Fumaba cada vez que podía,
y usaba como cenicero lo primero que veía,
destruía sus pulmones
con el humo de la furia.
Aún recuerdo la primera vez
que con su propia piel
apagó el cigarrillo que recién acababa.
Sintió dolor,
y a la vez,
se desahogó.
Esa rutina que tanto le agobiaba
era lo único que le mantenía en pie,
y quemarse la dermis le consolaba
de forma retorcida,
pero él no esperaba que
Nadie
lo
entendiera.
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Gotas de rocío.
PoetryLas gotas de rocío, que trae el nuevo mundo, el nuevo sol, y el nuevo yo. 2014/2015; no todas son buenas