Cap. 1 «Conclusión»

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Castle of Ice.
Cap. 1
*Narra ________*
Sin miedos, salgo de la habitación en la que estoy con mi bolso a la mano y mi toalla sobre mi bata y mi traje de baño.
Cierro la puerta con llave y me giro hacia el pasillo. Camino por el piso de madera y salgo hacia uno de los jardines. Sigo un camino de cemento con piedras blancas en los bordes.
Son las 11 p.m., por lo que sé que la piscina está cerrada. Aún así, llego al final del camino, frente a la piscina.
El agua se ve verdaderamente hermosa, reflejando cada astro que hay en el cielo nocturno. De vez en cuando el aire mueve las ondas del agua y la imagen se distorsiona.
Me quito la bata que traigo puesta, la dejo por un lado de la toalla y meto un pie en el agua. De nuevo se hacen los círculos de corrientes y, lentamente, meto todo mi cuerpo en el abrazador fresco del agua.
Me quedo mirando el cielo, flotando un rato. Después me dejo ir. Dejo que mi cuerpo se hunda en los dos metros que mide la piscina hasta que mi espalda se topa con el suelo de azulejo.
Cierro los ojos y me pongo a pensar qué será de mí.
Sin padres, sin familia, sin amigos, sin planes ni papeles. Estoy sola. Nadie aquí sabe quien soy o qué soy. Eso se supone me da ventajas, pero no. Quiero una nueva vida en blanco, pero ahora no tengo raíces para construirla. Dejaré que el blanco inunde mi vida.
Abro los ojos y me encuentro con un hermoso cielo estrellado, azulado por el agua, pero no pierde su resplandor. Mi cabello pasa por un lado de mí, flotando. Cada vez disfruto más la paz que hay.
Me dejo llevar por lo que podrían ser horas, hasta que un nombre aparece en mi mente. Alaric. Ni siquiera me despedí de él, quien fue prácticamente mi guardián. Otro nombre entra en mi cerebro. Elena. Ella y yo no nos llevábamos bien, pero, ¿porqué? ¿por Damon? ¿tan cegada estaba por ese idiota? Si Elena era amada y comprendida por las mismas personas que me aman y me comprenden, ¿no es mi igual? Espero que no. Yo no me acostaría con Damon si ese fuera el caso. Lo que sí no entendí fue cómo las personas se dirigían a ella. Parecía que todo giraba a su alrededor. Era como una muñeca de trapo que al mismo tiempo es titiritera. Tal vez esa fue la razón por la que no nos llevamos. Ella jamás me pudo controlar como lo hace con Damon, Stefan y Caroline. Luce como un inocente niño huérfano que ha sufrido mucho, pero todo tiene un balance. Entre más sufres, más grande será tu recompensa. Ella está encontrando su recompensa en Mystic Falls, y cuando yo llegué por la mía, no pudo soportar la idea de que la suya se hubiera acabado. Aún así, su forma de buscarla es tan... retorcida e inocente a la vez.
Creo que eso busco. Mi forma de encontrarla.

La conclusión hace que me de sueño, pero al poco tiempo mis pulmones exigen aire. Sé que un vampiro no puede morir de asfixio, pero tampoco son inmunes al dolor que causa no tener oxígeno. Levanto mis brazos con esfuerzo gracias a la magnitud del agua y las coloco una a cada lado de mi cabeza. Pego la palma a el azulejo y me impulso con ellas haciendo que mi cuerpo suba de una hacia la orilla.
Me arrastro con dificultad hacia el lado más cercano de la piscina e igual me impulso para salir. Mis pies salen al rugoso suelo que rodea el borde de la piscina y con eso consigo fuerzas para sacar mi cadera y, al final, mi otra pierna. Salgo completamente y me pongo de pie. Camino hacia mis cosas y tomo la bata. Me pongo encima la toalla y luego junto mi bolso. Suena el familiar tintineo de los mensajes y bajo la cremallera de mi bolso. Meto una mano y rebusco mi móvil. Bingo.
Cinco mensajes; tres de Dylan, uno de Daniela y otro de mi madre. «Genial» pienso sarcástica. Deslizo el celular de nuevo a la bolsa y me la cuelgo al hombro. Sigo el mismo camino por el que pasé para llegar aquí y vuelvo a buscar hasta sacar la llave de la habitación. Me adentro, y es hasta que mis pies pisan la alfombra, que me doy cuenta del tiradero de agua que dejé. Alejo eso de mi mente y cierro la puerta. Tiro la toalla y la bata, quedando en mi traje de baño de dos piezas, y me meto a la cama mojada, como si no tuviese importancia. Recuerdo a Tina quejándose en voz baja mientras limpiaba mi habitación. Ella siempre supo que lo que me dijera quedaría entre nosotras, y así fue como conseguí la mayoría de mis argumentos contra mi madre. Recuerdo bien sus palabras y el momento en el que salieron de su boca. Tina estaba tendiendo mi cama mientras yo estaba recargada contra la ventana. Era uno de los pocos días cálidos que hay en otoño de Nueva York, antes de que el clima decida cambiar frenéticamente.
Ese día no tenía escuela, por lo que me quedé al cuidado de mi criada. Mamá salió a uno de los negocios que le dejó el divorcio y yo no paraba de pensar en lo que había pasado un día antes. La escuela había cerrado por uno de mis intentos de llamar la atención de mis padres y bajar la tensión entre ellos. Había prendido fuego al bote de basura de la directora, pero se salió de control. Quemó cada archivo, computadora y antigüedad que había en ese cuarto elegante. Gracias al humo fue que no hubo cargos hacia mí, porque no hubo pruebas de que fui yo. La cámara había sido atacada y cegada por una de las columnas de humo que mi "accidente" había dado a luz. Ese hecho me decepcionó un poco, porque no había conseguido mi propósito. No había pruebas ni llamadas de atención.
Lo que más me mantuvo la cabeza en las nubes fue la mirada de ese niño. Yo sabía que era tan inteligente como para saber que fui yo, pero sus ojos azules revelaban que estaba de mi lado. Eso y que él había sido testigo. Cuando me salí corriendo de la oficina, puede jurar haber visto un par de ojos viéndome. En ese entonces no conocía nada de ese chico, hasta tres años después, cuando se volvió mi mejor amigo. El recordar los momentos privados con Dylan me hace querer volar de vuelta a Mystic Falls, pero no puedo.
Ese día las palabras de Tina fueron claras; «¿Qué es lo que le pasa a esta señora por la cabeza? Sé que me pagan para limpiar el desorden que hace, pero eso no significa que no pueda cooperar. Digo, se queja de que hay una mancha pero no se hace responsable de que ella la creó. Como ella no limpia...» su argumento fue interrumpido por la fría voz de mi madre, y justo en ese momento creí que ya no vería a mi nana nunca más.
«¿A quién te refieres con ella?» preguntó, recalcando la última palabra, dándole su propio significado a la frase. Tina se puso seria y pude notar como sus músculos se tensaban bajo su uniforme a blanco y negro.
«A-a l-la vecina.» respondió tartamudeando. Mi madre asintió y luego dio un aviso antes de salir.
«Deja de meterle tus ideas a mi hija. No quiero que acabe como tú al momento de tomar decisiones.»
Caigo dormida antes de poder recordar qué fue lo que Tina le respondió.

Despierto gracias al toqueteo en la puerta de la habitación. Me levanto de una, abrumada pero con energía. Abro la puerta sin pensarlo dos veces, y me gustaría haberlo procesado más de cinco veces. Un hombre de traje blanco y zapatos negros está parado frente al marco de madera.
-Buenos días -saluda con elegancia-. Soy el encargado de huéspedes y cuentas del hotel en el que se hospeda. Me enteré de su caso. No ha pagado ninguna noche desde que está aquí, ni el... -mira mi traje de baño con desprecio- uso de la piscina.
Por la mente se me cruza el cerrarle la puerta en la cara, pero eso lo haría alguien que ya sabe que es culpable, así que descarto la idea de repente.
-¿Cómo puede ser eso? -le pregunto. En mi tono hay un poco de inocencia y enojo- ¿Me quieren cobrar de nuevo?
El señor se acomoda la corbata mientras carraspea.
-Me temo que el número de habitaciones ocupadas no coincide con el presupuesto total; falta una inversión y coincide con que no tenemos su habitación registrada en el sistema, ni tampoco los papeles que incluyen el certificado de que ya pagó.
Me encojo de hombros.
-Señor, yo ya pagué. Me registré con el empleado de la primera caja.
-El empleado de la primera caja es quien corta los brazaletes -dice con toda la amabilidad del mundo-, el cual no veo que traiga. Si sabe que sin brazalete no puede estar aquí disfrutando nuestros servicios, ¿verdad?
Pongo los ojos en blanco. Tengo hambre y este cortante empleado me está molestando. Es una mala combinación. Suspiro y sonrío sarcásticamente.
-Sí, me di cuenta. Es que mi brazalete se me cayó en la calle la semana pasada. Además, no he recibido sus "servicios" desde que llegué -hago las típicas comillas con los dedos-. Si quiere pase y vea como está el lugar. ¿Cree que a esto se le pueden llamar servicios? Mejor regrese por donde vino -el empleado traga saliva y se ve molesto.
-Llamaré a seguridad -dice cortante-. Hoy en día hay mucha gente que al parecer no comprende las leyes de sociedad. Le recomiendo vaya recogiendo sus pertenencias, porque en media hora, si no se ha ido, terminará en prisión. Y levantaré cargos.
Inclino la cabeza hacia la derecha y sonrío ingenuamente.
-¿Cree que aceptaré que me cobren el doble? Si me quiere extorsionar, seré yo quien le levantaré cargos.
Cuando iba a abrir la boca, enderezo la cabeza y lo miro a los ojos.
-Ya pagué. No me puede obligar a pagar de nuevo. Regrese a su oficina y por favor marque que ya cumplí con el lote diario. De hecho ya pagué tres semanas más.
El hombre asiente y me pide disculpas. Se da media vuelta y se va por el elevador. Suspiro por la conmoción y me meto en mi cuarto. Cierro la puerta con pasador y me meto a bañar. Me alisto, quiero pasear por ahí, tal vez alimentarme de uno que otro civil o salir a "comprar" cosas.

Castle of IceWhere stories live. Discover now