Capítulo Cuarenta Y Dos: Príncipe Demente

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—Tú estás aquí y eso me basta para tener su atención —rió tomándome del rostro con una mano para apretarlo entre sus dedos—, y debes saber que cuando ella llegue a ti va a ser demasiado tarde. Para cuando eso suceda ya no va a quedar nada del viejo Noah, y si es que llega a vencerme, de ti no va a quedar ni migaja alguna porque yo mismo te voy a destruir desde tu raíz. Te haré ver como lo que eres; una basura y un niño inútil que fue bendecido con un poder más grande que él.

Yo lo miré molesto, y cuando a penas pude moverme, lo mordí en la mano con fuerza para hacerlo sufrir al menos con mi propia rudeza. Él me golpeó aunque no lo solté hasta que de nuevo volvieron a darme descargas eléctricas por todo el cuerpo.
Tuve que sostenerme de las cadenas para resistir los largos y tortuosos castigos que me daban, sin embargo, me solté cuando ellos pararon y caí rendido de nuevo ante el dolor. Colgado y humillado frente a ése bastardo.

—Tu error fue haberme subestimado cuando estaba quieto, te confiaste por lo que te dejé ver de mí pero no fuiste inteligente para buscar lo que no podías ver a simple vista. Es un juego, ¿Entiendes? Me muestro pero no puedes tocarme porque tu intuición de lobo tonto te falló —negó frente a mí—, y eso lo vas a pagar con creces. De verdad.

Yo lo miré y traté de moverme aunque ya no tenía más fuerza en el cuerpo y me abstuve de no hacer nada mientras él sonreía.

—Buen chico, ahora, veamos lo que tu mujer está dispuesta a hacer por ti —sonrió—, la pregunta es, ¿Será Mara ó será la otra chica?

—¿De qué hablas? —. Murmuré exhausto.

—Ay Noah, cuando me hablaron de ti pensé que eras un santo pero luego vi a ésa mujer defenderte con todo lo que tenía a su alcance a pesar de ser humana y supe de inmediato que tenías una historia con ella también —gruñó molesto—, y te juro que donde me entere que traicionaste a Mara con ella yo mismo te romperé el cuello con mis propias manos.

Yo lo miré furioso y él rió.

—Pero ya basta de advertencias, comencemos con tu plácida estadía aquí —sonrió haciendo una señal al hombre que estaba a sus espaldas y que llevaba una jeringa en sus manos—, comencemos a hacerte un humano de nuevo, tal y como querías.

Yo negué varias veces y traté de resistirme lo más que pude pero las cadenas se tensaron más para sujetarme fijamente y que así dejar que aquel hombre llegara con mayor facilidad detrás de mí en donde me inyectó. La espalda comenzó a arderme cada vez más y más hasta que empecé a gritar de dolor.

No podía aguantar tal tortura puesto que sentía que toda la piel me quemaba. Era un sufrimiento llevar algo así en la espalda. Se sentía como si la piel me fuera quemada por ratos que de inmediato dejaban estragos en mí y en mi cuerpo.
Era imposible, no me podía defender y mucho menos convertir. De alguna manera, Roy me estaba haciendo un inútil ante él y era más sencillo tenerme a su merced. Pero juro que en el momento en el que me suelte de éstas malditas cadenas yo mismo me voy a encargar de partirle la cara.

Lo juro.

—Pobre Noah, está tan asustado que hasta tiembla del miedo que le recorre el cuerpo —negó haciendo una mueca de lástima que evidentemente fingió solo para divertirse con su pequeño teatro armado a mi alrededor que lo entretenía como el vil enfermo que era. Estaba loco y de seguro esto solo lo hacía reír en los momentos que no estaba aquí—, tú ni siquiera sabes lo que es el verdadero miedo y aquí vas a descubrirlo poco a poco hasta que me supliques por tu vida como un gusano que se retuerce en el fuego cuando lo cocinan vivo.

Lo escuché fanfarronear cuando los calambres pararon y de inmediato caí colgado de nuevo. A él le gustaba burlarse de mí cuando estaba débil y eso me enfurecía. Quería demostrarle que en un combate bien le podía ganar con cualquier arma e incluso sin usar mi poder.

El Ascenso De Un Alfa ©Where stories live. Discover now