Parte única.

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La tranquilidad era respirable, como si tuviese un olor; un aroma de libertad inesperada pero, al mismo tiempo, anhelada y extrañada. Todavía podía percibirse el susurro lejano de los recuerdos dolorosos; el sonido de las afiladas espadas, la ceniza que antes fue un algo llevada por el viento, lo gritos de desesperación, los llantos incontrolables.

¿Como lidiar con los estragos de lo vivido?

Aquella cuestión tenía una respuesta única, tal vez obvia para el que sabe responder y sentir, pero impensada para quienes todavía llevaban cicatrices de guerra y soledad en el cuerpo. No obstante, el momento de claridad llega para todos, y aquel instante se hacía presente cada vez que Giyuu estaba con Sanemi. Claro, era lo bastante despistado para no darse cuenta hasta mucho después, pero el amago de tranquilidad y alegría estaban siempre ahí, esperando a ser encontrados.

Y es que si no se encontraba observando aquellos orbes morados, si no recorría con la mirada la figura contraria o si no mantenían una conversación, Tomioka volvía a hundirse en el pasado. Regresaban a su mente los recuerdos de sangre cubriendo su cuerpo, los alaridos que buscaban ayuda, los ojos sin piedad de las criaturas que mataban sin pensar. Sabía que algún día superaría todo, mas necesitaba un apoyo, y ese era Sanemi.

El tiempo transcurría y era más fácil deleitarse del imponente sol y de la fulgente luna. Sanemi continuaba como la columna principal en el progreso de curación de Giyuu, y viceversa. Porque, sí, tal vez no permitía que sus expresiones lo mostrasen, pero Shinazugawa también se sentía protegido cerca del ex-Pilar de Agua.

Entre ellos, siempre hubo más. Algo hermoso, algo chiquito que debía ser protegido, que debía cuidarse. Como una diminuta llama que los mantenía cálidos, mas no le era permitido crecer debido a las circunstancias que ambos hombres vivían. Sin embargo, en aquellos momentos dicho fuego crecía más y más cada día, engullendo los sentimientos anteriormente ignorados y poco entendidos para impulsarlos como un cohete. Inesperada, en algunos momentos ardientes como ninguna, en otros, tierna y juguetona, tal vez insegura, probablemente necesitada, aquella llama debía ser atendida. Y ambos lo sabían.

Sanemi siempre supo de su carente atracción hacia el sexo opuesto o el suyo propio, aseguraba que el tema no era algo para él. Al menos eso pensaba, pues sentía, por primera vez y en carne propia, atracción por alguien. Amor, enamoramiento, si se llegaba a ser lo suficientemente valiente para admitirlo y seguir adelante. Tomioka era bello, eso era innegable: su cabello oscuro y rebelde, apenas sujetado por una coleta, su tez pálida, sin cicatrices y con un poco de relleno extra en los mofletes, y aquellos profundos ojos océano, hacían del muchacho una obra de arte. Pero también era intrigante, serio hasta cierto punto, adorable sin quererlo. Cálido, frío. Antes triste, ahora, alegre como ninguno.

Giyuu era torpe en el amor. Sentía el fuego, las palabras ajenas lo hacían entenderlo, pero no sabía qué hacer con él. Quería precipitarse, mas siempre recordaba que estaban sanando. No encontraba el momento oportuno para dejarlo salir todo; cada vez que lo intentaba, sentía que las palabras pesaban. Era más fácil callar y seguir curándose juntos. Sin embargo, no era un idiota despistado, tal vez podía tropezarse una y otra vez, no saber qué decir o cómo actuar, pero comprendía los sentimientos que residían en su interior. Sanemi era, en pocas palabras, ardiente como la mierda. Asimismo, cuando no mostraba su lado gritón y hasta cínico, llegaba ser una persona sumamente agradable, que te escuchaba, que estaba ahí cuando lo necesitaras. Antes tendía a ser más insoportable que otra cosa, mas había cambiado por Giyuu; cada día trataba de ser una mejor persona.

El hogar de Sanemi, una acogedora cabaña alejada de la civilización, era su lugar de encuentros preferido. Se juntaban allí para tomar el té y tener largas charlas, aunque a veces preferían mantenerse en un cómodo silencio mientras se calentaban delante de un inocente fuego. Como aquella noche de luna llena, donde Sanemi se encontraba garabateando en un pergamino viejo (por alguna razón, encontraba relajante dibujar) y Tomioka preparaba un té.

El suave crujir de la madera bajo los pies de Giyuu hicieron que Shinazugawa alzara mirada de su dibujo, un precioso paisaje lleno de árboles, y se encontrara con el agraciado rostro de Giyuu, bañado en cristalinas y silenciosas lágrimas.

—Tomioka... ¿Estás bien?

Giyuu dejó una bandeja con las tazas de té en el suelo, delante del muchacho de cabellos blancos, para seguidamente sentarse a su lado. No respondió, solo se limitó a girar hacia Sanemi. Una mirada profunda como el mar se enfrentó a una de un pálido púrpura, conectándose al instante y contestando sin la necesidad de palabras. A veces, un simple ruido, un aroma o hasta incluso un color llevaban a Tomioka a un efímero viaje al pasado, robándole algunas lágrimas. Se recomponía a los pocos minutos, mas no detenía las lágrimas. Las dejaba irse. Sanemi supuso que eso volvió a suceder.

—¿Qué fue esta vez? —inquirió Sanemi.

—Nada —respondió Giyuu, sonriendo ligeramente y mirando hacia el suelo. Un tono rosado se apoderó de sus mejillas—. Simplemente pensaba... en lo feliz que estoy ahora. Antes, yo... Quiero decir, luego de todo lo que pasó... —Su voz se quebró por un momento y unas nuevas lágrimas amenazaron con escaparse—. Pensé que jamás volvería a sentirme tan bien, tan cómodo. Libre, sin preocupaciones.

Su tono denotó que seguiría hablando, mas se quedó callado unos segundos, meditando en lo que diría. Y en si se animaría a decirlo. Finalmente, luego de lanzar un silencioso suspiro, murmuró:

—Tampoco me esperaba sentirme tan bien cerca de ti, es decir... Siempre me sentía bien cuando estabas cerca de mí, pero ahora que prácticamente vivimos juntos... No sé, siento una felicidad que nunca había experimentado. Creo que estoy tan feliz que, cuando lo pienso, me pongo a llorar. —Soltó una pequeña risa, queriendo alejar su nerviosismo e incomodidad.

Shinazugawa no sabía qué responder; nunca fue bueno con las palabras. Tenía ganas de decirle que él sentía lo mismo, quería expresar todo lo que su corazón guardaba, incluso más, pero estaba congelado. Las manos le temblaban y sudaban, podía sentir el retumbar de su pecho y el nerviosismo subiendo por su espalda como si fuera algo tangible.

Como el contrario no respondió nada, Giyuu viró hacia él, preguntándose si había dicho algo inadecuado. Sus miradas se conectaron por segunda vez esa noche, infundiéndose esa cálida comodidad de la que tanto disfrutaban. El que sus ojos se atraparan de aquella manera fue una señal para accionar, un interruptor que los hizo acercarse al otro lentamente, sin cortar la conexión.

—Giyuu —susurró Sanemi, atrapado por la intimidad de la cercanía. Llevó sus manos hacia las mejillas de Tomioka de forma cuidadosa y tierna, como si fueran frágiles.

Giyuu sonrió suavemente, disfrutando el contacto sin acelerar nada, mas sin dejar de acercarse al otro.

—Sanemi —susurró de vuelta, recortando aún más la distancia que comenzaba a odiar.

Manos ásperas sobre piel suave, ojos brillando a la par y aire compartido eran las nuevas sensaciones que nacían en ese momento. Ninguno sabía lo que estaba haciendo, tan solo se movían guiados por la calidez que sus corazones anhelaban revelar de una vez.

Un suave roce fue el comienzo, seguido por sonrisas cómplices y la llegada de más confianza, la cual les permitió profundizar aquel primer beso. Un par de gimoteos suaves por falta de aire se unieron, dejando lugar a momentos de apreciación, donde ambos muchachos se dedicaban las sonrisas más grandes y dichosas que tenían para ofrecer.

Juntos, aprendieron lo que era la seguridad de un abrazo y la belleza de un primer beso. Aquella noche se dieron cuenta de que sus sentimientos eran correspondidos con la fuerza de todas las posturas de respiración que existían.

De comodidad y recuerdos fue la noche donde besos tímidos, torpes y descoordinados tuvieron lugar como un recuerdo compartido.

Creando así, el recuerdo más preciado que tenían.

Este escrito está dedicado a Lyov, con quien hice un Art Trade y me pidió un SaneGiyuu. ♥

Esta es la primera vez que escribo para el fandom de KnY, y me gustó el resultado. Este shipp es una de mis OTPs y me emocionó saber que me tocaba escribir sobre ellos.

Espero que les haya gustado. c:

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⏰ Última actualización: Mar 29 ⏰

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De comodidad y recuerdos ❀ SaneGiyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora