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Había una vez un niño de 10 años llamado Nicolás, que para su corta edad era la personita más independiente, sabia, inteligente, valiente y honesto que podía haber. Vivía en un lugar muy bonito, rodeado de grandes árboles llenos de hojas con forma de corazón, al menos eso decía él. Vivía  un tanto alejado de las otras casas del famoso pueblo de San Aventura, situado en una pequeña isla, llena de grandes árboles y rodeada de un mar extenso. Para obtener las provisiones necesarias para alimentarse, vestirse y comprar lo que les era más necesario, tenían que viajar de San aventura al puerto de San Felipe y para esto existía un enorme ferri que los ayudaba a cruzar.

Un día, Nicolás necesitaba, para una cápsula del tiempo, un cofre pequeño que estuviera tallado con madera de roble blanco, así que necesitaba cruzar a San Felipe, el único lugar en el que podría encontrarlo. Tomando la mejor de las precauciones, le avisó a su madre que iría al puerto en busca del pequeño cofre. La madre sabiendo que no correría ningún peligro, lo dejó ir.

Se llegó la hora de abordar el ferri y Nicolás estaba entusiasmado por la búsqueda. Cuando estaba abordo, se encontró con una bella joven que miraba con mucha admiración el paisaje, una joven que a simple vista, era distinta a las demás personas que solía ver en el pueblo, podría apostar que era un turista y lleno de curiosidad, Nicolás se acercó a la joven y le dijo: ¿Es una hermosa vista no es así? 

El cofre de Roble BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora