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Cuando yo era pequeño, hace unos pocos de años -ríe animadamente- en el puerto existía un valiente pescador que ayudaba a todas las personas del puerto cuando lo requerían. Un día el pescador decidió salir a mar abierto en busca de un hermoso atardecer y de descanso después de tanto trabajo. Detuvo el barco en las profundidades del mar, y tomó una pequeña siesta. A mitad de la siesta sintió un fuerte golpe en la embarcación, cosa que lo hizo despertarse asustado, rápidamente se levantó para ver qué era lo que había sucedido, y vio una de las criaturas más bellas pero poco vistas por las personas, una sirena, que estaba atrapada bajo una red que a su vez estaba atada a un enorme tronco de roble blanco. Cuando la sirena se percató del pescador, intentó comunicarse con él y sin pensarlo este se aventó al agua para ayudarla y la rescató. Decidieron sujetarse del roble blanco para descansar un poco de la ardua tarea. Este suceso hizo que el pescador cortara el roble blanco y decidiera llevarlo a su casa, para que las criaturas no tuvieran algún percance.

Pasaron todo el resto del día hablando y conversando entre ellos, el pescador un tanto emocionado por encontrar a una criatura tan hermosa, no pudo evitar enamorarse de ella, pero lo ponía un tanto triste el saber que no podrían estar juntos, por que eran totalmente diferentes. Ambos comprendieron esta parte, pero hicieron la promesa de que se encontrarían en el mismo lugar, sobre el roble blanco, cada atardecer y que él se haría cargo de recolectar los troncos que aparecieran como amenaza en su lugar de encuentro.

Pasaron los años y la promesa de su encuentro se cumplía cada atardecer, pero un día el pescador ya no podía hacer todo con tanta facilidad como cuando era joven, así que decidió mandan forjar un cofre con la madera del tronco de roble blanco que antes había atrapado a su gran amor. En ese cofre guardó las cartas que le escribió diariamente a su amada, a sus familiares les pidió que hicieran todo lo posible porque cada tronco de roble blanco que estuviera en el mar se convirtiera en un hermoso cofre en el que las personas, guardaran sus más grandes tesoros.

Esta es la historia de los cofres de roble blanco, así que jovencito, piensa muy bien qué es lo que guardarás en ese cofre.

Ariel y Nicolás salieron de la tienda con el cofre blanco, totalmente asombrados y maravillados por lo que acababan de escuchar. Sin duda alguna, el cofre seguía uniendo la vida de las personas a pesar de la distancia y eso era lo que pasaría con Nicolás y la joven Ariel, quienes prometieron seguir en contacto a pesar de vivir alejados y guardar en un nuevo cofre un fotografía de cada atardecer que vieran hasta el día en que se encontraran de nuevo.


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Fin.

El cofre de Roble BlancoWhere stories live. Discover now