Capítulo 31.

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—¡Tenemos pulso!

—¡Desfibrilador, ahora!

No podía ver nada, pero escuchaba todos los gritos, cosas moviéndose de aquí para allá, y el sonido irregular de un monitor cardíaco.

No sentía absolutamente nada.
Intente abrir mis ojos con fuerza, pero no podía, no podía mover ninguna parte de mi cuerpo.

—¡De nuevo, no podemos perderla! —. Gritó de nuevo esa voz.

¿Iba a morir?

¿Ya estaba muerta?

No quería morir, no aún. No quería dejar a Dylan, ni a mi abuela, ni a mis amigos. No quería dejar a Zack.
No iba a perderlo, no ahora que lo había recuperado.

Tenía que decirle que lo amaba hasta cansarme.

Teníamos que seguir cocinando juntos, apoyándonos cuando el otro estuviera triste, tenía que besarlo más, abrazarlo.

Teníamos que ser felices.

Tenía que conseguir el mejor hogar para Evan y Paul. Y para los otros niños que se habían robado mi corazón.

Tenía que seguir viendo los disfraces exóticos de Oli.

Tenía que seguir aguantando las locuras de Lía.

Tenía que ver triunfar a Alexa.

Tenía que hacer locuras con Brook.

Tenía tantas cosas por hacer.

Había encontrado por fin al asesino de mi hermana, había encontrado paz para ella. Para Dylan. Para mí.

Y aunque él no viviera para el día del juicio, sabía que su enfermedad era el recordatorio de lo que había hecho.

Así que estaba en paz.

—Vamos, de nuevo, ¡Aumenten el voltaje!

Había algo que me jalaba, que me decía que podía irme, que todo estaría bien.

Aún no es tiempo, mi pequeña Liz.

¿Papá?

Esa era la voz de mi padre, y estaba segura, porque era la única persona que me había llamado así en casi diez años.

Más gritos incomprensibles se escucharon, pero yo solo veía oscuridad.

Y de repente, el sonido del monitor se detuvo.

                   ************

—¿Este puré de papas engordará mi trasero?

—Deja ese puré de papas, Oli, te has comido como tres platos de eso.

—¿De qué hablas? Tú me robaste el tercero, Alexa.

—Intento cuidar tu figura, así que dame eso.

Me dolía la cabeza cuando abrí los ojos, gracias a la potente luz de la lámpara, y a todos los murmullos que escuchaba. Solté un quejido cuando el dolor se hizo más fuerte, sin embargo, traté de acostumbrar mis ojos a la luz.

—¿Ves? La despertaste, Alexa.

—Fuiste tú, y tu estúpido puré de papas.

—¡Ya cállense los dos! — gritó Lía —, olvídense de eso durante un minuto.

Lo primero que vi fue una pared blanca, miré mis pies, y ahí a unos pocos metros, se encontraban Alexa y Oliver sosteniendo un plato lleno de puré de papas. Una Lía muy enojada con las manos en sus caderas seguía reprendiéndolos.

Bajo mi piel✔️Where stories live. Discover now