Capítulo Veintisiete: Cambios

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—Morado —miré al primer chico—, ¿Hechicero tal vez?

—Híbrido, señor —negó con la cabeza—, mi padre fue un hechicero y mi madre una loba. Ambos murieron.

—Lamento escuchar eso —dije mirando la tarjeta en su pecho—, Liam.

—Liam Garner —. Asintió.

—¿De dónde vienes, Liam?

—De un pueblo a las afueras de la manada. Fui cuidado por el país antes de que su padre me trajera a la manada para que dejara de ser un rouge.

—¿Y por qué deseas formar parte de la escolta leal, Liam?

—Su padre me ha salvado de una condena junto con Jeremiah, le debo más que la vida y mi deseo es cumplir con una promesa de lealtad hacia él.

—Sí, pero no le vas a cuidar a él sino a mí.

Él me miró y sonreí negando.

—Jeremiah Bane.

—Sí, señor.

—¿Y tú por qué quieres ser parte de la escolta leal?

—Por la misma razón, deseo pagar una deuda de lealtad.

—A mi padre, no a mí —. Negué y los miré a ambos—. Si quisiera a alguien que le debiera respeto a mi padre podría elegir a cualquier lobo de la manada y no a ustedes.

—Señor...

—Denme una buena razón para aceptarlos.

—Somos fuertes —. Dijo Jeremiah.

—No necesito ésa cualidad.

—¿Señor?

—Escuchen bien todos —dije mirando a los lobos que estaban detrás de ellos mirando el espectáculo—, yo no soy mi padre. Busco lealtad en el par de jóvenes que elija para cuidar de mí y de mi familia, si no pueden ofrecer tal cosa más allá de la lealtad que les impone ser miembros de la manada, no deseo que se postulen.

Cerré las solicitudes y las devolví a tío Jake.

—¿Y bien? —. Preguntó mirándome atento.

—Puedo esperar por más.

—Entiendo —. Asintió guardando ambos expedientes.

Yo me puse de pie ante la mirada de aquel par y de inmediato escuché la objeción de Liam.

—¿Así nada más? ¿Qué no piensa vernos pasar la prueba?

—No me importa qué tan fuerte sean físicamente —negué mirándolo—, me importa lo mental. No podría confiar la seguridad de mi familia en alguien que no pudiese atreverse a retarme sabiendo que estoy mal en mis decisiones.

—Pero usted es el alfa —. Dijo Jeremiah.

—Que sea el alfa no quiere decir que todo el tiempo tome las decisiones correctas, siempre necesitaré a alguien que me apoye y me sirva como soporte más allá de mi familia.

—Lo que usted pide son amigos no escoltas.

—La escolta de mi padre se formó por sus amigos más leales —me encogí de hombros—, la diferencia entre ellos y ustedes es que yo sí confío en ellos porque no parecen robots programados para pelear por un protocolo.

Ellos ocultaron las bandas de sus muñecas detrás de su espalda y negué sabiendo que quizá habían planeado su batalla por días y que lo que vería de ellos era más bien un teatro armado y no una pelea real.

El Ascenso De Un Alfa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora