12;Chile.

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El pequeño venezolano caminaba tranquilamente por las calles yendo a casa de su amigo el chileno pues habían quedado para charlar y beber con él, y todo el Team Sudamérica y la Mascota México, sí, un nombre muy largo al cual les tomó bastante tiempo el llegar a un acuerdo justo para todos.

Excepto claro por cierto mexicano.

Se detuvo un momento y echó su cabeza levemente hacia atrás, sintiendo su nariz picar, inhaló para luego taparse la boca y estornudar, sorbió su nariz y continuó su camino, ajustando la bunfanda que le había robado a Canadá.

«Verga, voy tarde... Bueno, ya qué coño, que esperen por , nojoda.» Pensó siguiendo con su camino, con toda la tranquilidad del mundo.

Una vez estuvo frente a la casa, subió las pocas escaleras del pórtico y tocó la puerta, oyendo el típico escándalo que hacían siempre que se reunían, era normal, siempre pasaba así y el anfitrión sería seleccionado a sorteo, esta vez le había tocado al chileno, quien fue el que abrió la puerta.

—¡Épale, mi pana! —Saludó Venezuela sonriéndole, Chile le regresó una sonrisa para dejarlo pasar.

—Teni' la nariz roja, weón, ¿'tas bien?—Preguntó el dueño de la casa cerrando la puerta y viendo con algo de preocupación al tricolor de ocho estrellas, quien sólo le restó importancia con la mano.

—Estoy es fino, marico, ando ready pa' la rumba, nojoda. —Respondió con emoción alzando sus puños, el más alto rió por lo bajo.

—Ya, por ahí andan las chelas y... ¿No te vai' a quitar eso? —Volvió a preguntar ladeando levemente la cabeza, señalando la bufanda del de estrellas, quien negó rápidamente.

—¡No, marico! ¡Ustedes lo que quieren es chigüirearme mi vaina! ¡Bruja! —Respondió rápidamente achinando los ojos en su dirección.

Sin entender muy bien lo que dijo, solamente asintió yendo junto al más bajo con los demás, quienes tenían un escándalo en la salasala, música seguramente seleccionada por Argentina o México sonaba a todo volumen, habían algunas manchas en el suelo de cerveza derramada u otros líquidos de procedencia desconocida, zapatos regados, vasos, e incluso algunas sobras de comida.

—¡Llegó la puta! —Gritó Argentina señalando a Venezuela.

—Puta pero no tuya, mi amor. —Dijo el venezolano sentándose en un mueble, agarró una bebida y comenzó a tomársela de golpe hasta que dejó la botella vacía en la mesa.

Todos rieron ante la "humillada" que le dio a Argentina, aunque seguramente el argentino se las desquitaría después, como siempre pasaba, siempre que el venezolano creía que estaba a salvo y que había humillado al argentino, este aparecía con algo nuevo e inesperado.

Hablaron y bromearon por muy buenos ratos, donde la bebida nunca faltó y tampoco se detuvieron en beber, hasta que llegó el momento en el que todo quedaba en silencio repentino, se miraban las caras y se preguntaban “¿Ahora qué?”.

No fue sino hasta que a Argentina se le prendió el foco de proponer un juego muy sano e inocente.

—Che. —Llamó la atención de los presentes—¿Y si jugamos siete minutos en el paraíso? —Propuso con una sonrisa maliciosa.

—¿Siete minutos dón...? ¡Ay, mierda! ¡Ya nos quiere matar! —Dijo Uruguay viendo a Argentina con horror mientras se sentaba del otro lado de Brasil, opuesto al argentino.

¡No soy su jeva! »VeneOù les histoires vivent. Découvrez maintenant