—Creí que sólo lo usaban... bueno, tal vez los tiempos cambian —susurró, impactado y maravillado en partes iguales.

—Era por el disfraz —Louis no entendía la razón de bajar la voz, pero de esa forma articuló su respuesta. Los dedos del vampiro acariciando los suyos le producían algo, no sabía qué era. Una sensación que ramificaba hacia cada sitio en su cuerpo, como la imagen de un rayo cayendo desde el cielo—. Pero me agrada.

—Estoy de acuerdo —Harry sacudió la cabeza haciéndose hacia atrás y Louis extrañó el contacto cuando se alejó.

El joven suspiró, sintiendo el calor de las sábanas apoderarse de su cuerpo y las náuseas volverse más presentes en la boca de su estómago. La resaca era intensa, aunque no creía que esa fuese la razón de su olvido. El cuello le dolía como un golpe seco, pero no recordaba haberse golpeado.

—Te oigo pensar —tarareó Harry, viéndose al espejo y abotonandose los puños de la camisa.

—Estoy... preocupado —contestó, atrapando su labio inferior entre sus dientes.

—Eres muy pequeño para estar preocupado, Louis —Su forma particular estaba de vuelta allí y Louis definitivamente la había echado de menos—. Vamos a desayunar, levántate. Luego Zayn te llevará a casa.

—¿Por qué no me llevas tú? —preguntó, cruzándose de brazos.

Harry enderezó la espalda y le clavó la mirada en el espejo. Sus ojos oscurecidos y sus labios agrietados, rojos. Sus uñas se enterraban en su piel, y el cambio de humor sorprendió al muchacho.

—Zayn te lleva.

~

Liam se ató los cordones con paciencia, aunque sus movimientos bruscos le impedían realizar las acciones correctamente. Zayn lo observó divertido desde una esquina en la enorme sala de la casa. Se miró los dedos tatuados y sonrió para sí mismo.

—¿Terminaste, grandulón? —coqueteó, con la única intención de hacerlo enfadar.

Liam gruñó. El hombre no era de hablar mucho y eso potenciaba al máximo las ganas de Zayn de molestarlo. Había sido así los últimos cien años, al menos. En ocasiones Liam se ofendía tanto que se lo cargaba al hombro y lo encerraba en el sótano, y otras veces había llegado a enfrentamientos reales, en donde el jefe terminaba mediando.

Zayn se regocijaba al observar el rostro de su compañero enrojecerse lentamente, su respiración espesarse y sus ojos volviéndose más oscuros. Había algo en ello que lo colocaba de buen humor. Liam era, a sus ojos, un gatito en el cuerpo de un león.

El moreno se despegó de la pared y dio unos pasos lentos hacia él. Estiró la mano para rascarle la nuca y Liam se sentó en el piso.

—El jefe está con el humano —mencionó.

—No me gusta nada —contestó Liam, cediendo ante el contacto de los dedos fríos en su cuello.

Zayn siempre se sorprendía acerca del calor corporal de Liam. Él, el jefe, Lydia, Derek y todos los demás eran fríos como el hielo, naturalmente. Pero Liam siempre parecía hervir. Era extraño y se lo comentó al jefe en algunas ocasiones, obteniendo respuestas como "es normal en algunos vampiros" que no lo dejaban del todo satisfecho. Aunque jamás se atrevería a confesarlo, le agradaba aquella sensación debajo de sus dedos gélidos.

—Le llevé aspirinas esta mañana. No pude oler al humano, obviamente, y entré sin golpear. Estaban durmiendo —Tomó un respiro, inclinándose un poco para poder llevar su mano hacia el hombro de Liam y comenzar a masajear allí—, y se veían... tranquilos. El jefe estaba tranquilo.

—El jefe nunca está tranquilo —concluyó, relajándose y cerrando los ojos.

—Nunca —repitió Zayn—, además, lo llama por su nombre. Me costó años averiguar su nombre —pensó en voz alta—. ¿Te gusta? No eres tan rudo cuando te miman...

Liam bufó, pero eso no impidió que se inclinara más hacia las caricias. Zayn encontró en el comienzo de su hombro un punto débil que planeaba usar a su favor en alguna otra ocasión.

~

Harry introdujo a Louis dentro otro comedor diferente al que habían frecuentado anteriormente. Una mano firme en la espalda baja del chico y su característica sonrisa imborrable. Louis estaba maravillado con la decoración de la habitación: oro en su mayoría, revistiendo cada esquina, cada terminación. Louis relajó los hombros y se inclinó inconscientemente hacia atrás, donde la mano se presionaba en su cuerpo y los anillos le rozaban la tela de su camiseta.

El vampiro apartó una silla para que Louis pudiera sentarse, y en ese mismo instante entró un hombre que no conocía con un carrito repleto de comida para desayunar. Fue allí cuando Louis se volvió a preguntar cuánta gente habitaría la casa en realidad. Había dejado de insistir, luego de que tantas veces le negaran esa información.

—Arrogante —musitó divertido—, tener un cuadro gigante de tu rostro en la pared.

El cuadro cubría la mitad de la pared y Harry se veía tan extravagante y precioso, era casi tan prodigioso como en la realidad. Louis jamás admitiría en voz alta cuánto disfrutó ver aquel bendito cuadro.

—Fue un regalo —argumentó, restándole importancia.

—Ya veo... esa persona debería conocerte muy bien.

No podía explicar esa extraña sensación de aflicción que le invadió el pecho. Pensar en alguien conociendo cada pequeño detalle en el rostro del vampiro, tanto así que lograra replicarlo a la perfección. Probablemente esa persona, la cual no podía siquiera imaginar en su mente, habría estado demasiado cerca... prestando la suficiente atención. Se concentró en mirar en dirección a cualquier otro oneroso elemento en la habitación, pero sus ojos siempre volvían, inevitablemente, al cuadro.

Me estoy volviendo loco, pensando en el vampiro de esta forma...

—¿Qué piensas, Louis? Puedo ver en tus pequeños zafiros que estás preocupado por algo.

—Creí que era muy joven para estar preocupado —dijo y rio.

—Oh, lo eres, te lo aseguro.

—En unos meses ya no lo seré más —Se metió una rosquilla a la boca, decidiendo que eran las mejores que había probado nunca—, crecer apesta.

—No crecer apesta —replicó Harry, y Louis no pudo contener la risa. Sus mejillas se colorearon con un dulce carmín que Harry no dejó de admirar. Quiso sostener su mano justo como esa mañana, para que dejara de cubrir su sonrisa. Rápidamente la risa se le contagió, y las carcajadas de ambos inundaron la habitación.

Zayn, al otro lado de la puerta, no podía creer lo que estaba oyendo. ¿El jefe, riendo a carcajadas? Jamás creyó escuchar eso en su vida. Pensó que, tal vez, el humano no era mala idea después de todo, y volvió en sus pasos a través del pasillo, dejándolos solos. 



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