Mantener a todo el mundo alerta era una de ellas.

Quiso arrancarse el cabello de raíz. Los colmillos le dolían y sus manos presentaron un ligero temblor. Gruñó, dándole un golpe a la pared, aunque recuperó la compostura completamente cuando oyó golpes en su puerta. Se aseguró de alisarse la ropa con las palmas de las manos, pues, ante todo, debía verse presentable.

Sus pies se deslizaron con una gracia típica suya, y abrió, transformando su expresión preocupada en una sonrisa.

—Jefe —La hostil y gélida voz de Liam le hizo fruncir el ceño.

Pronto descubrió el motivo. Sostenía al pequeño Louis del cuello de su remera, quien apenas tenía fuerzas para mantenerse de pie. Pintaba sus labios una sonrisa socarrona y apestaba a cerveza económica. Harry rio, amargo.

—¿Qué haces con él, Liam? —indagó, prejuicioso.

—Lo encontré tirado entre la tierra, a mitad del bosque —sus ojos vacilaron—. Lo llevo a su casa —sugirió con rapidez, hundido con el peso de la mirada del jefe en su rostro.

—No —se apresuró a decir Harry—, acuéstalo en mi cama.

Liam contrajo su rostro en una mueca asqueada —Pero está sucio...

—¡Bien, Liam! Déjalo en la silla y vete —Harry perdió toda la poca paciencia que le quedaba y gritó, aunque recuperó su sonrisa al siguiente instante—, por favor.

Liam suspiró y se cargó al muchacho en uno de sus hombros. Lo dejó sentado en la silla frente al tocador y, luego de sostenerlo por un segundo para que no se cayera, se marchó.

Harry observó con atención al chico. Su cabello estaba deshecho, llevaba moretones por todo el cuerpo y las prendas llenas de barro seco. Era un desastre auténtico, pero su sonrisita seguía en su rostro, pese a los tratos toscos que había recibido.

El vampiro soltó todo el aire en sus pulmones, pasándose una mano por el cabello —Ay, pequeño. ¿Qué has estado haciendo?

Desde el pecho de Louis salió una risa que pareció quedarse a mitad de camino.

—Ven —Harry batalló con levantarlo. Era un peso muerto, al fin y al cabo—, vamos a limpiarte y ponerte ropa nueva.

Una vez que logró colgarse uno de sus brazos flojos por encima del hombro, se terminó de dar cuenta de lo cerca que estaba. El cuello dorado del pequeño palpitaba, peligroso y tentador, y sus labios entreabiertos eran casi como una invitación. Harry sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos de su mente. Estaba totalmente fuera de lugar, pero la cintura bajo su tacto se sentía tan bien, y se imaginó cómo sería bajar su mano apenas un poco más para apretar con sus dedos aquellas caderas que daban comienzo a sus piernas rellenitas.

El vampiro supo identificar que estaba cayendo en los encantos del humano. Algo que jamás, bajo ninguna circunstancia, le sucedía.

—Lou —El apodo se escapó de sus labios antes de que intentase detenerlo—, siéntate.

Lo apoyó en un banquito que tenía en el baño y corrió a buscar toallas. El menor balbuceaba tonterías por culpa del alcohol en su organismo y Harry estaba al borde del colapso. Volvió con las toallas y las mojó para limpiar la tierra de su piel. Louis no se opuso cuando le quitó la camiseta, aunque se encorvó un poco por el tacto frío.

Los moretones fueron desapareciendo a medida que lo limpiaba y Harry recordó la razón de conocer a Louis. Rio por no darse cuenta antes; se habría ahorrado la preocupación.

Cuando terminó de eliminar la suciedad, se encargó de colocarle un pijama limpio. Intentó no reparar más de la cuenta en el cuerpo del chico y simplemente lo levantó y lo colocó sobre la cama. Louis se quejó y su voz se oyó más clara. Era probable que el alcohol comenzara a drenarse de su sistema a esa altura.

Harry arrimó la silla junto a la cama y se desabrochó los primeros botones de su camisa blanca. Soltó un resoplido y observó al humano, que había abierto los ojos y lo miraba desde su sitio, tímido.

—Harry... —murmuró.

Batió las pestañas, que hacían sombra en sus mejillas sonrojadas. El vampiro se quedó callado, frotándose el puente de la nariz. El aroma del humano lo estaba volviendo loco y no tenía nada con qué distraerse al alcance de la mano.

—Harry —llamó Louis de nueva cuenta, estirando su mano para alcanzar la rodilla del vampiro.

—¿Qué? —respondió, con la voz en un hilo.

—Estás cansado.

No supo si la frase de Louis era una pregunta o una afirmación. Su voz era demasiado baja y sus ojos estaban rojos, sin demostrar nada exactamente.

—Sí, un poco —admitió.

—Acuéstate a mi lado —las palabras trastabillaron apenas—, así puedes dormir —añadió.

Harry soltó una risa amarga —No funciona de esa manera, pequeño.

El vampiro se atrevió a quitarle del rostro un mechón rebelde de cabello castaño y sedoso que le cubrió la frente. Louis exhaló, acurrucándose consigo mismo.

El corazón abandonado de Harry dio un vuelco, pero se lo adjudicó rápidamente al estrés.

—Por favor...

Se puso de pie con cada célula de su cuerpo gritando en alerta. Un escalofrío le recorrió la nuca, pero se tranquilizó pensando que sería un momento, solo hasta que el humano se durmiera.

Se recargó en su codo, procurando mantener una distancia prudente. Louis se volteó para quedar frente a él, con una sonrisita de satisfacción.

—Harry —Lo volvió a llamar. El vampiro se mordió el labio inferior, clavando su mirada oscura en los ojos pequeños de Louis. Mirando sus pestañas largas, infinitas, y sus cejas relajadas.

—Duérmete de una vez —intentó exigir, pero el hoyuelo haciéndose presente en su mejilla lo delataba.

—Harry, ¿Es verdad que te gusto?

El vampiro abrió los ojos y la respiración se atoró en su pecho por una milésima de segundo. Divagó un poco antes de responder algo, pero las palabras se quedaron a mitad de camino cuando notó que el pequeño por fin se había quedado dormido. 



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