dos

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El lugar era acogedor, aunque para ser sincera me sorprendió mucho que en lugar de quedarnos en la casa del principio me hiciera rodearla pasando por un camino que daba con el patio trasero hacia lo que era una versión mini de la mansión que estaba a mi lado. ¿Quién era esta dichosa Lisa Manoban? ¿Y por qué tenía una mini mansión? Me pregunte mientras entrabamos a la casa.

No supe que hacer, así que solo me quede en la puerta esperando a que ella me dijera algo. Vi que se adentró en lo profundo de ese mini hogar para luego aparecer otra vez con unas toallas en la mano y ropa seca en la otra. Me ruborice por completo.

-Tu ropa seguro se debió de haber mojado -señalo con la cabeza la caja con mis cosas que se encontraba junto a la puerta -Por allí está el baño para que te pongas cómoda -con su mano me indico el lugar.

Esta chica me causaba tanta intriga, después de que nos presentamos en su auto ninguna de las dos dijo nada y no es porque no supiera que decir, fue porque al momento de sentir el calor adentrarse en mi cuerpo, el sueño me venció. El cual fue interrumpido por su dulce voz cuando llegamos. Extraña y asombrosa manera de despertar.

Me paso un paraguas para que no me mojara y su chamarra, la vi aterrada pues ella solo bajo con una camisa de cuadros con las mangas dobladas hasta los codos. Pero no me dio tiempo de negarme, pues ella ya había corrido hasta la puerta de su "MM", mini mansión, como la había nombrado justo al darme cuenta de lo que era.

Ahora me encontraba en el baño cambiando mi ropa mojada por la de ella seca. Un pijama de franela, lo suficiente calientita para que no pasara frio en la noche, sonreí como tonta. Mientras me cambiaba, un pequeño mareo llego a mí provocando que me tambaleara y tirara un cepillo que estaba sobre el lavamanos.

-¡Hey! ¿Estás bien? -la escucho preguntar del otro lado de la puerta.

Levante el cepillo para dejarlo de nuevo en su lugar, me observo una última vez en el espejo y abro la puerta encontrándome de lleno con ese mirar miel intenso que me hace temblar. Agacho la mirada un tanto apenada.

-Sí, lo siento, tuve un pequeño mareo -susurro jugando con mis manos evitando su mirada.

-¿Mareo? -Se extraña -¿Segura que estas bien? ¿Necesitas algo? ¿Haz comido algo? -error.

Desde que había salido del colegio ese día no había comido nada, ni siquiera cuando estuve en casa de Seulgi e Irene, por lo tanto no, no había comido nada en todo el día. Mi estómago rugió tan fuerte al escuchar la palabra "comido" que inmediatamente sentí como mis mejillas se llenaban de un rojo intenso.

Levante la vista apenada y un poco asustada por cuál sería su reacción, pero me encontré con la mejor sonrisa que he visto en toda mi vida y solo provoco que me sonrojara más si era posible.

-Ven -simplemente dijo y comenzó a caminar hacia lo que creo es la cocina.

Camine despacio detrás de ella, al entrar a la cocina sentí una sensación de tranquilidad, esa cocina era tan familiar, tan agradable, me sentí como en casa y eso provoco un nudo en mi garganta. Desde hace mucho no me sentía como en casa, no desde que conocí a Kai, sacudí la cabeza alejando esos pensamientos. Señalo un banco e hizo ademan para que me sentara. Eso hice.

-¿Te apetece un sándwich a la Manoban? -pregunto mientras abría la puerta del refrigerador, mi estómago contesto por mí con un nuevo rugido haciéndola reir -Tomare eso como un sí.

En menos de diez minutos tenía un sándwich de tres pisos frente a mí. Mi rostro debió de ser un poema porque ella no dejaba de sonreír poniéndome nerviosa. No sé qué tenga esta chica, pero provoca tantas cosas en mí, todas buenas y ni siquiera la conozco.

Caminos cruzados (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora