7._ Difícil Hacer Amigos

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Los nonis se retiraban, las últimas filas ya se encontraban en la otra vereda. Un relajado silencio volvía a reinar sobre la calle abandonada, y Érica se sentía bien. Había podido dar todo de sí sin tener que escapar o esconderse de la gente, sin tener que llegar a su casa a preparar maletas ni llamar a su papá con voz compungida porque lo había hecho de nuevo. Esa había sido la mayor victoria.

Sus compañeros humanos se le acercaron, aún estupefactos por la demostración de fuerza que habían visto. Sabían que podía defenderse sola de los nonis, pero la reciente pelea había sido algo totalmente distinto.

—Eso... eso fue espectacular— exclamó Joaquín— ¡Bien hecho, Érica! ¡Eres increíble!

El resto de la gente también dedicó unos momentos a felicitarla y agradecerle por haberlos salvado. Pero luego de que se acabaran las palmadas en la espalda y los abrazos de alegría, y los refugiados se reunieron para contarse y decidir si ir de todas maneras al centro comercial o no, Érica se separó del grupo y se alejó unos cuantos metros. Luego de ganarle a Cromo se sentía distinta. Había visto un lado de los nonis más cálido de lo que habría creído, aunque fueran sus enemigos. Eso comenzaba a crear ansias en ella; quería ir y hablar con ellos, quería entenderlos, saber por qué invadían su mundo, qué había querido decir Cromo con "brika" y qué era esa cosa negra que gritó y desapareció... sí, Érica ya se había decidido.

—¿Érica?

Se dio vuelta, encontró a Joaquín caminando hacia ella. Se veía contento.

—¿Qué quieres?— gruñó ella.

—¿Vas a algún lado?— inquirió él, en broma.

—Sí— contestó ella— voy a donde están los nonis.

Esto dejó helado a Joaquín por un momento, mas luego se sacudió y le sonrió.

—¿En serio vas a ir a enfrentarlos ahora?— exclamó, emocionado.

—No, solo quiero hablar.

Joaquín meditó un momento, extrañado.

—Sabes que no lograrás nada hablando ¿Cierto? Ellos aparecieron atacando, arrasaron la ciudad. Ya es tarde para solucionar la pelea de esa forma.

Mas Érica negó con la cabeza.

—No me importa la pelea, no voy a eso. Solo tengo preguntas para ellos. Chao.

La chica dio media vuelta y comenzó a marchar, pero antes de dar un paso, Joaquín la tomó de una mano y tiró de ella. Érica se detuvo sin mirarlo.

—Espera, espera. Todo esto es muy repentino ¿Cómo que te vas?

Esto alertó a algunos de los refugiados, quienes se acercaron a los jóvenes en silencio para entender lo que estaba sucediendo.

—Me voy, así de simple. Gente viene, gente se va. Diría que fue un placer conocerte, pero no lo fue.

Tiró de su mano para soltarse de Joaquín y continuar su camino, pero este la rodeó velozmente y se plantó frente a ella con los brazos abiertos, bloqueándole el paso.

—¡Espera, por favor! ¡¿No ves que te necesitamos aquí?!— le hizo ver el chico.

Érica miró sobre su hombro a los refugiados, quienes se encontraban todos mirándola con ojos tristes y desconsolados.

—Lo veo— admitió— pero yo necesito a otra persona. Mi papá está por ahí afuera, desapareció más o menos cuando comenzó la invasión, y necesito encontrarlo.

Érica intentó avanzar, pero Joaquín la tomó por los hombros con los ojos llorosos.

—Érica, lo siento... pero tu papá debe estar muerto.

La chica puso los ojos en blanco y se quitó las manos de Joaquín de encima.

—No conoces a mi papá, él está bien, solo que en otro lado. Ahora déjame irme en paz.

—¡No, Érica! ¡Todos dependemos de ti! ¡Aquí tienes personas que te quieren, tienes amigos, tien...

Pero eso último fue la gota que derramó el vaso. Érica no lo aguantó más, y le dio un combo controlado en el estómago para que se doblara de dolor. Seguidamente tomó su cabeza, le dio un golpe con la rodilla, y mientras el cuerpo del chico caía, le mandó una patada con la misma pierna que lo mandó volando unos metros hacia atrás.

—¡No eres mi amigo!— vociferó, iracunda. Luego se volteó hacia el resto de la gente, paralizados por el miedo y la sorpresa— ¡Ninguno de ustedes lo es! ¡Así que déjenme tranquila!

Así, partió su marcha hacia cualquier lugar lejos de ahí. Pasó junto a Joaquín, malherido y cubierto con su propia sangre, mas no le importó verlo así. Más le valía agradecer que lo hubiera dejado vivo. Pero no mucho después oyó el sonido de un rifle cargando. Un rayo láser pasó volando junto a ella. Entonces se detuvo y se volteó, tensa.

Agachada junto a Joaquín se encontraba mamá Oso, apuntándole con uno de los rifles que los jóvenes habían robado de los nonis. Se veía enojada, furiosa.

—¡¿Cómo te atreves?!— gritó mamá Oso— ¡Joaquín era un niño bueno, él solo quería hacerte feliz! ¡¿Cómo te atreves a hacerle esto?!

Detrás de ella, los refugiados se armaron de valor y avanzaron para apoyar a su mamá Oso. Érica apretó los dientes de la rabia y echó a correr hacia la señora. Esta le disparó, pero la chica zigzagueó tan rápido que le fue difícil seguirla con la vista. De un momento a otro se encontró frente a frente con ella, Érica le quitó el arma de un manotazo, la rompió con su rodilla y la botó al suelo. Luego tomó a mamá Oso del cuello y la levantó en el aire. Los refugiados le rogaron y le exigieron que la soltara, y trataron de separarlas por la fuerza, pero Érica podía contra todos ellos y más. Mamá Oso la miró, asustada, y ella le devolvió una mueca de rabia.

—¡Ya estoy harta de ustedes!— rugió— ¡Si alguien más quiere molestarme, le reventaré la cabeza! ¡¿Me oyeron?!

Para dar por terminado su corto monólogo, arrojó a mamá Oso hacia el suelo. Los refugiados se echaron hacia atrás, amedrentados. Érica aprovechó el momento de silencio para marcharse, simplemente caminó con la cabeza gacha y los hombros tensos, lista para volverse a matar al primero que intentara algo, pero nadie hizo nada. Caminó y caminó, y después de media hora ya no se veían cuando volteaba hacia atrás, y después de una hora ya se había calmado.

En ese momento respiró hondo, envuelta en el silencio relativo de la ciudad abandonada. Se sintió más animada, ya podía ser ella misma otra vez.

—La gente puede llegar a ser muy tonta— se dijo.

Se preguntó si en un futuro lejano llegaría a encontrar amigos de verdad. Quería creer que algún día lo haría, pero cada vez lo veía menos probable. Las caras de los amigos que ella misma había asesinado la perseguían cada vez que se lo planteaba.

Cuidado con las CadenasUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum