Al calor del invierno (Primera Parte)

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La cálida luz del sol iluminaba todo el paisaje gracias al cielo despejado. A lo lejos las altas y nevadas montañas del distrito de Vestre Aker en la ciudad de Oslo enmarcaban la humilde y desolada vista. El viento soplaba con fuerza.

Anna contempló la pequeña casa de dos pisos desde la entrada del jardín con el viento formando delicadas ondas en su cabellera pelirroja. Avanzó por el pequeño camino de asfalto que cortaba el descuidado y reseco jardín de la vivienda. Cuando llegó al final del sendero y hubo subido las escaleras del pórtico el chillante amarillo de la cinta policial le dio la bienvenida. Examinó la puerta de cerca y pudo comprobar que la cerradura había sido forzada, la madera se encontraba hinchada y humedecida y el seguro de la chapa había saltado por los aires astillando la superficie. Parecía como si hubieran hecho estallar la madera desde el mismo interior de esta con un explosivo a base de agua, nunca había visto algo así en sus 5 años como detective privado.

Los muros y el techo eran igualmente de madera, no era demasiado difícil para un criminal entrar.

Empujó la puerta y pasó por debajo de la cinta. El aire al interior estaba viciado, se sentía estancado y el olor a muerte aún permanecía a pesar del trabajo de limpieza policial, todas las ventanas se encontraban cerradas y las cortinas igual lo que daba al interior un aspecto lúgubre y abandonado. El interior de la casa era bastante normal, lo que cabría esperarse de un habitante común de clase media aunque le sorprendió que no contaran con televisión o señal de internet. De no ser porque el informe policíaco confirmaba que no faltaba nada, habría pensado que se trataba de un robo. Avanzó por un estrecho y corto pasillo hasta la sala que, a comparación del resto de la casa se encontraba más iluminada. Se trataba de una estancia de unos 10 metros cuadrados, bastante pequeña para el tamaño de la casa. En el medio de la habitación había una mancha irregular de unos 60 cm de diámetro, de un color café rojizo.

«El lugar donde murió la víctima» pensó Anna. Se acercó a inspeccionar el lugar. La sangre hace mucho que se había secado y ahora solo quedaba un rastro desdibujado aunque, por lo poco que lograba distinguir gracias a la luz y al estado de la mancha, todo indicaba que la víctima se había desangrado sobre el suelo, probablemente de espaldas a este por el patrón de extensión. No encontró ni en el suelo ni en las paredes de la sala indicio alguno de una bala así que asumió que la herida había sido provocada por un arma de cuerpo a cuerpo, quizás un cuchillo. Abrió una de las cortinas para observar mejor y distinguió a unos metros de la mancha principal otras más pequeñas, de pocos centímetros de diámetro que sin duda eran un rastro.

«Así que no lo atacaron aquí»

Siguió el rastro hasta un pasillo cercano a la cocina, bastante más ancho que el de la entrada aunque igual de oscuro. El rastro se detenía justo a la mitad del mismo. «Fue aquí».

Buscó indicios en la madera y encontró otra mancha más pequeña que la primera sobre la pared, una salpicadura que indicaba claramente un ataque con un proyectil desde el muro opuesto, sin embargo no encontró ni rastro del impacto a excepción de la mancha espesa en la pared

«Esto no tiene sentido, el patrón indica claramente un disparo pero no hay agujero de bala, tampoco residuos de pólvora u otro combustible ni quemaduras»

Pasó la mano ligeramente por encima de la sangre reseca y notó un extraño abultamiento, como si la madera se hubiese expandido. Acercó la cara y un tenue pero inconfundible aroma a madera húmeda llegó a su nariz

«Mojada, igual que la entrada. ¿Qué demonios significa esto? »

Recorrió el resto del pasillo y las demás habitaciones para comprobar que no hubiera pasado nada por alto pero todo parecía estar en orden. La cama estaba tendida, la ropa en su lugar al igual que la comida y el radio y el teléfono no habían sido robados.

Elsanna OneshotsWhere stories live. Discover now