La Primera Sonrisa

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Un día de mierda. Cómo los que suelo tener últimamente y cada vez más seguido. Porque aparentemente no hay nada que me salga bien.

Nadie me pidió que estudiara publicidad. Una parte de mi pensó que mi creativa cabeza realmente podía ayudarme a vivir de eso. Y de hecho, podría si no fuera porque la agencia en la que trabajo prácticamente vive de ideas simples y tradicionales, encerrandome en un bucle de jingles de los noventas y comerciales para ancianos.

Y el sueldo tampoco es lo mejor del mundo, pero fue el único lugar donde me aceptaron sin experiencia apenas salí de la universidad. Y es que hoy en día las empresas sólo buscan gente recién graduada con diez años de experiencia, dos especialidades, doctorados y maestrías, si es que quieres postular a un puesto decente. Y ¿para qué? Para que venga el sobrino del dueño sin ninguna clase de título y te arrebate el puesto sin mover un dedo.

Entonces aquí estoy, esperando el metro de Seúl, que me transportará durante los próximos veinticinto minutos a la estación que está a dos calles de mi casa. Y renegando del rumbo que ha tenido mi vida.

Supongo que es lo que todos hacemos en algún momento del día, enfocarnos en todo lo que nos ha salido mal. Ideas para mejorar, planes para cambiar o simplemente perdernos en la vista de las luces en movimiento y las calles pasando con rapidez, mientras por los audífonos escuchas canciones tristes para sentirte aún peor.

No soy un ser humano especial, no tengo un don increíble, ni he tenido experiencias grandiosas en mis cortos veintisiete años. No tengo historias que harían reír a cualquiera que las escuche ni he vivido traumas que harían llorar al hombre más frío.

Soy un hombre común y corriente, un simple trabajador de una agencia más en Corea del Sur. Un cuerpo más entre todo éste montón de gente esperando por un asiento en alguno de los modernos y aburridos vagones del metro.

Cuando finalmente veo a lo lejos el primer vagon acercarse, abro Spotify en mi celular y escojo la lista más depresiva existente creada por mi mismo, porqué necesito un momento para analizar todas las decisiones de mi vida; el porqué sigo compartiendo apartamento en vez de tener mi propio lugar, el motivo por el que sigo viniendo a trabajar y excavar entre mis recuerdos la razón por la que nadie más me contrata a pesar de mandar alrededor de veinte hojas de vida diarias.

Ingreso al décimo vagon, es una costumbre mía, diría que incluso es una manía. Me gusta mucho el número diez. Me gusta cómo el uno se complementa con el cero. Ó como es el inicio de un número de dos cifras más grande. Ó quizás soy mucho más raro de lo me gustaría aceptar.

Me dirijo hacia los últimos asientos, siempre escojo los que son para una persona, no es ninguna manía. Simplemente odio que la gente se me acerque demasiado.

Los asientos en la parte de atrás casi siempre tienen otro asiento en frente que mira en la dirección opuesta. Así que más de una vez he tenido que fingir estar durmiendo para evitar tener contacto visual con algún desconocido.

No soy un antisocial, por el contrario muchos de mis amigos indican que suelo ser el alma de las fiestas. Pero jamás voy a dar el primer paso. Soy bastante reservado con quienes no son mis amigos.

Cuando está sonando everythingoes de RM, sé que falta poco para empezar a sentirme al borde del colapso. Cierro los ojos y respiro profundo.

Por si fuera poco, una lista de todos mis exs desfila por mis recuerdos y los más irónicos motivos por los que mis relaciones se terminaron se repiten uno a uno detrás de mis párpados, ahogandome en mi propia miseria y chistes sarcásticos sobre mi soledad hasta que siento un golpe en la rodilla y entonces abro los ojos encontrándome de frente con un cabello muy negro.

Retrocedo casi de inmediato, pegandome al respaldar del asiento antes de que, quien estaba inclinándose, levante la cabeza y entonces el rostro más ridículamente guapo y simétrico que he visto en mi vida se muestre ante mis ojos.

Ojos brillantes gritando una disculpa silenciosa por el golpe que me dio al intentar sentarse. Y luego de terminar de inclinarse, toma asiento justo en frente de mi.

Me da una sonrisa amable antes de cerrar sus ojos de forma adorable y luego dirigir su vista a un cuadernillo que tiene entre sus manos.

Parpadeo haciendo un escaneo rápidamente del hombre frente a mis ojos, con disimulo también volteo la mirada hacia la ventana de al lado para no parecer un acosador de ningún tipo.

Tiene el cabello bastante oscuro, diría que negro pero las luces del metro no son excesivamente iluminadas así que podría confundirme con facilidad. Su piel es blanca y tiene las mejillas sonrosadas, parece un rubor natural y bastante suave, como si hubiera estado resfriado, frotando su nariz y mejillas.

Sus pestañas resaltan al estar mirando hacia su cuadernillo y sus labios son gruesos y colorados, sobresalen en un puchero inconsciente mientras parece escribir algo.

Parpadeo un par de veces más para dejar de observar al tipo. Veo cómo levanta la mirada distraídamente y observa la calle con un brillo bastante especial en sus ojos.

Creo que es la primera vez que me quedo observando con tanto detalle a alguien ¿Vive por aquí? ¿Está de pasada?

Trato de recordar haberlo visto antes en estas paradas, pero es imposible. Aunque en el peor de los casos, si es que nos hemos cruzado antes, con lo distraído y cerrado que soy, dudo haberlo visto o siquiera notado.

Sus ojos se achican, cómo cuando trato de leer sin lentes y él guarda su cuaderno y lápiz en un pequeño bolso a rayas que tenía colgando del hombro.

Me brinda una sonrisa nuevamente, que dudo en responder demasiado rápido y cuando he intentado regresarla, él simplemente se ha ido.

A Silent Love Story - JintaeWhere stories live. Discover now