Parte 3

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Alba estaba envenenando unas diez páginas de World. En España, la situación política era explosiva. Los partidos de izquierdas, como el PSOE y Podemos, estaban mas empeñados en disputarse sus votantes, que en hacer frente común. Después de las elecciones de abril, y varios meses de desencuentro, la legislatura se dio por perdida, y se volvieron a convocar elecciones, para el 10 de noviembre. No parecía probable que el público cambiara sensiblemente el color de su voto, ni tampoco que los grandes líderes políticos perdieran de vista sus ambiciones personales.

Cuando dejó el ordenador, eras las diez y cuarto de la noche. Buena hora para meter en el microondas un sobre de pasta instantánea, tuviera o no un millón de calorías, abrirse una lata de Aquarius, y enchufarse a la tele. Pensó en mí cuando llevaba un buen rato en el sofá. Era el día de mi entrevista con Oboso, y ya tendría que haberle hecho llegar mis impresiones. Quizá estuviera ya metido en el avión que me trajera de vuelta a Madrid, se dijo, y apareciera en la puerta a primera hora de la mañana. Alguna colleja me daría por no informar, que tanto no cuesta, y es obligación del soldado raso dar novedades a su sargento.

A la mañana siguiente, después de la ducha y un café sin leche ni azúcar, revisó un teléfono en el que no había mensajes y apretó una ceja. Llevábamos poco saliendo, pero conocía mi gusto por el Whatssap. Era raro que yo no informara de mi estado, salvo que tuviera problemas con el móvil.

A las nueve y tres minutos, se encerraba con su jefe, Pedro Fernández, el director del Crítico. Ultimaron el contenido de la página web para los próximos días, y se preguntaron por mí el uno al otro. La falta de noticias no resultaba preocupante, concluyeron, estando yo en un país del África subsahariana, donde el Nokia 3310 aún encabeza lo último en tecnología móvil.

Una hora después, una nota de Europress informaba que el presidente de Dwana había sido herido en un atentado, y Alba me intentó llamar tres veces, con un poco menos de color. Hasta la hora de comer, pasadas las dos, no llegaron los detalles. Hotel Liberté, a la seis y pico de la tarde, un disparo mortal. Del periodista que lo entrevistaba en ese momento no se habló hasta el anochecer. Juan Daniel Martín, autor de La España de los sinvergüenzas. Nadie conocía su situación.

Alba tiene espíritu de legionario, tan robusto como un edificio gótico, y no transparentó emociones cuando la muerte de Oboso quedó confirmada. Aunque no costaba mucho oír su corazón a poca distancia, como el chunda–chunda de un concierto techno, y se mordía el interior del labio hasta hacerse llaga. De la embajada española en Domboto rascó veinte minutos de música en espera, y la ignorancia de un empleado que pronunciaba las palabras como si tuviera media olla de cocido en la boca. Tampoco obtuvo nada mejor de la embajada dwanesa. A las diez de la noche, mientras ejércitos de niños amenazaban con truco o trato disfrazados de monstruos, el Ministerio de Asuntos Exteriores le prometió hacer todo lo posible, sin especificar cuáles eran sus empeños. Alba le dedicó insultos suficientes para llenar dos folios.

Contactó también con varias agencias de noticias, pero ninguna pudo aportarle gran cosa. Sin su presidente, Dwana se quedaba patas arriba, como un conejo atropellado, y no ofrecía demasiadas respuestas. De mí se dijo que estaba en un hospital herido de bala, que prestaba declaración en una comisaría o que había desaparecido tras el atentado. Ningún periodista extranjero supo adivinar mi suerte y, con la investidura de David Oboso como nuevo presidente, dejaron de preguntar por mí.

A las dos de la mañana, Alba compró billete para el siguiente vuelo de Air Dwana. No iba a tolerar que una república bananera la dejase sin príncipe. Se lo dijo a Pedro Fernández por correo electrónico, y el gigante sólo necesitó un minuto para leerlo y coger el teléfono, a pesar de la hora. Que estás loca, le espetó. No puedes meterte de cabeza en una guerra civil.

El Loco de la Baraja - Un círculo en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora