Siempre fuiste mi paz (epílogo)

1K 85 23
                                    

Esa noche no volvieron al hospital. El cuerpo y el alma del policía clamaban por un descanso que se había ganado a pulso tras aquellos convulsos meses. Steve tampoco le estaba muy a la zaga así que aceptó que el final de aquel día fuera el colchón de su cama.

Para permitirle acurrucarse contra él, como si buscara ese refugio que su marcha le había hecho creer que había perdido.

Por el camino de regreso le había explicado las conclusiones a las que habían llegado los médicos de Charlie. Padecía de nuevo una enfermedad autoinmune como la que sufriera cuando tenía 3 años, LES, el problema estribaba no en que de por sí fuera mortal ni tuviera cura sino la gran amplitud de órganos a los que podía afectar. En el caso de su hijo, había atacado con virulencia el sistema músculo-esquelético lo que le hacía tener fuertes dolores, principalmente, en las rodillas. También también había afectado a su corazón con una pericarditis que había provocado que la capa que recubría el órgano se inflamase y, por último, lo que había sido decisivo en el diagnóstico una marcada disminución de leucocitos y linfocitos.

Todo acompañado de picos de fiebre, un cansancio inmenso, nauseas, vómitos, la lógica pérdida de apetito y, por ende, una fuerte bajada de peso.

Afortunadamente, por decirlo de alguna manera, todas aquellas afecciones eran tratables u aunque posiblemente reaparecerían en ocasiones puntuales, podían paliarse y no resultaban mortales. Eso acompañado de unas pautas generales en su cuidado harían que pudiese vivir con normalidad, sin apenas síntomas.

- ¿Cómo sabes todo eso? - le preguntó tras unos minutos de silencio en los que los ojos de Danny se perdieron en la oscuridad de la noche que envolvía el Silverado. Su coche se había quedado atrás, al día siguiente Junior y Tani irían a recogerlo.

- Hablé con Rachel. - ahora tuvo su completa atención. - Le recordé qué sucedió cuando quiso alejar a Grace de ti, le recordé que no has estado ni estás solo en esta isla y que dispones de los recursos necesarios y que conoces a las personas adecuadas como para plantar cara y batalla si vuelve a poner en serio sobre la mesa quitarte tu parte de la custodia de Charlie. La dejé muy claro que, esta vez, las cosas no tendrían por qué salir bien para ella. Que si nos ponía las cosas tan difíciles nosotros tampoco le allanaríamos el camino. Creo que le fue evidente que se arriesgaba a perder la custodia compartida y, perder, por el camino cualquier derecho sobre el niño.

- ¿Hiciste eso? - Danny no podía apartar la mirada de su, ahora, ¿novio? Una leve sonrisa asomó a sus labios.

- Nadie nos amenaza con arrebatarnos a nuestro hijo y queda impune. - Steve le miró con el rabillo del ojo. - Es bonito verte sonreír.

- Tu tienes la culpa...

- ¿También de eso?

- Tu eres el culpable de todo lo que sucede en mi vida. - al moreno se le escapó una risa.

- ¿De lo bueno y de lo malo?

- ¿Te queda alguna duda de ello?

- Ninguna... ¿cómo podría pensar que no es así? Llevas diez años con lo mismo.

- Cierto... llevo diez años amándote. - Danny se encogió de hombros. - Y de que sienta eso por ti, también eres tú el culpable. - Esta vez el que sonrió ampliamente fue el Marine. Una de esas sonrisas suyas que podían competir y ganar al mismísimo sol.


--------------------


Si, el colchón había sido el escenario final de aquel día. La primera noche en que compartieron cama como pareja.

La primera noche en que durmieron sin pesadillas.

El cuerpo del rubio se amoldaba tan bien al suyo que antes de caer vencido por el sueño no pudo evitar hablarle al oído: "Lo siento, Danny. Por no verlo antes... Que no tenía que irme a buscar lo que tenía a mi lado... Que tu siempre fuiste mi paz."

El de Jersey se aferró a las manos que le abrazaban para estrecharlas con fuerza, izar una de ellas hasta sus labios y besarla. El suspiró que oyó que escapaba de sus labios le sirvió para confirmar que no podía haberle hecho más feliz.


-----------------


Danny entró en la habitación de su hijo con suavidad. El pequeño estaba tumbado, su rostro con unas marcadas ojeras, varias bolsas le suministraban medicamentos vía intravenosa y estaba conectado a monitor que controlaba sus signos vitales.

- Ey, campeón.

¡- ¡Danno!! - exclamó Charlie al verle. - ¿Dónde estabas? Te he echado de menos. - su hijo se pegó a él nada más sentarse a su lado en el lecho. El policía se había prometido hacía mucho tiempo no mentir a ninguno de sus hijos.

- Me asusté mucho cuando me dijeron lo malo que estabas. Tuve que alejarme un poco para tranquilizarme. Pero ya he vuelto, no tengo más miedo y no me voy a separar de ti.

- Vale, papi. - el niño sonrió suavemente. - A veces yo también tengo miedo, no pasa nada. Mami dice que a veces es normal asustarse.

- Eso es verdad. Ahí tu madre tiene razón. - le dio un beso en la coronilla. - Oye, tengo una sorpresa para ti.

- ¡¿Sí?! - Danny sonrió. Su particular Mini D como le llamaban muchos de sus compañeros y amigos no perdía jamás el entusiasmo aunque se encontrase postrado en una cama de hospital. - ¡¿Qué es Danno?! ¡¿Qué es?

- Más bien quién es... - Un golpe en el marco de la puerta llamó la atención de ambos. Charlie casi se quedó sin aliento al verle.


Un grito recorrió toda la planta cuarta del centro sanitario con dos únicas palabras; ¡¡Tío Steve!!


La imagen que acompañó a aquella exclamación fue la de dos hombres valientes, fuertes e inteligentes abrazando a aquel chiquillo que un buen día de hacía ya 9 años vino a colmar de alegría sus vidas.

Para unirlos más si cabe con ese lazo fuerte e inquebrantable que es el amor incondicional de unos padres por su hijo.

No puedo másWhere stories live. Discover now