𝖝𝖝𝖛𝖎. ᴘʀɪᴍᴇʀᴀs ɪᴍᴘʀᴇsɪᴏɴᴇs.

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—Marie, falta menos de un mes para tu mayoría de edad, y no queremos presionarte pero...

—Marie, yo entendería si quisieras irte con ella, pero siendo honesta; ojalá que no.

—Agatha... —advierte Tom. —¿Qué quieres hacer, Marie?

—Eh, bueno...

No me sentía bien, sentía todo el tiempo como si fuera a vomitar. No tenía ánimo de hablar con nadie, pero los últimos dos días todos insistían en hacerme hablar. No es que no sintiera entusiasmo, porque sí lo sentía, pero no necesariamente de reencontrarme con Helena, sino de responder todas las interrogantes de mi vida.

Saber quién soy realmente.

—¿Marie? —dice Tom para interrumpir mi ensoñamiento.

—Conocerla, principalmente. Sólo quiero eso.

—Muy bien. —asintió repetidamente. —Tendrán visitas vigiladas con Tomas.

—¿Qué? —chilla Agatha.

—No quiero que interrumpas sus pláticas, Agatha.

—Pero yo estaré en la casa también, esa mujer... —se detiene por la mirada de advertencia que le lanza su marido. —Como sea.

Las visitas empezaron el miércoles por la mañana, y para cuando me desperté ya estaba Tomas en el salón.

—¿Nerviosa? —se burla.

—No seas un idiota. —espeto y luego río sin mucho ánimo.

—No conoces a tu madre todos los días. —ironiza. —Es como volver a nacer.

—Cierra la boca, Tomás.

—Ésa junta con Fudge no me gusta de nada, has perdido la clase.

Lo sabía bien, cuando se conocieron en un principio a él le pareció que su intromisión era una falta de educación, que se había criado como una salvaje, pero él tenía la decencia de no demostrarlo o rechazarla porque alegaba que sí tenía modales.

—Y tú cabello.

—¿Qué? —exclama llevándose ambas manos a la cabeza por inercia.

—Perdone, amo Tommy... La señora Helena ha llegado. —anuncia la elfina.

—Hazla pasar, Speckle.

La señora Helena era de piel pálida, ojos verdes, cabello negro, liso y corto. También tenía un porte fino, para ésta visita llevó puesto un vestido esmeralda de seda, por lo que rápidamente deduje que no me había abandonado con mi hermana por necesidad. ¿O quizá sí?

No parecía ser la clase de bruja que estuviera metida en cosas turbias, es decir; su manicura y sus manos delicadas no apuntaban a que era la clase de bruja que ocupara hacer hechizos casi nunca, quizá sólo usaba su varita para traer el collar de perlas hacia ella.

Y por último, para lograr estar en anonimato todo el tiempo, ella debía tener un marido riquillo, quizá de esos que prefería guardar a las mujeres en sus casas y las mantenía felices con tacones de suela roja y perfumes importados de París. Si existía ése tal marido; ¿era mi padre? ¿O al señor le molestaba la niña mocosa lo suficiente como para pedirle a su futura esposa que la dejara a cuidado de su hija mayor? O quizá sólo era el marido de Helena quien andaba en cosas turbias y por eso me dejaron al cuidado de Gabrielle.

—Kaos. —vuelve a llamar Helena. —¿Siempre meditas mucho las cosas en tu mente?

—Disculpe señora... Prefiero que me llamen Marie.

𝐁𝐞𝐥𝐥𝐚𝐭𝐫𝐢𝐱 𝐊𝐫𝐮𝐦¹ © ┊ ᵗʰⁱʳᵈ ᵍᵉⁿᵉʳᵃᵗⁱᵒⁿ [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora