Texto 18

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Esa tarde fue tan extraña porque empecé a sentir cosas que probablemente solo le llegan a tener más tormentos y problemas a mi vida pero me importó poco porque me deje llevar por el largo camino de querer sentir algo, algo que a ojos de los demás era inaudito y repugnante.

Ella con su cabello castaño, ojos color miel y su vibra de paz era todo lo que necesitaba en esos momentos, que desde la primera vez se creo un vínculo que en un momento creí que no desaparecería y que permanecería hasta el fin de nuestros días. El soñar con eso era bonito.

Ella que me enseñó a amarme con cada átomo que me componía, con cada virtud y defecto, haciendo que los defectos se conviertieran a virtudes que me hacían ver más fuerte o eso decía ella, que cada vez que me decía te quiero mi corazón se detenía por micro segundos, haciendo que se creará una burbuja dónde solo cabíamos las dos.

Recuerdo cuando aquella tarde por primera vez sentí sus labios contra los míos,  era todo lo que había deseado por mucho tiempo, cada parte de nuestros labios se combinaban  haciéndose uno, aunque no fue más allá de un beso con ternura, era lo mejor y fuera de eso iba a ser el único que compartíamos por el resto de nuestras vidas.

Porque al día siguiente no era más que un recuerdo, porque ella era un cuerpo inerte, consumido por la culpa, por la presión, por la agonía de ser libre.

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