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Beryl era la princesa de Fiopha, una isla aislada frente a la costa de Cintra. Se rumoreaba que la isla estaba gobernada por mer-folk. Los rumores eran simples chismes para alimentar a las aburridas amas de casa en todo el continente, pero ese rumor decía la verdad. Fiopha nunca solicitó suministros o ayuda de ninguna manera. Eran independientes. No les gustaban los extraños. Hubo muchos rumores de que la carne de mer-folk tenía la clave de la inmortalidad.
El padre de Beryl, el rey Erik, se preocupaba mucho por la seguridad de su pueblo. Los océanos y Fiopha eran su hogar. Querían poder nadar libremente y disfrutar bañándose a la luz del sol con la cola al aire libre. Con extraños al acecho, eso no sería posible.
Sin embargo, durante muchos años, las sirenas y los mer-folk siempre habían estado en guerra. Las sirenas, hermosas criaturas a primera vista, eran, de hecho, demonios que se convirtieron en medias aves. Ellos gobernaban los cielos, mientras que los mer-folk gobernaban las aguas. Sin embargo, las sirenas tenían la capacidad de cantar a los marineros a muerte por comida. Seducir a los humanos por su carne era la principal forma de alimentación de los mer-folk. Las sirenas sedujeron a sus cantantes hasta la muerte, luego volaron hacia ellos para comer su carne. Las dos especies lucharon por la comida, por la carne humana. Las sirenas tenían la ventaja. Podrían volar y caminar, incluso caer al agua.
Las aguas y el palacio no podían ser defendidos efectivamente al mismo tiempo. El rey y la reina defendieron el palacio, pero cayeron de rodillas, asesinados por las garras de las sirenas. La princesa Beryl, que había sido dejada pelear en aguas abiertas con su gente, era la única sirena viva de la familia real. Las sirenas entraron en picado, agarrando mer-folk en el agua y matándolos en los cielos. Los decapitaron, los rasgaron por la mitad y luego los arrojaron al agua para que los otros mer-folk los observaran mientras se deslizaban hacia el fondo del océano. Los gritos y lamentos de Beryl resonaron en los océanos.
Al final, su gente la apresuró a huir y vivir una nueva mentira. Ella se quedó sola.
