Capítulo 22

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Capítulo 22

Cristóbal Lombardi

El aroma a café hace que mi cuerpo se avive, que mis sentidos tomen fuerza y vida. El simple y sencillo hecho de verlo, hace que me sienta bien con todo. No importa el momento, la hora o el lugar, el café siempre es bueno. Agarro la blanca taza y le doy un sorbo, abriéndole paso al oscuro y amargo líquido, luego dejo la taza donde estaba y arrugo las cejas al ver la hora.

Leonardo no suele llegar tarde a nuestras reuniones — pensé.

—Buona Notte — una aterciopelada voz detrás mi se hizo escuchar.

—Leonardo— dije totalmente feliz. Hice amagos de levantarme, pero mi amigo me detuvo.

—No te preocupes, quédate sentado.

Marino se sentó en la silla que se encontraba frente a mí, haciendo que captara rápidamente sus rasgos dominicanos.

Leonardo Marino un hombre de tez morena, ojos pequeños y marrones, cabello oscuro, cejas muy pobladas y gran altura, con un excelentísimo humor, un hombre conciliador, uno de los mejores abogados que conozco, un increíble amigo. Nació en República Dominicana y creció en el distrito de Porta Nuova de Milán, Italia.

—¿Come va? — preguntó.

—Direi bene, ma starò meglio quando risponderanno alla domanda che devo farti — dije serio — Quando pensi di congratularmi con me per il mio fidanzamento — pregunté.

—¿Te comprometiste? — inquirió sorprendido.

—Sí — afirmé.

—He preferido mantenerlo en la oscuridad, por lo menos en lo que termina los preparativos— expliqué — Además quiero algo privado, sin muchas personas, solo familiares y personas de confianza.

—Eres la prueba de que tengo que cambiar mis métodos de seducción — dijo — Ando como espíritu en pena — sus palabras me hicieron reír como nada.

—¿Qué ha pasado bad boy? —inquirí.

—No lo sé hermano, es complicado el asunto— traté de disimular mi risa — hablando de cosas complicadas ¿recuerdas que me llamaste hace un tiempo para que me hiciera cargo de un divorcio? —preguntó

—Sí, lo recuerdo—contesté — ¿Por qué? — alcé una ceja — No me digas que quieres que te consiga una cita con Aurora, porque desde ahora te digo que no, tiene novio — lo miré.

—¿Cómo qué tiene novio si está casada?

—No, no está casada. ¿No recuerdas que te había pedido que llevaras su divorcio? —miré sus ojos — Entonces, me dijiste que no podías, por lo que me enviaste con uno de tus colegas.

Vi la confusión en su rostro.

—¿Qué? ¿Estás seguro? — inquirió nuevamente.

—Sí, estoy seguro. Ese día me enviaste un correo con toda la información sobre Ferrara, el abogado que me recomendaste, días después lo contacté, le presenté a Aurora y fue cuestión de tiempo para que se diéramos con el divorcio — dije mientras buscaba el correo en mi celular.

—Tenemos un problema.

—¿Cuál? — pregunté

—Yo no conozco y tengo colegas que se llamen o apelliden Ferrara — su respuesta me dejó totalmente descolocado.

—Dime que estás bromeando conmigo, por favor.

—Te lo diría, pero es un asunto muy serio.

¿Entonces, quién diablos es Hugo Ferrara?

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora