Ashpit.

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Fumaba cada vez que podía,

y usaba como cenicero lo primero que veía,

destruía sus pulmones

con el humo de la furia.

Aún recuerdo la primera vez

que con su propia piel

apagó el cigarrillo que recién acababa.

Sintió dolor,

y a la vez,

se desahogó.

Esa rutina que tanto le agobiaba

era lo único que le mantenía en pie,

y quemarse la dermis le consolaba

de forma retorcida,

pero él no esperaba que

Nadie

lo

entendiera.

Gotas de rocío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora