XXXII

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ADLER

«(Londres – Inglaterra)

Diciembre de 1799.

Por fin estaba de regreso después de tantos meses.

En el pasado le hubiese importado demasiado poco el tiempo que pasase alejado de casa.

Su vida en el campo de batalla era lo más emocionante que había experimentado.

Pero, desde que se cruzó en su camino una dama despampanante de cabello rubio y ojos ambarinos que le robó el sueño dejando su existencia de cabeza, todo lo que creía su mundo tomó un sentido diferente.

Lady Abigail Dudley, hija de los barones de Dudley, era por mucho lo que su corazón ni siquiera sabía que esperaba, pero lo supo desde el momento que se agitó en su pecho al tenerle de frente en aquella velada, que resultó ser su presentación en sociedad. A la cual asistió obligado, aunque nunca se arrepentiría de pisar el Almack's en esa oportunidad.

Aquella rubia de ojos amarillos, lo había enamorado con su prepotencia y altanería.

Le gustaba lo que le costase, y ella era una joya única.

Demostrándoselo desde el momento cero, cuando le pidió su cartón de baile para una pieza y de manera altanera se lo negó.

Llamando su atención al completo, hasta que con mucho esfuerzo bajó sus barreras, y por fin accedió a considerarlo como su compañero de vida.

Aceptando encantada, en compañía con el consentimiento de sus padres.

Con esto tomando la iniciativa de abandonar su carrera en el ejército. Dedicándole el tiempo a su familia y a los negocios, que dejó rezagados al dejarse guiar por la pasión de servir al país que le dio cobijo desde su nacimiento.

...

Ni bien observó, y pisó tierras inglesas el primer impulso fue ir a su encuentro. Sin embargo, tuvo que retenerse.

Tenía algunos asuntos que resolver antes de llegar a ella.

Entre ellos visitar a su amigo del alma, Sebastien Keppel.

El cual había regresado un par de meses atrás para hacerle frente a su nuevo título, pues su padre había fallecido, y el ahora ostentaba el condado de Albemarle.

Ni siquiera llego a salir de la embarcación por completo, cuando avistó algo que lo dejó confuso.

Paralizándolo al completo, llenado su pecho de congoja.

Parpadeó con efusividad, creyendo que estaba alucinando.

No obstante, en ese instante le fue alcanzada una nota por un infante, que al entregarla huyó confirmándole lo que se temía.

«No es producto de tu imaginación como te lo debes estar preguntando.

Lo que estas presenciando es en honor a ti, querido amigo.

Tú me arrebataste mi vida, y en compensación te despojo de una mínima parte de la tuya.

Muy a tu pesar, siendo solo el inicio de lo que será tú amarga agonía.

Me encargaré de que tu existencia resulte placenteramente desdichada.

Si sigues sin creer lo que tus ojos están apreciando, te invito a que nos despidas, y nos des tu bendición.

PROTEGIENDO EL CORAZÓN (LADY SINVERGÜENZA) © || Saga S.L || Amor real IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora