Who knows?

CAPÍTULO 1

–Entonces, Sam, ¿me puedes recordar por qué hemos decidido hacer una fiesta de pijamas en mi casa y no en la tuya? –mi mejor amigo Zach me preguntó.

–Hemos quedado aquí porque tu casa es mejor que la mía y podemos bañarnos en la piscina a las tantas de la noche y sabes que me encanta hacer eso. –Le respondí con seguridad.

–Pero, ¿teníamos que venir justo ahora? Jacob se pasará toda la noche molestándonos. Ugh, ¡no puedo esperar hasta que acaben de arreglar su habitación! –se quejó. Jacob era su hermano que, por alguna razón le encantaba molestarnos, le conocía desde toda la vida y siempre había sido igual, sabía que no cambiaría, pero aún así dije:

–Bueno, ya es mayorcito, sabrá comportarse. –mentí. Cuanto más Jacob crecía, más problemático se hacía, seguía sin saber cómo había aguantado hasta ser un "senior" en el instituto sin repetir curso. Tal vez porque era un genio, tuvo mucha suerte de tener buen cerebro a veces, sino no hubiese aguantado ni dos días en el colegio. Zach me miró con cara de "eso no te lo crees ni tú" y cambié mi respuesta. –Y si no lo hace, podemos dormir en el sofá o algo así. O hacer un fuerte, como solíamos hacer cuando éramos pequeños. –recordé los tiempos mozos de nuestra amistad. Zach y yo llevábamos juntos básicamente desde que nacimos, fue una amistad que nadie se esperaba que iba a suceder, nuestros padres eran amigos, pero no demasiado, de esos que se ven como una o dos veces al año solo por la formalidad, aunque vivan en la misma ciudad, a tan solo diez minutos de distancia. Pero por alguna razón, de pequeños, desde que teníamos al menos dos años, lo único que queríamos era estar juntos, obligando a nuestros padres a juntarse más y incluso a cambiarnos de guardería para que fuéramos juntos porque no podíamos vivir el uno sin el otro. Todo lo que recordaba de mi infancia era o pasando tiempo con Zach o quejándome porque no estaba con él. Éramos como hermanos gemelos, habíamos nacido con tan solo dos días de diferencia, pero aún así siempre hacíamos tan solo una fiesta de cumpleaños compartida. Él era el mayor de los dos, ¿cuántas veces me había puesto eso en cara en discusiones? Más de las que recordaba. Como todas las amistades, habíamos tenido nuestros altibajos, pero habíamos permanecido juntos hasta ese momento, siendo los "juniors" del instituto.

–No podemos dormir en el sofá. Ya sabes que mi padre está durmiendo allí. –dijo recordándome de los problemas que estaban teniendo sus padres en ese momento. Me sentí mal porque tenerlo olvidado por unos instantes. Llevaban un tiempo temiendo el divorcio, pero nunca parecía que daba para tanto. –Y no estaré de humor de hacer un fuerte en el salón mientras papá está allí, ¿sabes?

–Es verdad. Lo siento. –bajé la cabeza. –Entonces, si Jacob no es capaz de comportarse, ¿qué hacemos?

–¿He escuchado mi nombre? –Apareció Jacob en la cocina, donde Zach y yo estábamos hablando. Se notaba que se acababa de dar una ducha, se le caían pequeños mechones un tanto rizados de pelo castaño mojados sobre la frente y la sudadera gris que llevaba estaba tenía los hombros un poco mojados. Hablando del rey de Roma...

–No es asunto tuyo. –Zach dijo un poco a la defensiva pero de forma juguetona al mismo tiempo. Tal vez Jacob no fuese el único que no era capaz de comportarse...

Jacob levantó las manos en gesto de tranquilidad mientras esbozaba una sonrisa sarcástica y levantaba una ceja. Iba a hacer alguno de sus comentarios innecesarios para reírse de nosotros. Pero algo apareció en su cabeza que hizo desaparecer los indicios de uno de esos comentarios, en forma de arrepentimiento.

–Tranquilo, solo vengo a por un bol de cereales. –dijo abriendo la nevera.

–¿Un bol de cereales a las seis de la tarde? –pregunté curiosa. Era bastante tarde para comer un bol de cereales. Jacob se encogió de hombros mientras tomaba una cucharada de la comida que acababa de preparar.