𝑻𝒖𝒓𝒒𝒖𝒐𝒊𝒔𝒆 𝒓𝒐𝒔𝒆

596 90 24
                                    

Miyeon no era una niña, sabía bien lo que era el realismo y entendía que, muchas veces no se obtenía lo que se quería pero, esta vez no había podido evitar sentirse genuinamente ilusionada acerca de algo... de alguien, dicho de manera más acertada.

Nunca había sido una persona romántica, mucho menos cursi y aún así, se vio plasmando sus sentimientos en una carta escrita a mano. Se había esmerado en lograr una buena caligrafía y, más que eso, una buena ortografía. No era tan fluida en el inglés como desearía serlo, y en un principio eso había complicado la comunicación con la destinataria de sus pensamientos, pero habían logrado entenderse, incluso más de lo que esperaban.

Realmente se estaba esmerando por transmitir todo lo que quería decir, esta sería la primer carta de muchas que tenía planeado enviarle pero, eso solo conseguía que tratara de esforzarse aún más, la primera vez era importante para ella. No quería sonar como como si fuera alguien enamorada y soñadora, pero es justo lo que estaba haciendo.

Dios, agradecía tanto que nadie la estuviera viendo porque su sonrisa la delataba incluso más que su sonrojo. Nicha se reiría de ella si la viera así.

Ah...esa linda tailandesa se mantenía ocupando sus pensamientos desde que despertaba hasta que iba a dormir, ni siquiera lo hacía a propósito y tampoco es como que quisiera quejarse por ello. Si tuviera que quejarse por algo sería del hecho de no tenerla entre sus brazos pero, por más que protestara no conseguiría nada.

Tal vez a los demás podría parecerles algo estúpido, a ella se lo parecía en un principio, sin embargo, ahora no podía pensar en otra cosa que no fuera conocer a su novia. Se había vuelto su meta... la primer meta estable que se proponía en su vida, a decir verdad.

Recordaba perfectamente su primera impresión acerca de la menor, esto era algo que no le había comentado a Nicha aún pero, desde el inicio se había sentido atraída por ella. Aquella vez que encontró su twitter por casualidad, había quedado impresionada. Gran parte de este eran fragmentos de canciones tocadas en piano por una linda chica con flequillo, en algunos de ellos podía escucharse su voz tratando de seguir el ritmo pero eso no lo hacía menos profesional, solo había ganado el interes de la coreanita, si su rostro era bonito, su voz lo era el doble o incluso el triple.

No había titubeado a la hora de seguirla pero, sin dudas no esperaba ser notada por la contraria y recibir una notificación diciendo que esta la había seguido también. No le tomó mucha importancia en su momento, creyó que habría sido debido a los covers que subía muy de vez en cuando, la gente le había mencionado repetidas veces que tenía una muy buena voz y, claramente ella no iba a desaprovecharla.

Al poco tiempo notó que, además de twittear en inglés, Minnie lo hacía en tailandes también, al parecer no vivían tan lejos como ella pensaba. Ese fue el empujón que necesitaba para hablarle, además de todas las notificaciones que había recibido últimamente de su parte. Todas estas eran simples likes a sus tweets pero, era mejor que nada ¿no?

Pasó un buen rato pensando qué decirle, no tenía las intenciones de parecer alguien muy interesada, no quería que pareciera que solo la consideraba una chica linda. No muy segura de haberlo conseguido, se arriesgó a dar el primer paso, y la respuesta no tardó mucho en llegar.

De eso hacían casi dos años.

Miyeon se levantó y se acercó a su librero, no había terminado la carta aún pero, a medida que la escribía fue quedandose sin palabras. Sabía que solo necesitaba pensar un poco en su novia y recordar las cosas que le había contado, entre ellas, su gusto por las flores.

En ese momento el tema había salido de forma natural, cuando Miyeon mencionó que se encontraba trabajando en una florería ubicada no muy lejos de su universidad para pagar la misma, habían descubierto que tenían un gusto similar por las flores. La diferencia estaba en que, la coreanita había aprendido a apreciarlas únicamente por su aspecto y aroma, mientras que lo que le gustaba a Minnie era el significado de estas.

La mayor había pasado gran parte de su vida entre flores, su madre era fanática de ellas y debido a eso se le había enseñado a cuidarlas y mantenerlas bonitas desde pequeña, se le había hecho saber que lo interesante de una flor era su apariencia y, en algunos casos, su esencia característica. Mientras que la tailandesa, bueno, no conocía nada de eso, se le había prohibido plantar algo en el jardín porque ocuparía mucho tiempo y esfuerzo, además, según sus padres, llenaría la casa de tierra, así como tampoco tuvo nunca a nadie que le regalara un ramo de rosas.

Hoy en día, Nicha no podía permanecer en silencio si el tema de conversación era este, sabía reconocer una gran cantidad de especies distintas y conocía el significado de al menos la mitad. Pero, siempre habría una flor en específico que superaba con creces a las demás, era y siempre sería la más bonita ante sus ojos.

Por eso Miyeon se había esforzado, había comprado la rosa turquesa más bella que había en su trabajo y la llevó a casa, cuidandola como si del corazoncito de su novia se tratara. Después, con el mismo cuidado la metió entre las páginas de un libro, acomodandola de manera que no perdiera del todo su forma al cerrarlo. Espero lo necesario y tomó las medidas que debía para que la rosa se secara apropiadamente, quería ser la primer persona en regalarle una, aunque pudiera sonar egoísta.

En un principio había pensado en regalarle un girasol ya que, si lo pensaba bien, reflejaban mucho la personalidad de su ratoncita: si estabas con ella, inevitablemente te contagiaría su felicidad y una sonrisa se formaría en tu rostro con solo evocar su carita en tu mente. Sip, así era Minnie.

Lo que la hizo cambiar de opinión fue la emoción con la que su bebita hablaba de las rosas turquesas, las describió como lo más hermoso que había visto, tanto que estaban a la par de Miyeon - porque sí, Minnie nunca perdía una oportunidad para recordarle a la mayor lo hermosa que la consideraba- y, también mencionó que nunca había tenido una. Cada que lo intentaba, su madre le reprochaba que era un gasto innecesario de dinero pues esta no tardaría en secarse y dejar de ser bella.

Por eso mismo, la menor nunca se molestó en buscar el significado de estas, de haberlo hecho, habría deseado muchísimo más tener una. Además, prefería no conocer lo que representaban, así se ahorraría el relacionarlo con alguien más que con ella misma, durante todos esos años no se había sentido preparada para ello pero, ahora...

Con más ideas en mente y un libro entre sus manos, Miyeon regresó al escritorio. Ya sabía exactamente cómo terminar su carta, tenía todo lo que quería decirle formulandose en su cabeza, cuidando de no decir demasiado como para arruinar las futuras cartas que mandaría.

Dobló las hojas y las colocó dentro del sobre pero, antes de sellarlo introdujo también la rosa turquesa que había preparado con meses de anterioridad, aquella que había sacado de entre las páginas del libro que acababa de tomar.

Después de haber sellado el sobre, se recostó y arropó entre las cobijas de su cama, había decidido que mandaría la carta mañana. No podía esperar a saber si su ratoncita se sentiría feliz con el pequeño regalo que le había preparado. La imaginó corriendo a abrazarla, escondiendo el rostro en su cuello mientras sonreía contra este.

Ni siquiera ella podía creer lo mucho que amaba a Nicha.

Tener que esperar para darle el regalo por su segundo aniversario parecía una tortura, había estado ahorrando por mucho tiempo y pensandolo por mucho más pero, al fin había conseguido el dinero suficiente para costear un pequeño viaje redondo a Tailandia.

Se lo diría en su siguiente carta, sabía que su novia no tendría dificultades con recibirla en esas fechas aunque pareciera un poco pretencioso que lo dijera de esa manera. Sin la intención de sonar como personas muy soñadoras, ambas habían discutido antes acerca de sus planes a futuro, de lo que harían cuando por fin pudieran conocerse y, eso le había dado luz verde a Miyeon para arriesgarse.

Cuando la conociera, no dudaría en regalarle un ramo completo de rosas turquesas solo para ella, estas serían muchísimo más lindas que la que se encontraba en el sobre, y bueno, confiaba en que el idioma no sería un problema.

Ya no podía imaginar su vida sin Minnie y, sinceramente, no deseaba hacerlo. Se vio a si misma despertando a su lado, compartiendo besitos a la orilla del mar, cuidando de sus futuras flores y, Dios, supo que ella era el lugar al que pertenecía.

❝ No importa cuanto nos tome, así esto solo sean planes a futuro, te prometo que tendremos nuestro propio jardín, y estará lleno de todas las flores que siempre quisiste tener. Seremos tú y yo, en un mundo que nunca pierde ❞

Our Garden • MiMin •Where stories live. Discover now