Era algo que debía aceptar.

Aunque en un momento de debilidad había cedido, y de camino dado el primer paso para que el la consumiera, con todo lo que significaba.

Para después...

En un parpadeo su corazón se parase al perder el equilibrio, porque su cuerpo había dejado de responder a su cerebro cuando el estornudo por la naturaleza la invadió combinándose con sus sentidos nada receptivos, sintiendo la muerte tan cerca, que lo único que tenía claro y la reconfortaba es que, de alguna manera por un corto momento, había sentido suyo el hombre más inalcanzable para su persona.

Cerró los ojos con fuerza esperando el impacto, pero en vez de sentir el duro choque con la tierra, había salido ilesa de todo como si se tratase de un gato.

A menos que su muerte hubiese sido instantánea.

Dejó de divagar cuando sintió que estaba debajo de un cuerpo inerte.

Que no sea él.

Que no sea lo que estoy pensando.

Abrió los ojos con el terror plasmado en el rostro, y al confirmar que lo que suponía era cierto, sintió que el mundo se le venía encima.

Aun en el regazo del pelirrojo, con un sollozo atorado en su garganta, mientras las manos temblorosas tocaban su rostro con lágrimas en toda su faz, que se combinaban con las gotas de una lluvia que se hizo un poco más fuerte, comenzó a gritar.

—¡Lo maté! —chilló sin poder contenerse —. Lo maté, y no fue precisamente con mis acentuadas virtudes —estaba devastada —. No me haga esto, habrá los ojos y gríteme todo su repudio —se separó del cuerpo de aquel, dándole espacio para respirar. Aunque pareciese que ya no lo hiciera, o era lo que le gritaba todo su cuerpo desorientado —¡HARRIET! —recordó a su doncella en un momento de lucidez, donde lo único que cruzó por su mente fue salvarle.

Ver de nuevo aquellos ojos que eran su perdición.

Que la miraban con hastió, desprecio, y a veces hasta con lastima.

El caso es que sin importar nada, necesitaba verle bien.

No podían arrebatárselo, cuando por un momento sintió que todo era perfecto en su vida.

Que eso tan prohibido era suyo.

Sin importarle, que para ese momento ya se hallaban personas merodeando por los alrededores.

—¡Lady Allard! —se acercó su doncella, que había estado observando todo y al ver la caída quedó sorprendida sin poder moverse hasta ahora.

—¡Ve por ayuda! —ignoró su llamado, y está sin más salió corriendo ante el mandato desesperado de su ama.

Sin importar su aspecto. Que su rostro tenía unos cuantos rasguños gracias al gato endemoniado, el vestido arruinado y partes de su cuerpo con algunos raspones o moretones por la caída, volvió a posicionarse cerca de este, mientras tomaba su mano, y sin atreverse a moverle por temor a hacerle más daño comenzó a decirle lo que su boca no podía retener por más tiempo.

—Si abre los ojos le aseguro que por fin cumpliré su deseo —sollozó con fuerza, mientras apretaba su extremidad —. Me apartare de su camino, y no volveré a incordiarle —. Fue difícil decirlo, pero prefería estar lejos y verlo bien a no volver a admirar su perfecta faz —. Siento haber dicho que lamentaba su existencia, cuando la verdad es que sin ella estoy perdida.

Si su desprecio le dolía, pero una vida sin su existencia la mataría.

—Pero, qué mujer más dramática —una voz hastiada llegó a sus oídos, logrando sacarle un respingo que la hizo voltearse para que se enfrentara a un hombre con sonrisa ladina, de mirada más dorada a como la recordaba.

PROTEGIENDO EL CORAZÓN (LADY SINVERGÜENZA) © || Saga S.L || Amor real IIWhere stories live. Discover now