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Fue un martes de junio cuando Yoongi le regaló por primera vez un caramelo a Jimin, uno rojo semi transparente con una pasita colocada justo en medio y que arruinaba todo su sabor dulce, pero que, curiosamente, parecía ser el favorito del pequeño omega.

Aquel día, Jimin había estado llorando desconsolado en una esquina del salón, asustado y exudando ansiedad mientras el resto del grupo escuchaba atentamente como el señor Kim, un alfa de rostro bonito y risa chistosa, les explicaba la manera correcta de como pegar coloridas bolitas de papel sobre las flores que previamente habían dibujado.

Yoongi, quien había tenido la suerte de compartir pupitre esa mañana con él, se preocupó tanto de que el pequeño de mejillas abultadas siguiera llorando que por un momento pensó que le saldrían raíces y se quedaría plantado ahí mismo porque, justo la tarde anterior, su madre le había dicho que los niños que no dejaban de llorar se volvían árboles, por lo que, armándose de valor, se acercó para preguntar lo que ocurría.

— ¿Tu tomago duele? —dijo con su voz firme y sus puñitos apretados, esperando transmitir la seguridad que se suponía que un alfa debía de ofrecer, pero en lugar de ser todo un héroe, sólo logró que Jimin se asustara todavía más y que escondiera su cabeza debajo de sus bracitos.

—Quiero a mi mamá—replicó Jimin entre sollozos mientras negaba con un tono tan quebradizo que al pequeño Yoongi de casi seis años se le rompió su corazoncito, ¿por qué el señor Kim no se daba cuenta de que el omega más bonito de la clase estaba llorando? ¡Era una situación de emergencia!

—Tu mami no está aquí—dijo usando aún su voz grave, y el pequeño omega jaló su suéter naranja por encima de su cabecita para esconderse mejor, tal vez haciendo inconscientemente un pequeño nido.

Yoongi gruñó frustrado y sus pequeños colmillitos salieron a la luz.

—Ya sé—replicó Jimin con un puchero y la voz amortiguada; el alfita se encontró con el deseo de apretarle las mejillas.

—Ven, muéstrame la pancita—le ordenó con decisión, pensando que era la mejor forma de revisar que la pancita tan gordita de su compañero estuviera bien, sin embargo, olvidando que esa área era la más sensible para los omegas, lo único que logró fue que el niño sollozara más fuerte—. No, no, po favo, le voy a decir al señor Kim.

El omega, levantando su cabecita  haciendo que su cabello castaño se sacudiera por todas partes, lo miró con horror y con los ojos rojitos. Yoongi notó que incluso sus mejillas estaban coloradas.

— ¿Po qué? —preguntó con la voz herida y se movió hacia él para jalarlo del uniforme— ¿Po qué me vas a acusar?

—Yo no...

Había tanta desesperación en la mirada del pequeño.

— ¿Po qué...? —y de buenas a primeras, Jimin se había puesto a llorar tan fuerte que entonces sí que todos lo escucharon, y haciendo que el señor Kim se levantara para cargarlo a consolarlo lejos de él y de todos los demás que, curiosos, se arremolinaron en el lugar de los hechos.

—Yoonie es un alfa malo—le susurró Jungkook, un beta temeroso con el que a veces jugaba y que había tirado el viernes pasado por error (y con quien ya no volvería jamás a hablar).

—Malo tú—se defendió ofendido y trató de ir detrás de Jimin y del señor Kim, pero Seung-wan, una alfa insufrible, se lo impidió diciéndole que a los omegas debía de tratarlos con respeto—, pero no hice nada.

—Lo hiciste llorar—le dijo la chica y todos en su salón estuvieron de acuerdo—. Si te acercas a él, te pego.

Yoongi supo en ese momento que jamás volvería a prestarle crayolas a nadie-salvo a Jimin, claro. Para cuando el omega regresó (y por suerte el señor Kim no lo cambió de lugar), Yoongi ya estaba preparado con un discurso que cuidadosamente preparó para él.

Caramella [ym] 🍬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora