Capitulo 3

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EL FAUNO Y EL CENTAURO

Cuando abrí los ojos nuevamente yo me encontraba sola en una habitación oscura y húmeda de madera, acostada en una cama super incómoda que parecía estar hecha de paja y la cual olía a caballo sucio. Cuando me di la vuelta, una sensación de preocupación me invadió al no ver a mi hermana. Lo último que recordaba después de la persecución de las sombras gusanosas era a ver a unas criaturas del demonio mitad caballo y otra mitad cabra. 

<<¿Y si esas cosas se comieron a mi indefensa hermana?>> pensé.

<< ¿Y si ahora seguía yo?>>

Me levanté de inmediato, de lo cual me arrepentí en seguida, ya que mi cuerpo estaba sorprendentemente adolorido y lleno de moretones, prueba de mi nula condición física. Aún así recorrí la habitación, tratando de hacer el menor ruido posible. Me acerqué a la única ventana que había ahí, estaba cerrada. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? 

Mientras mi cabeza formulaba las posibles maneras de salir de ese lugar, escuché, detrás de la puerta grande de madera, unas voces, no sabía bien si eran risas o gritos de lamento pero no me causaban tranquilidad. ¿Y si estaban torturando a Kora? Tendría que ayudarla.

Agarré un palo de madera que encontré recargado a un lado de la cama y, con precaución, me acerqué a la puerta, giré cuidadosamente la perilla y me lancé hacia adelante corriendo  y moviendo el palo de un lado a otro de manera, según yo, amenazante. Mi intención era espantar a lo que fuera que estuviera allá afuera pero de la nada salió un gran trasero de caballo y yo fui a estrellarme directamente hacia él. Caí de sentón en el suelo.

—¡Oh, niña, lo siento tanto!—escuché otra vez a la voz amable—A veces no me fijo por dónde voy caminando, ¿te encuentras bien?

El mitad caballo mitad humano me tomó del brazo y, como si yo fuera igual de pesada que una pluma, me levantó sin problemas.

Él llevaba puesto un chaleco viejo de lana mal tejido color café que dejaba al descubierto su pecho desnudo, tenía el cabello color marrón recogido en una coleta y, si mi vista no me fallaba, en sus orejas llevaba unos grandes aretes circulares. Mi mirada recorrió todo el lugar en el que ahora estaba: un pequeño comedor de madera, una especie de horno donde se veía que preparaban algo en una cazuela negra y a lo lejos una modesta chimenea en medio de un sillón individual rojo y un tapete grande hecho de paja. Todo el lugar me recordaba a un establo combinado con una cabaña. Incluso se veían gallinas y cerdos caminando por ahí.

—¿Quién o qué eres tú?— le pregunté amanezandolo con el palo, lo cual era algo absurdo ya que era más que claro que él tenía muchísima más fuerza que yo, sin contar que me doblaba la estatura y él simplemente podría aplastarme con su pezuña.

—¡Es un centauro! ¡Uno de verdad!— Kora me respondió en su lugar con gran emoción.

No había reparado en que mi hermana se encontraba en el comedor a lado de la cabra endemoniada que nos quería dejar morir. Ella se veía demasiado fascinada con todo esto. Me sentí aliviada de saber que al menos aún no le hacían nada.

—Mi nombre es Berto del Gran Valle y guardián del camino y ese gruñón de allá (se refería a la cabra endemoniada) es Miltón, el otro guardián del camino— me sonrió mostrándome todos sus amarillentos dientes—. Como lo dijo la otra niña, soy un centauro, uno muy real, mucho gusto— me extendió la mano en modo de saludo.

Yo no abandoné mi postura amenazadora. Jamás, en mi corta vida, me imaginé que yo llegaría a ver un centauro, creía que eran simples leyendas que nos contaban de niños. Pero no, tenía enfrente de mi a uno y no lo podía creer. 

The Lost kingdom: Caminos SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora