Prólogo

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Recuerdo estar en los jardines de palacio con mi madre, todo parecía transcurrir con normalidad. Agarraba su mano con dulzura y me dedicaba a no enredar mi vestido favorito entre mis pies y caer al suelo, tan solo era una niña de siete años intentando disfrutar de esta rápida etapa de la vida al lado de mis padres. Mi madre se había ocupado de darme todo el cariño que necesitaba y enseñarme el verdadero significado del amor. Por otro lado, mi padre, se ocupó de educarme y darme una disciplina digna de la futura heredera al trono de Francia. Tenía la vida perfecta que toda niña de mi edad soñaba, vivía prácticamente una vida de ensueño, rodeada de lujos, dinero y, sobre todo, poder. Nunca pensé que todo esto podría derrumbarse en cualquier momento.

Esa misma tarde, mientras caminaba por los jardines, los sonidos de las espadas de los caballeros desenvainándose hizo que dejara de prestar atención a mi alrededor y que mis ojos únicamente se enfocaran con temor en los de mi madre. No dudó en correr al interior de palacio conmigo en brazos, donde un gran caos había comenzado a formarse. Mis manos se hicieron un puño en la tela de su vestido mientras escondía mi rostro en su pecho, no sabía que estaba pasando, pero comenzaba a tener miedo. Entramos rápidamente a la sala del trono donde se encontraba mi padre, bastante alterado, dando órdenes a algunos de los caballeros de la corte. No lograba entender nada de lo que decían, lo único que podía hacer era llorar sobre el pecho de mi madre mientras ella acariciaba mi cabello para intentar calmarme. El ruido comenzó a hacerse más fuerte y mi madre entró en pánico, haciendo preguntas a gritos que no tuvieron respuesta, ni si quiera pude notar en qué momento me encontraba en los brazos de una persona desconocida para mí, corriendo hacia quien sabe dónde. Por primera vez pude articular palabra y llamé a mis padres entre lágrimas, pero no obtuve respuesta de ellos, sino de la señora que me cargaba, rogando que guardara silencio.

Era demasiado pequeña para entender la gravedad del asunto, pero sabía con certeza que esto era algo que podría marcar un antes y un después en mi vida. Me encontré enfrente de una gran puerta y pude reconocer donde estábamos, padre me trajo aquí hace un tiempo, decía que necesitaba saber de este lugar lo antes posible por si algún miembro de la familia real corría peligro, saber dónde refugiarse. Bajamos al pasadizo del palacio, era demasiado estrecho y apenas lo iluminaban un par de antorchas, el miedo comenzó a apoderarse de mi cuerpo de nuevo. Pataleé en los brazos de la señora que aún me sostenía y grité todo lo que mis pulmones permitieron o, mejor dicho, hasta que la mano de la señora hizo que no pudiera seguir gritando. Me encontraba sola, escoltada por algunos caballeros y con alguien que no conocía, una parte de mi decía que debía confiar en ellos ya que mis padres jamás me dejarían en manos de alguien que pudiera hacerme daño.

Giré mi cabeza, mirando al fondo del pasadizo y logré visualizar una puerta. Antes de llegar a abrirla escuché salir de los labios de alguien el nombre de mi madre, lo que hizo que perdiera el control de nuevo. Volví a patalear y afortunadamente uno de mis golpes hizo que la mujer me soltara, corrí sin pensarlo dos veces, escabulléndome de todos en aquel estrecho lugar. Sentía como se aproximaban a mí, pero no pudieron alcanzarme, de un momento a otro me encontraba en la puerta principal de palacio, enfrente de sus enormes rejas, pero esta vez se encontraban destruidas.

Podía sentir el suelo temblar ante mis pies y con temor giré mi cabeza para encontrarme con una escena que jamás hubiese querido presenciar. Estaba de espaldas, pero podría reconocerla en cualquier parte. Mi madre forcejeaba para ser soltada por unos soldados que la sujetaban con fuerza, evitando que ella apenas pudiera moverse. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y casi por instinto susurré su nombre. Ahí, entre todo el ruido y el caos, vi como giró su cabeza y sus ojos se llenaron de espanto. Adelanté un pie con intenciones de acercarme, pero sus gritos alentándome a huir hicieron que me petrificara, solo podía escuchar que corriera pero por alguna razón no podía hacerlo. En mi pecho se empezó a formar una presión desconocida y las lágrimas no tardaron en brotar de mis ojos de nuevo, un último grito de mi madre antes de que la forzaran a entrar a palacio fue lo que hizo que reaccionara y obedecí a sus órdenes. Salí de allí, corrí como nunca antes lo había hecho, sin detener mis pasos en ningún momento. Me encontraba sin rumbo alguno, apenas conocía el exterior del reino, pero guiándome por el instinto acabé en una especie de plaza, con algo más de tranquilidad. Visualicé unos bancos de piedra no mucho más lejos de donde me encontraba y decidí acercarme a ellos. Al sentarme mis pies colgaban y hacían frenéticos movimientos en el aire, estaba nerviosa, sola y tenía miedo, mucho miedo. Poco a poco noté mis ojos pesados y me tumbé en el banco, a lo lejos todavía se escuchaba el caos que había empezado a desarrollarse hace unas horas. Mis pensamientos comenzaron a traicionarme y antes de cerrar los ojos una última imagen me vino a la mente, la sonrisa de mi madre minutos antes de que todo mi mundo se derrumbara por completo.

El Juego de la RealezaWhere stories live. Discover now