Capítulo 10. Baboso y patán

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CAPÍTULO DIEZ.

—¿Estás seguro de que no hay otra opción? —cuestiono con la voz temblorosa a causa del frío, mientras miro el imponente motel frente a nosotros.

—Es esto, o morir de hipotermia.

Y aunque no es la respuesta que esperaba, algo dentro de mi se enorgullece de que Shawn conozca el significado de hipotermia. Respiro profundamente antes de comenzar a caminar hasta la entrada del lugar, con los dos chicos menos adecuados siguiéndome el paso. La recepción está completamente vacía a excepción de la chica del mostrador.

—Buenas noches —saluda, mirándome y luego desviando la vista a los dos chicos que están detrás de mi.

—Buenas noches —respondo, sintiendo como la vergüenza se apodera de mi cara, específicamente mis mejillas. El hecho de estar en un motel es vergonzoso pero el que no solo me acompañe uno si no que dos chicos, lo hace completamente humillante— Queremos una habitación triple, por favor.

—Oh —responde ella, sorprendida— Lo siento, señorita, pero no tenemos habitaciones triples aquí.

Frunzo el ceño —¿Por qué no?

Ella sonríe, burlona —Porque es un motel, señorita.

Carajo.

—¿Qué es lo más parecido a un triple que tiene? —inquiere Quentin, colocándose delante de mi y dejándome atrás con Shawn. El castaño me está dando una mirada divertida y creo que ya puedo escucharlo burlándose durante nuestra próxima tutoría.

—Una suite, cama matrimonial y un sofá bastante amplio —nos ofrece, mirando algo en el computador que está sobre el mostrador. Ella vuelve a girarse hacia nosotros con una sonrisa, la cual realmente me gustaría borrar de su cara— ¿La toman?

Quentin se gira en mi dirección, esperando mi aprobación (N/A: Si eres de chile, APRUEBA CTM). Como yo lo veo, tengo dos opciones. La primera, aceptar la habitación y dormir en un sofá durante toda la noche, con dos chicos durmiendo en la cama de en frente. La segunda, pasar la noche afuera del hotel, muerta de frío y con nieve hasta en los calzones.

«Peter, donde quiera que estés, perdóname por esto.»

—La tomamos.

La chica del mostrador nos sonríe y luego de pagarle, nos entrega una tarjeta electrónica. La tomo, desganada y junto con los dos chicos, en completo silencio, tomo el elevador que nos lleva hasta el tercer piso.

Deslizo la tarjeta en la ranura electrónica que está junto a la puerta y esta hace un click, antes de abrirse. Es una espaciosa habitación con una televisión, una cama de dos plazas, un sofá de cuerina negra que se ve bastante incómodo y una puerta extra, supongo que es el baño.

—¿Contenta, princesa? —susurra Shawn en mi oído, antes de pasar junto a mi y lanzarse a la cama con brusquedad.

Siento un ligero cosquilleo en el cuello que intento ignorar, mientras conecto el cargador, que me ha prestado la chica de recepción, a mi celular. Toma un par de minutos en encenderse, pero cuando por fin lo hace, mi pecho se encoge al ver la cantidad de llamadas perdidas en la barra de notificaciones.

—¿Quién se murió? —indaga Quentin, al ver mi cara de pánico.

—Mi libertad —musito, marcando el número de la persona que me llamó más de cincuenta veces en las últimas cinco horas. No me sorprendería que mi hermano apareciera aquí con la guardia nacional, en cualquier minuto. 

El timbre del celular suena dos veces, antes de escuchar una escandalosa voz del otro lado. 

—¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS? —grita Peter, completamente desesperado. Estoy dispuesta a responderle pero el chico ni siquiera me da el tiempo de hacerlo— ¿POR QUÉ NO CONTESTAS EL JODIDO CELULAR? ¡TU MAESTRA DIJO QUE NO SUBISTE EL AUTOBÚS Y CURIOSAMENTE SALVATORE Y HARRISON TAMPOCO!

Dos pasos atrás, ShawnWhere stories live. Discover now