»

Lo más grave, era que Harry dejase de ser suyo.

Junto con aquel pantallazo de las palabras de Harry horas atrás, llegó una notificación en su celular.

"Necesito hablar contigo. H"

Louis sonrió ante la necesidad del mayor de utilizar la inicial de su nombre al final de sus mensajes, como si Louis no pudiera tener otra manera de saber que se trataba de él. Tipeó una respuesta rápida y se levantó de la cama. Se colocó unos pantalones deportivos y la primer camiseta que encontró, y se dirigió escaleras abajo en las puntas de sus pies, para no despertar a su familia. En los últimos meses, se había convertido en todo un profesional en el área de lograr que nadie lo notase, y no sabía si eso le agradaba o no.

Se adentró en el bosque sin pensarlo demasiado. Caminó sin un rumbo en específico, con la lentitud suficiente como para no avanzar mucho. Harry lo encontraría, tarde o temprano. Sino, podría considerarse carne fresca para los peligros que la gran arboleda albergaba.

Para su propia tranquilidad, su vampiro favorito apareció de entre los árboles, vestido pulcramente y portando una sonrisa nerviosa. Su mirada gacha y sus ojos ligeramente vidriosos hicieron que el corazón de Louis se ahuecara.

—¿Qué pasa? —dijo, sin que sonara a pregunta en lo absoluto.

Harry sacudió la cabeza, negando, y caminó hacia él para abrazarlo con todas las fuerzas que se hubieran considerado prudentes para no romperle los huesos. Louis sonrió con pesar, poniéndose en las puntas de sus pies para envolver sus brazos en el cuello del vampiro. Se sentía, como siempre, tan chiquito entre sus brazos. Minúsculo, pero tan protegido, como si nada ni nadie pudiese dañarle. Harry hizo un sonido que se asimiló a una risa, pero la aflicción en el matiz de su voz no le permitió parecerse a una.

—Tengo que decirte algo, amor —susurró el vampiro en el hueco de su cuello, dejando un besito allí después.

Louis frunció el ceño y se separó lentamente de él. Apenas podía verlo por la oscuridad de la entrada noche, y la luna era imperceptible desde debajo de las frondosas copas de los árboles. Había un poco de viento y ya nada quedaba de la calidez de la tarde; las madrugadas eran una historia completamente diferente.

—Lo sé, me lo has dicho por mensaje —Rio nervioso—. Has recordado la existencia de tu teléfono.

—Menos mal que estabas despierto —Harry lo abrazó por la cintura y rozó su nariz con la de Louis.

—No podía dormir —admitió el humano—, he estado pensando...

—¿Acerca de qué?

Suspiró, posando sus manos abiertas en el pecho del vampiro, el cual, sorpresivamente, no se encontraba tan frío. ¿Cómo era eso posible? Si horas antes había estado tan congelado como siempre.

Prefirió evadir esa pregunta por el momento. Si Harry tenía algo que decir, no parecía del todo bueno, a juzgar por la humedad en la base de sus pestañas y la sonrisa que le costaba a su rostro esbozar.

—No importa —contestó segundos después—. ¿Qué es lo que tienes que decirme?

El vampiro llevó sus dos manos hacia las mejillas de Louis, acariciándolas con sus pulgares. Sus manos sí estaban gélidas y le causaron un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Harry lo miró en los ojos tan profundamente, y Louis comenzó a pensar que no hablaría, que se quedaría en silencio.

Pero no fue así.

—Nos marcharemos —soltó. El joven observó a su vampiro, buscando algo en cada gesticulación de su cara, sin saber qué en realidad.

Se quedó en silencio por unos segundos, o minutos. El tiempo pareció detenerse.

—Lo supuse —Harry pareció sorprendido ante la respuesta. Louis se vio en la necesidad de explicarse—. El día de hoy fue... extraño. Además, tenía bien en claro que lo harían eventualmente.

El vampiro abrió la boca para decir algo, pero Louis no quería oír nada más. Estrelló sus labios contra los contrarios, un beso doloroso para ambos. Al separarse, Harry juntó sus frentes y suspiró.

—¿Cuándo? —preguntó Louis en un hilo de voz.

—Mañana. Tenía la esperanza de que fuese la semana entrante, pero han lastimado a uno de los nuestros.

Reinó el silencio. Louis estaba sorprendido, pero no parecía haber sido algo demasiado grave. Su cerebro parecía aún no hacerse la idea de que no volvería a ver a Harry. Simplemente esa realidad todavía no encontraba el hueco en donde alojarse. Recordó la noche en que conoció a Zayn, parado a un lado de la cornisa, apenas ebrio. En ese momento, se sentía de esa manera. El cuerpo ligero, con un sentimiento agobiante que prefería ignorar, a pesar de estar justo debajo de sus pies. Necesitando unas manos que lo jalasen hacia atrás; por sí mismo no podía.

—Te amo —le dijo. ¿Seguía siendo aquel adolescente inmaduro que solía ser meses atrás? ¡Meses!

Era claro, allí, frente a sus ojos, que el amor no tenía nada que ver con el tiempo.

Harry sollozó y se inclinó para abrazarlo de nuevo. Si le respondió o no, no tenía idea. Sus oídos reproducían un pitido que provenía desde adentro, una música suave que ansiaba volver a escuchar. No me dejes ir, como la canción que Harry solía entonar. Harry lo besó y le sonrió con pesadumbre.

—Te amo, Lou —musitó y le hizo efímeramente feliz—. Te buscaré, no te preocupes... Confía en mí.

—Confío en ti —Lo besó de nuevo. ¿Por qué separarse ahora? Ya tendrían tiempo—. Llévame a dormir contigo.

Harry puso en su rostro una sonrisa sincera. No podría jamás negarse ante esa petición.  

Vitalidad » lsWhere stories live. Discover now