Capítulo 3

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Styan

Había sido complicado, pero en los últimos dos años, y con esfuerzo, habíamos logrado hacer que Dareh cooperase. Por fin había logrado manipular las partículas de una manera consciente, sin embargo, necesitaba un entrelazamiento previo entre éstas. Debíamos trabajar en ello con más atención, de otro modo no conseguiría viajar al pasado o a cualquier otro lugar en el que no hubiera estado antes. Aunque antes de seguir con ese paso, perfeccionamos su técnica para teleportar partículas a lugares que conocía. Al principio nos limitábamos a partículas subatómicas, pero poco a poco fuimos formando paquetes de estados entrelazados. Lo que Dareh fue capaz de hacer, que era lo que nos había impedido hasta ahora realizar teleportación en seres vivos, era manipular al mismo tiempo todas las partículas que componen un ser vivo y complejo en el instante justo para que deje de existir en un lugar y exista en otro diferente, incluso en un momento de la línea temporal distinto. Él era capaz de hacerlo y ni siquiera sabía lo que hacía. ¡Era impresionante!

Me sentía feliz y satisfecho con lo que estábamos logrando. Mi hijo era increíble y estaba siendo muy paciente con nuestras interminables pruebas y análisis. Dudo que yo hubiera cooperado así cuando tenía su edad. Progresaba a un buen ritmo y todavía teníamos dos años por delante para seguir perfeccionando su talento y solucionar el problema de entrelazamiento cuántico, antes que él se marchara al pasado.

Pero, por supuesto, al destino, o como queráis llamarlo, le importaba un bledo lo que teníamos planeado y hacía las cosas a su manera sin preguntarnos si nos parecía bien o no. Esa era la historia de nuestra vida y empezaba a temer que nunca podríamos tener paz.

Estaba trabajando en mi despacho y me eché hacia atrás en mi silla de trabajo, cansado. Me dolía un poco la cabeza. Aparté los libros y los papeles de nuestra investigación e hice espacio para seguir trabajando en el cuaderno para Dareh. Ese era el legado que le dejaría cuando yo ya no estuviera, pero lo que nunca conseguí entender era por qué yo dejaría de estar entre ellos. ¿Qué me iba a pasar? Recuerdo que al principio, Dareh siempre decía que me marché, pero ¿A dónde? No tenía sentido. Por fin había encontrado la felicidad junto a Dana. ¿Qué podía haber pasado para llevarme a tal extremo?

Tenía la mirada clavada en las hojas del cuaderno, repasando la última entrada que había escrito, relatando el rescate de Aarón... es decir, mi rescate. Era extraño recordar un mismo instante desde dos puntos de vista diferentes.

De repente el aire se movió ligeramente en la habitación. En el campo de mi visión periférica divisé una figura que se materializó a mi lado. Instintivamente alcé la cabeza sobresaltado y me quedé helado cuando distinguí a una Ada frenética que me miraba con los ojos muy abiertos.

―¡Ada! ¿Q-qué haces aquí? ―fue lo único que alcancé a decir. Ella golpeó mi mesa con una mano, nerviosa. Nunca la había visto tan alterada.

―Styan. Te juro que si esto no fuera importante no habría venido hasta aquí ―dijo mientras me agarraba del cuello de la camisa. Sus manos estaban temblorosas.

Me puse en pie y la tomé de las manos con cuidado para que me soltara. La agarré de los hombros y la invité a sentarse en un pequeño sofá que había a un lado del despacho. Fuera lo que fuese que ocurría, no era bueno.

―¿Quieres tomar algo de valeriana antes de hablar? Si no, mi camisa lo va a lamentar ―le ofrecí dejando ver una sonrisa. Sin embargo ella me miró como si fuera un perro verde. Estaba demasiado nerviosa.

―¡Maldita sea! esto es importante, Styan ―exclamó alzando la voz y volviendo a ponerse en pie. Por un momento miré preocupado hacia la puerta del despacho, por si Dana nos había escuchado y aparecía por ahí.

―Está bien, calma. ¿Qué ha pasado?

―Escúchame bien, he tenido un sueño. Uno muy... muy real ―recalcó cada uno de los "muy" que había dicho.

―Vaya, echaba de menos tus sueños. Espero que no haya más mariposas ―me reí para intentar relajar un poco la tensión que Ada estaba creando, sin embargo conseguí el efecto contrario. Para no variar, siempre me pasaba igual con ella.

―¡Veo que sigues siendo el mismo idiota de siempre! ―exclamó mientras se pasaba la mano por la frente y negando con la cabeza.

―Lo siento. Ya paro. ¿Qué te ocurre?

―Styan, es posible que la vida de Dana y de todos los Naewat esté en peligro.

―¿Qué?

Bien, se acabaron los intentos de calmarla. Esta vez era yo el que se estaba poniendo nervioso.

―He tenido un sueño en el que vi un planeta, estaba habitado por Naewat, pero no era un planeta feliz. Ellos eran muy diferentes a los Naewat que conocemos ahora. Entonces hubo una explosión en el cielo y... ¡Todos morían si no hacemos algo!

―Ada... Creo que no entiendo nada.

Ella me agarró de las mejillas exasperada para enfrentar mi mirada. Casi podía ver el terror brotar de sus ojos.

―Tengo que ser breve. Mi hija no se encuentra bien y no sé cuánto tiempo será capaz de mantener esta conexión contigo.

―¿Tu hija? No sabía que tenías una. ¿Qué talento posee ella? ¿Es igual que Dareh?

―Es similar, pero según nos ha dicho el especialista, ella puede crear vínculos entre la gente, los objetos o los lugares y así comunicarnos a través del espacio y el tiempo.

―¿Entrelazamiento de partículas?

―No lo sé, puede ser.

Me quedé pensando unos instantes. Si su hija era la que hacía los entrelazamientos cuánticos, tal vez era la que había creado esa conexión entre Ada y Dareh, y por tanto, era el eslabón que nos faltaba para conseguir que los viajes de Dareh fueran perfectos.

―Escúchame Styan, tú aparecías en mi sueño.

―¿Yo? Eso sí que es una locura. ¿Qué pinto yo en el mundo de los Naewat? Además, según los escritos antiguos de los Naewat, ese planeta fue destruido hace más de mil años.

―Oh no, estoy a punto de desaparecer... ―se puso las manos sobre el estómago y me miró desesperada. ―¡Escúchame! Tienes que ir allí. Ni siquiera sé si hay una diferencia temporal entre el día en el que estoy yo y el que estás tú ahora pero... maldita sea, ven a mi casa cuanto antes, tenemos que hablar...

En cuanto terminó de hablar, se desintegró del mismo modo que había aparecido y yo me quedé sin ser capaz de moverme durante unos minutos, intentando poner en orden toda la información que me había dado. Su hija era la que creaba los enlaces de partículas subatómicas, al parecer, sin ningún contacto previo. ¡Eso era maravilloso! Ella sería la clave de todo... sin embargo, había otra cosa que me había dejado algo inquieto. ¿Al planeta de los Naewat? ¿Cómo iba a ir yo allí? Noté el sabor amargo de la bilis subir por mi garganta. Maldición. ¿Por qué todo tenía que complicarse siempre?

Fui hasta una caja fuerte que tenía en una estantería del despacho y la abrí. Saqué un sobre lacrado y partí el sello con cuidado. Al abrirlo encontré una simple nota con una dirección. Dareh me lo dio para las emergencias y yo entendía esto como una. Iba a verlos después de quince años... y esta vez sabiendo quién era Dareh realmente.

Suspiré y salí del despacho tranquilamente, para no llamar la atención. Dareh no estaba en casa y Dana estaba en su pequeño gimnasio haciendo ejercicios. No podía decirles a dónde me dirigía, así que me escabullí.

Miré la ubicación de su casa en el GPS de mi tableta portátil y para mi desgracia, Ada vivía a cinco horas de viaje. Resoplé molesto, al final tendría que inventar una excusa para explicar mi ausencia.

Ada, la Amiga Imaginaria// Engel 3Where stories live. Discover now