—No creí que estuvieras despierto ya —exclamó el vampiro en un movimiento agraciado.

—Acabo de levantarme, tenía un poco de frío —titubeó al decir lo último.

Harry frunció el ceño y se acercó a él rápidamente.

—Lo siento —dijo—, debería haber considerado eso.

—No importa, es verano —Louis no podía quitar sus ojos de la llama débil quemando la piel del vampiro. El fuego bailaba despacio sobre la superficie pálida, sin siquiera enrojecerla un poco. Se preocupó, inevitablemente—. ¿Te encuentras bien?

Harry sonrió de lado, dejando a la vista uno de sus hoyuelos. Sus ojos oscurecidos volvieron a brillar, de un momento a otro.

—No te preocupes. ¿Deseas desayunar? Lydia le ha ordenado a los cocineros que preparen algo especial para ti.

Estuvo a punto de negarse cuando su estómago rugió. Harry lo tomó como un indiscutible asentimiento y lo esperó sentado en la cama mientras él entraba en el cuarto de baño para lavarse la cara. Se sorprendió al encontrar un cepillo de dientes nuevo encima del lavabo, y el simple gesto de que Harry pensara en algo tan cotidiano como eso lo hizo inmensamente feliz.

Todo era tan extraño pero tan normal al mismo tiempo. Por un lado, estaba el Harry vampiro que se quemaba la mano hasta que la vela se deshacía entre sus dedos y que daba órdenes a diestra y siniestra, siendo llamado "jefe" por los demás vampiros, que tenían prohibido siquiera murmurar su nombre por lo bajo. Por el otro lado, se encontraba el Harry tan humano como él mismo, que no había querido siquiera besarlo hasta que cumpliese su mayoría de edad y que lo tocaba con cuidado. Ese Harry que lo llamó "amor" y otros nombres cariñosos la noche anterior, que lo llevó al llanto por el puro placer.

Al salir, se aseguró de plantar un beso profundo en los labios del vampiro, que lo miró sorprendido antes de apagar la vela y envolverlo entre sus brazos. Degustó el interior mentolado de su boca y mordió con cuidado su labio inferior. Harry estaba embelesado al poder tocarlo otra vez.

Bajaron a desayunar unos minutos después. La mesa estaba puesta en el reluciente comedor lleno de oro y el cuadro gigante que tanto intimidaba a Louis, aunque ahora pudiese decir que estaba en igualdad de condiciones con la persona que lo había pintado. Se sentía satisfecho.

—Harry —llamó. Lydia volteó a verlo desde el umbral de la puerta, probablemente sintiéndose extraña al oír el nombre salir con tanta facilidad de los labios del humano—. ¿Tienes una foto tuya?

—¿Para qué? —respondió el vampiro, con un trozo de una fruta extraña en la boca.

Se quedó callado. No sabía en realidad para qué quería una foto de Harry, aunque le encantaría atesorar una.

—No estoy seguro. Tendría que hurgar entre mis pertenencias más antiguas, pero solemos deshacernos de muchas cosas cuando...

Louis esperó que terminara la frase, pero eso jamás ocurrió.

—Bueno —comenzó después de un rato. El silencio era cómodo, por supuesto, pero ya habían acabado el desayuno y el sol estaba colocándose en su punto más alto. Debería ser mediodía—. Me tengo que ir antes de que mamá se preocupe.

—Oh, claro —Harry volvió a la normalidad, sacudiendo la cabeza e impostando una gran sonrisa.

—¿Me acompañarás? —preguntó ilusionado. Creía que Harry ya no tenía excusas para quedarse dentro, cuando la noche anterior había estado deambulando por el acantilado.

—Es de día, Louis —El vampiro rodó los ojos—. Zayn preparará la camioneta en un segundo, sígueme si quieres.

Harry se puso de pie y caminó fuera de la cocina y a través de los pasillos oscuros de la casa. Era lógico que mantuvieran las ventanas cerradas y las persianas bajas, pero eso solo lograba que se viera aún más tétrico. Las maderas del suelo rechinaban ante el más mínimo contacto de sus pies, y se oía particularmente fuerte al reinar el silencio.

Zayn se encontraba de pie junto a la escalera en la entrada, casi como si hubiese estado esperando a que Harry lo buscara. Cabizbajo saludó al jefe y al humano y obedeció sin rechistar cada orden. Louis entrecerró los ojos, pudiendo darse cuenta de que algo andaba mal. Lo notó en el temblor de sus manos cuando encendió el motor del coche.

—¿Qué sucede, Zayn?

El vampiro levantó la vista y le regaló una sonrisa que hizo de todo menos aclarar sus dudas. Louis no quería ser entrometido, aunque su preocupación era genuina.

—Estoy bien, aunque no sé si pueda decir lo mismo de ti. Deberías cubrirte las piernas antes de llegar a casa, si mi consejo te interesa —Zayn apretó el acelerador y Louis podría haberse quejado del cambio repentino de tema si no hubiese bajado la mirada.

Su piel bronceada, especialmente en la cara interna de los muslos, se encontraba repleta de marcas amoratadas. Su rostro se sonrojó con furia, ¿cómo no lo había notado antes? En ese punto, agradeció que la casa no estuviese tan concurrida cuando él había estado paseándose como si nada con las piernas en esas condiciones. Quería matar a Harry y a su bella boca succionándolo que aún podía recordar.

No emitió palabra en lo que quedó del trayecto, y Zayn agradeció eso también. Era tedioso tener que ocultarle cosas al humanito curioso, pero entendía que el jefe así lo quería, por su propia seguridad.

La información estaba allí, recolectada entre los últimos meses y más fuerte las últimas semanas. Nada podía ser una coincidencia, pero Zayn debería esperar a la reunión de esa tarde para dar su propia opinión. El moreno se permitió pensar en la noche anterior cuando Louis bajó de la camioneta, a unos metros del final del bosque. Si Liam no lo hubiera besado como lo hizo, tal vez ambos podrían haber estado alerta; podrían haber visto algo.

No obstante, por mucho que quisiese arrepentirse, no lo hacía. ¿Cómo hacerlo, cuándo se había sentido tan correcto, cuándo había esperado tanto tiempo para que eso sucediera? Inconscientemente, aquel beso le brindó algo que no sabía que estaba deseando. Sació en él una sed que había olvidado tener, la necesidad de sentir algo

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