Capítulo 1

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Era volver a casa para encontrarme igual de sola que siempre. Posé las bolsas de la compra en la encimera y comencé a cocinar. No sabía si Eidan vendría a comer. A veces sí, a veces no. Se pasaba las mañanas fuera. Según decía la gente, estaba con otras, pero él siempre me juró que no, que yo era su único amor. En el fuero interno de mi ser sabía que me mentía y que su infidelidad era cierta, pero no podía hacer nada por ello. Ya no me abrazaba, no me hacía el amor, no me tocaba. Apenas me daba un pico de vez en cuando. Era distante. Pero yo no tenía a ningún lugar a dónde ir. No podía dejarlo. Me veía esclava de la relación. ¿Qué hacer? No podía hacer nada en absoluto. Sólo cocinar, limpiar la casa, y entretenerme viendo películas y series. Así pasaba mi vida. Dormíamos juntos, pero separados. Cada uno en un lado de la cama, la mayoría de veces de espaldas. ¿Me quiso alguna vez? Yo sí que lo amaba, o al menos creía amarlo. Nadie más había sentido deseos por mí. Nadie más me quiso nunca. Pero... ¿él me quiso alguna vez?

Casi me corto con el cuchillo mientras preparaba los ingredientes para la comida, debido a mi mente abstraída en mis pensamientos. Cada día igual. No tenía ningún entretenimiento. Estaba engordando, y mi piel cada día más blanca. No salía, no hablaba con nadie. Cada vez más y más sola...

No vino a comer. El plato donde él debía estar decoraba la mesa. Comí y congelé lo que sobró. Luego subí a mi cuarto y me encerré en él poniéndome una serie que no me gustaba mucho, pero que me entretenía. Y ya que la había empezado, qué menos que acabarla...

Llegó a las tantas de la noche, conmigo durmiendo. Se tumbó en la cama y a los pocos minutos roncó como un oso. Me giré hacia él y acaricié su pecho. En el fondo lo amaba, y haría que retomase la confianza y el deseo por mí. Sí, tenía que hacerlo yo, u otra le daría lo que yo no le daba.

Al día siguiente volví al supermercado decidida a comprar las cosas necesarias para una cena romántica. Velas, alcohol, su comida favorita...

Me distraje en la sección de alcohol. ¿Un buen vino? Apenas llevaba dinero. ¿Ron? No quedaba muy acorde. ¿Champán...?

Sumida en mis pensamientos choqué con un hombre alto, con el pelo corto en pincho y revuelto. Llevaba barba de unos días, que le daban un aspecto más salvaje a su rostro. Moreno entero, debilitó mi corazón. Sus ojos color café se posaron sobre los míos. Por un momento me olvidé del mundo. Esbozó una tierna sonrisa y dijo con su voz suave pero fiera:

- Perdona, no te vi.

Me quedé embobada mirándolo, sin palabra alguna en mi boca. Se quedó sonriéndome. Seguramente pensó que qué boba era yo. Llevaba una camisa blanca de tirantes, mostrando su cuerpo fornido y fibroso. Su piel morena le marcaba aún más los músculos. Llevaba, también unos vaqueros azules, y unas deportivas blancas. Me quedé absorta hasta que le dije:

- Perdón, yo tampoco.

Amplió aún más su sonrisa. Parecía que le encantaba mirarme. ¿A mí? No llevaba escote ese día, a pesar de tener unos pechos grandes. Y yo... no era gran cosa. Una chica normal, del montón, algo rellenita, de estatura normal. No destacaba en nada. Pero él pareció verme algo que nadie me vio. ¿Qué sería?

Pensé que retomaría su marcha y se iría, y nunca volvería a verlo. Pero no, se quedó ahí, mirándome.

- Si quieres puedo aconsejarte. - me dijo. Me sonrojó iniciar una conversación con él. ¿Por qué me intimidaba tanto? Yo tenía novio. Yo era invisible para todo el mundo. Pero él... Me había visto algo.

- Yo... Esto...

- ¿Quieres algo fuerte, o suave?

- Fuerte... - le dije pensando en otra cosa. Agité mi cabeza, sonrojándome aún más, y dije: - No, suave, suave.

Mi hombre... loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora