Gato Negro

157 34 32
                                    

No sé por qué, pero decidí doblar a la izquierda en vez de a la derecha. Doy unos pasos y me encuentro una cafetería. Dudo de si entrar o no; opto por entrar. Dentro la decoración no es tan impresionante como lo esperaba, cuatro o cinco mesas con sus respectivas sillas, algún que otro cuadro abstracto, en el fondo se encuentro la barra y más atrás supongo que la cocina; el lugar no es muy grande ni muy chico.                                                                                                                                  

Me dirijo hacia la barra, me siento en una de las banquetas y dejo el maletín al lado. En ese momento sale de lo que creo que es una cocina un joven de unos 23 o 26 años, morocho, alto y vestido con un elegante traje.                                                                                                                                     

—¿Ya sabe que va a pedir señor o le muestro la carta?—me pregunto el joven con una voz muy aguda.

—Solo pediré un cortado, por favor.

—Como usted guste señor—al terminar de decir esto, se dirige al lugar de donde apareció. 

En ese momento se sienta a mi lado una mujer, tal vez de unos 36 años, morocha, bien vestida, muy hermosa según mi gusto. 

Cuando el joven llega con mi pedido, después de depositarlo delante de mi, le pregunta a la mujer.

—¿Desea algo en especial señorita o ya sabe lo que va a pedir?—le dijo a la mujer mirándola

—Pediré una botella de whisky nomas—el joven hombre asiente con la cabeza y se retira.

—¿No cree que es muy temprano para tomar un whisky?—le pregunto contemplando su hermoso rostro. En él no se veía ninguna arruga, si tenía una peca de tamaño mediano debajo del ojo izquierdo.

—¿No cree que es muy tarde para tomar un cortado?—me dice mirándome fijamente a los ojos.

—Yo creo que cada uno se alimenta según su tiempo—le contesto tomando un sorbo de mi taza.

—Si piensa eso, ¿por qué me hace esa pregunta?

—Solo quiero iniciar una conversación.

—Pues lo ha logrado—el joven hombre deja sobre la barra el vaso con whisky y se retira rápidamente.

—¿Usted ya conocía este lugar?—le pregunto al terminar de beber.

—No, siempre lo vi desde afuera, pero una pequeña circunstancia me obligo a entrar aquí—me contesto luego de tomar un sorbo de su bebida.

—¿Es algo ilegal?—le pregunto mirando hacia afuera.

—Mmmm... si, se diría que es ilegal. Pero no es nada malo, como usted debe estar pensando.

—¿Cómo algo puede ser bueno y a la vez ilegal?

—Lo que sucede señor, es que hice algo bueno para mucha gente, pero a algunas personas poderosas no les gusto eso y ahora me están buscando por todos lados—dijo bebiendo otro sorbo de su bebida.

—Entiendo ¿Y por qué entre todos los lugares para esconderse eligie este?—le pregunto dándole el último trago de mi cortado.

—No lo sé, algo me decía que entre aquí.

—Ese algo ¿cree que es el destino?

—El destino para mí no existe, yo creo en lo inevitable, pero no en eso que llaman destino. No puede ser que todo lo que hago es un tosco juego al azar.

—Interesante respuesta, muy profunda diría yo.

—Lo leí en un libro, no recuerdo cual pero era muy bueno. —Mira la hora en su reloj de pulsera y pone cara de sorprendida. —Lo siento pero debo irme, me están esperando en otro lugar—dijo poniéndose de pie.

—Está bien señora, fue un gusto charlar con usted—ella hace una leve sonrisa y se va. En la mitad de su trayecto para, vuelve hacia la barra y deja unos billetes.

—Que tonta, casi me iba sin pagar —observo quizá, por última vez, su hermoso rostro y le sonrío. Ella se ríe. — Sabe recordé otra frase de ese libro del que le hable. Era "No siempre los gatos negros traen mala suerte" o algo así, no lo recuerdo bien. A mí nunca un gato negro me ha dado buena suerte ¿Y a usted?.

—No, nunca me pasó algo así.

—Oh bueno, adiós—dicho eso se fue.

Termino de tomar lo que me quedaba en la taza, me levanto, dejo en la barra lo que creo que sale mi consumición, agarro el maletín dirigiéndome hacia la calle. Saco del maletín un sobre, lo abro y en él se encuentra la fotografía de mi siguiente víctima. Es la foto de una mujer muy hermosa, con una peca de tamaño mediano debajo del ojo izquierdo saliendo de una cafetería. En el mismo instante que guardo dicha foto, un gato negro pasa delante de mí. Al llegar a la esquina, me mira con una gran sonrisa maliciosa.

                                                                                                       

Gato Negro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora