3. If I only had a brain

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Quizás no se lo cuente a Manuel. Por lo general no le gusta demasiado que mencione a Luis. 

Menea la cabeza para apartar ese pensamiento en concreto. 

Quizás se trate de un viaje de ácido. 

Excepto que Aitana no ha probado nunca el ácido así que no puede estar segura. 

Quizás si cierra los ojos y se concentra sea capaz de despertarse. 

De modo que lo intenta. Aprieta la taza de café caliente entre sus manos tan fuerte que casi se hace daño y aprieta los ojos con la misma fuerza. 

Cuenta hasta cinco antes de abrirlos de nuevo. 

Sigue sentada en la horrible e incómoda silla de metacrilato verde y el ruido atronador de un motor anuncia que un avión acaba de despegar. 

No ha funcionado. 

Quzás si prueba contando hacia atrás obtenga resultados diferentes. 

Cierra los ojos y empieza a contar de nuevo. Esta vez desde diez. 

________

Luis no está seguro si se ha despertado con su propio aliento horrible o por el ruido que empieza a haber a su alrededor. 

Consiguió quedarse traspuesto apoyándose en su mochila en algún momento de la madrugada demasiado agotado como para gastar todas sus energías en no encontrarse con Aitana. 

No es como si ninguno de los dos hubiera cometido ningún crimen acabando en el mismo avión. 

Aunque probablemente el Capitan del barquito de papel opine lo contrario. 

Pero ese no es su problema. 

No lo es desde hace muchos meses. 

Si la situación no fuese una mierda de proporciones épicas,  hasta sentiría algo de mezquina satisfacción al imaginarse su cara si algún periodista del corazón publica la noticia. 

Pero después de casi morir y negociar con Dios para no hacerlo, supone que no es la mejor idea desear amargarle la vida a Manuel Durero. 

Por aquello del karma. 

Se despereza y estira con cuidado las cervicales que suplican clemencia después de varias horas en una postura antinatural. 

Al estirar el cuello aprovecha para intentar localizar a Aitana entre la gente que espera, pero en el lugar que había ocupado la noche anterior solo está su mochila. 

Menea la cabeza irritado. Aitana ya lleva suficientes viajes a sus espaldas como para saber que no se debe dejar abandonado su equipaje en una terminal. 

Pero el estado de la mochila, como el estado de su propietaria, insiste una voz en su cabeza, no es su problema, de modo que se esfuerza por ignorar a otra molesta vocecilla  que le indica que lo caritativo sería ponerla bajo su custodia. 

A la mochila. No a su dueña. 

Bastantes problemas tiene ya. 

Tarda un par de minutos en darse cuenta de que el revuelo de la sala de espera no es el normal de esa situación. 

En el mostrador de información, entre una marea de gente enfadada entrevé a Bárbara, con el maquillaje recién aplicado pero con el mismo gesto de preocupación que la noche anterior. 

Distingue las palabras fronteras y problemas y decide acercarse un poco para entender la situación. 

Cuando se acerca puede comprobar que a pesar del intento por presentar una fachada tranquila, el párpado de Bárbara no deja de temblar. 

Cambio de rumboOnde histórias criam vida. Descubra agora