Me bajó la presión sanguínea de golpe y me sentí débil, intenté ponerme de pie un par de veces, pero mi mente embotada y los mareos no me dejaban. Al cuarto intento me apoyé contra la compuerta, y sentí como si me quemara. Retiré las manos mirándola fijamente. Ni siquiera se había filtrado una maldita gota de agua, o sea que estaba preparada para obstruir en casos como éste. Levanté una mano llena de rabia para golpearla, sin importarme si me fracturaba la mano contra esa sólida y dura piedra. Necesitaba sentir todo el dolor que me permitiría amasar mi corazón herido y roto.

Pero no lo hice. Terminé por dejar caer mi brazo sobre mi costado. Porque sé que a Enzo no le gustaría, que lo sacaría de sus casillas si me veía herida, que lo dejaría atormentado. Casi podía imaginarlo a mi lado reprendiéndome y a la vez siendo tierno y protector.

—¿Estás loca? —su voz estaba ansiada, turbada, y tiró de mi mano cogiéndola con suavidad, y revisándola con premura—. ¿Cómo se te ocurre golpear la compuerta? —me riñó.

—No lo pensé —sería lo que le diría.

Ladeó una sonrisa que fulminó mi corazón mirándome con esos ojos grandes y grises que conquistaron mi corazón.

—Tú siempre tan temeraria —abrió la palma de mi mano y depositó un beso contra ella. Respiré hondo al sentir la caricia de sus labios que me produjo un cosquilleo de sensaciones, y luego comenzó a besar mis nudillos como si con ello hiciera desaparecer esa molestia que tenía tras golpear la compuerta.

Abrí los ojos y me di de bruces con la realidad que arañó cada trozo de mi corazón. Mirando mi lado lleno de su ausencia, vacío, frío e inerte. Sin Enzo. Sabía que imaginar a Enzo solo me produciría más dolor. Mucho más.

Transcurrieron segundos o quizás minutos, antes de despertar de ese letargo al que el dolor me había hundido. No. No me quedaré aquí. Decidí, restregándome las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano. Tenía que salir de aquí y volver a ese lugar. Me daba igual que estuviera plagado de agua, yo quería ver su cuerpo. Me abracé desconsolada y hecha añicos. Me negaba a creerlo. La vida no podía arrebatarme a Enzo de esa manera tan despiadada y sanguinaria. No puedo. Él no está muerto. Me susurré temblando de dolor.

Caminé hasta el final del pasillo revisando el muro. Por desgracia no encontré nada sospechoso y lancé un grito de rabia. Dejé mis manos en las caderas volando mis ojos por ese pasillo cerrado.

¿A qué habrá venido eso de que una compuerta se active y protegiera este lugar?

Mi marca de la nuca me dio tal latigazo que ahogué un gemido llevándome la mano al cuello, posándola con suavidad al sentirme febril. Dios, es lo último que me faltaba. Pensé irritada. Levanté la vista intentando mitigar los batidos de dolor que a medida que transcurrían los segundos, cesaban para quedarse solo como una pequeña molestia.

Paseando mi mirada por el lugar, vi algo diferente en una de las paredes mineralizadas. Era un trozo que resaltaba bastante. Esta era distinta —y no sé cómo pasé de ella—, porque no estaba llena euclasa, sino de una lisa pared de piedra de color negro. Me acerqué a ella observando tallada en la piedra un símbolo. Lo examiné a fondo. Era el símbolo celta Awen. Pasé mi mano por ese símbolo llegando a los tres puntos de arriba. Y el roce de mis manos tuvo que tener algún efecto o algo, porque un estruendo retumbó en el lugar haciendo que diera un paso hacia atrás, asustada. Después de que el ruido cesara, al lado del símbolo se abrió un trozo de pared dando paso a otro pasadizo iluminado de azul. Dudé al principio. Pero las opciones eran escasas. Y no pensaba quedarme quieta en este infierno de lugar.

Pasé sintiendo a Shamus colarse entre mis piernas y verlo olfateando el suelo.

Ese pasillo era estrecho, mis brazos chocaban contra las paredes que no tenían tanta iluminación como las del túnel que dejaba atrás. Por momentos lo único que quería hacer era dejarme derrumbar por la pena y el dolor, porque no podía dejar de recordar como esa maldita compuerta a mí me salvaba y a Enzo lo dejaba con la avalancha. Respiré hondo con las lágrimas en los ojos para no agobiarme por todos los vaivenes emocionales que me golpeaban y que gritaban por salir, y seguí el largo y estrecho pasillo para descubrir adónde malditamente me llevaba.

El latido del deseo. Parte 1 [Deseo Éire #3] © (+18)Where stories live. Discover now