2. La canción del terror.

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Sergio.

¿Pero qué estáis haciendo, animales? ¡Panda de desustanciados!

Daban ya las ocho y media de la tarde y Rafa acababa de llamarme con la noticia, impresionante noticia, de que nada nuevo ocurría. Perfecto. A ver si ahora iban a robarnos justo enfrente de nuestras narices.

―¿Todo tranquilo?―preguntaba Laura.

―Sí―respondí―. Aunque yo sigo alerta y vigilante. No vaya a ser que aparezca algún esperpento...

―¿Esperpento?―preguntó Javi―. De esos conozco yo a unos cuantos.

Marco informaba en esos momentos de que, efectivamente, no ocurría nada. Incluso ya no quedaba absolutamente nadie paseando a pie por allí, más que los clientes de la hamburguesería, a los que Héctor estaba atendiendo, y estaban sentados en el local, tranquilamente.

―Y acabamos de tener una clienta...―decía Héctor, que hablaba con Juanjo a través de la red de pinganillos, micros, auriculares y chismes que teníamos conectada―. Qué clienta. Es una tía impresionante, rubia, con ojos azules que quitan el sentido, vamos, me han dado ganas de hacerle descuento.

―¿Tan guapa era?―preguntó Juanjo.

―O más, tío, o más―respondía Héctor. Miré a Javi con la misma cara de circunstancias de siempre. Javi asintió, cogió el micro del auricular y se lo acercó tanto a la boca que pareció que se lo iba a tragar.

―¡Héctor! Dejaos ya de estupideces y a ver si estamos a lo que estamos―murmuró Javi, enfadado―. Me importa un bledo la rubia esa, a no ser que sea nuestra ladrona en potencia, ¿entendido? Par de cretinos...

―Vale, vale―respondió Juanjo.

Transcurrían los minutos, tranquilamente, y se acercaba la hora en que Rafa debía llamar de nuevo. Pero esa llamada no se produjo. En ese momento escuchamos una voz. Una voz que cantaba allí cerca. En un principio me quedé ensimismado, oyendo aquel sonido, pero Javi me sacó de mi aturdimiento. Le importaba un bledo la voz aquella y quién la produjera.

―Como Rafa no llame en dos minutos subo al barco―dijo.

―No puedes subir y cargarte la operación así―dijo Marta.

Javi refunfuñó y dijo de mala gana:

―Si no llama es por alguna razón. Es un tío puntual, ¿no?

―Sí, ya lo sé, pero deberíamos esperar―repuso Laura.

―Yo estoy con Javi―dije, tras considerar las opciones. Hay que ver. Estas mujeres, siempre tan conservadoras―. Si Rafa no llama es por algo, estoy seguro.

Aquella melodiosa voz seguía cantando como yo nunca jamás había oído cantar a nadie. Era un efecto casi hipnótico.

―¿Oyes eso, Javi?―pregunté. Mi amigo prestó atención.

―¡Argh! ¡Es horrible!―exclamó, desconcertándome―. Un sonido horrísono. ¿Qué narices lo está produciendo? Como sea otra vez Marco y su maldito karaoke...

―Yo no soy―oímos decir a Marco por los auriculares―. Y estoy con Javi, es horrible. Pero Juanjo dice que no oye absolutamente nada, y Héctor tampoco.

De pronto nos llegó la voz, histérica, de Irene.

―¡Javi! ¡Sergio! ¡Venid, rápido! ¡Esto hay que verlo para creerlo! ¡Rafa, no...!

Irene se calló de pronto. Oímos un golpe sordo.

―Yo voy a subir a ese maldito barco―dije―. ¿Quién se viene?

ADICT II: TornadoWhere stories live. Discover now