Capítulo 43. Encrucijada

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Lean con calmita. 

James:

Me habían dicho que era una mala idea, insistieron en que me quedara en casa, me explicaron que no estaba lo suficientemente estable como para venir a salvarla pero... ¿Cómo no querer ayudar? ¿Cómo aplacar lo que sentía en mi pecho con tan solo pensar en que la estaban lastimando? Sin embargo, fui tan estúpido, tan terco que no me di cuenta que estaban aconsejándome sabiamente. Mi padre sabía lo que era mejor para salir ganando y aun así, no cedí.

Me dejé llevar por mis impulsos y terminé jodiéndolo todo.

El suplicio me atormenta y jamás pensé que sería capaz de percibir algo como esto. Mi pecho arde, escuece a un nivel tan abrumador que me cuesta respirar. Se me dificulta observar lo que se presenta en mi campo de visión a causa de las lágrimas. Cada gota salada sale de mis parpados inferiores sin detenerse y es ahí donde mis manos inician su temblar. Me estremezco, jadeo y siento que algo en mi interior se retuerce furiosamente.

Me rompo.

Los cimientos de mis muros se desploman y aquella perturbadora sensación me deja sin aliento. Mi alrededor desaparece, solo me fijo en lo que observo y sostengo esperanzadamente. Estando de rodillas sobre el pastizal, sintiendo como la fría brisa de la madrugada palpa mi cuerpo y con la batalla aun desatándose en mi entorno, gruño, gruño fuertemente porque siento que esa es una forma de desahogarme. No obstante, no es suficiente, no puedo, no puedo aguantarlo. Me encorvo cuando las punzadas de dolor me adormecen, cuando siento aquel hilo que une nuestros corazones irse desapareciendo a medida que voy sintiendo su piel tornarse cada vez más fría.

Observo su hermoso rostro y la forma en que sus ojos yacen aun abiertos. Temblequeo y siento como mi rostro se contorsiona en un intento de retener el llanto. Las emociones son demasiado fuertes y es por ello que termino colocando mi frente sobre la suya, acunando su pálida cara. Sollozo sin importar la forma destruida en la que luzco. Me esfuerzo en no derrumbarme por completo pero se me es imposible porque siento que lo que conformaba mi vida ha sido arrebatado de mis manos con simpleza.

Esto no está pasando.

No, no, no.

Procuro escuchar su corazón, el cual siempre ha estado agitado y nervioso frente a mi presencia; sin embargo, no lo percibo, no lo siento, no late. Frunzo el ceño, desesperándome, agobiándome, cayendo en cuenta de lo que esto significa. Jadeo profundamente y cierro mis ojos, llorando como nunca antes lo había hecho, como un niño pequeño. Me alejo de su rostro y reparo en mis manos ensangrentadas, en la sangre que no para de salir de su cuello y es el causante de que mi camisa se haya teñido de ella.

Mis manos tiritan cuando intento acariciar sus mejillas con mis pulgares y es de esa forma en que luego me trastorno. Me lleno de ira. La furia se mezcla con el dolor por lo que le hicieron a Evelyn, a mi compañera. Quiero levantarme y vengarme pero a la vez no porque necesito estar con ella, deseo quedarme aquí para siempre sin importarme el hecho de que está muerta. Ya nada importa, el vacío en mi pecho se ha acentuado y se está llenando de desconsuelo.

Tenía que salvarla joder, tenía que haberla recuperado y no pude. ¡Maldición! Sollozo con fuerza, abrazándola, sintiéndola conmigo. ¡No pude hacerlo! Intento acercarla desesperadamente hacia mí, queriendo volver a sentir su aroma, olor que se apagó cuando su ultimó latido sonó. Ella no se merecía esto. Soy yo quien tiene que estar en su lugar pero el mundo es tan injusto, la vida fue tan injusta con ella.

Mi rubia murió por mí.

¿Acaso no sabía que si eso pasaba, también me iría con ella?

Pienso en miles de posibilidades de salvarla pero sé que eso no sería posible, ¿cómo curar la profunda herida que Leonard le hizo en la zona de su yugular? Y es por esa razón que me aferro más a su cuerpo. Dios mío, no la volveré a ver, no estará a mi lado aunque el tiempo que me queda tampoco será mucho luego de lo que le sucedió.

Dulce inocencia ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora