Reencuentros

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Cuando la bolita de luz atravesó su pecho, Ron sintió una gran calidez y seguridad. Estaba seguro de que más de una persona hablaba de él... sus padres, sus hermanos, sus otros amigos... pero la única voz que salió del desiluminador fue la de Hermione. La de ella y de nadie más. Y eso tenía que significar algo, ¿no? No se podía obviar que aquel era un aparato diseñado y creado por el propio Dumbledore y él siempre había sido un fanático del amor. Ron creía que de eso se trataba. Dumbledore le ayudaba a volver con la persona que amaba. Le daba la oportunidad, gracias al amor, de recuperar lo que más quería. Aún muerto el viejo director seguía dando lecciones de vida.

Tras desaparecerse, Ron apareció en la ladera de una montaña, había nieve por todas partes. Presentía que sus amigos estaban muy cerca, casi podía sentir su presencia. Corrió de un lado para el otro, gritando sus nombres. Pero no vio a nadie. Cuando la noche ya era profunda, tendió su sacó en el suelo, al cual Bill había tenido la genial idea de aplicar un hechizo repelente de frío, realizó los hechizos protectores y se durmió. Quería despertarse temprano, sus amigos tendrían que dejarse ver para desmontar la tienda y en ese momento por fin se reunirían de nuevo. Soñó con su reencuentro. Hermione estaba preciosa, con una ligera barriguita que destacaba debajo de su blusa. Al verle, se lanzaba a sus brazos y se daban un beso espectacular, de esos que tanto extrañaba. Harry no paraba de sonreír y, cuando se separaban, después de mucho rato de compartir labios y confidencias de amor, les felicitaba por su relación y su bebé.


Pero nada de eso sucedió. Ron despertó antes de que saliera el sol y anduvo todo el día por la misma zona, pero no vio más que un viejo conejo desorientado. Al anochecer ya no podía sentir la presencia de sus amigos, así que imaginó que había perdido el rastro. Accionó el desiluminador y la bolita de luz apareció y, de nuevo, se metió dentro de él, junto a su corazón. Ron se desapareció y apareció en otro bosque, igual de frío que el anterior pero más tupido. Los árboles le protegían, en parte, del viento helado. Sentía a sus amigos cerca de nuevo, pero no fue capaz de encontrarlos tampoco ese día. 


Cuando el sol ya hacía rato que se había puesto y su estómago rugió protestando por el hambre, cogió la mochila y se sacó un sándwich de queso. Un trozo se le cayó al suelo y, aburrido, le dio una patada. Cuando subió la mirada dio un respingo al encontrarse con un ser de luz que parecía un patronus. Su corazón empezó a latir a mil por hora, pues ese animal le recordaba en gran medida al de su amigo Harry. ¿Sería de él? ¿Estarían Harry y Hermione en peligro?


El animal se dio la vuelta y empezó a correr colina arriba. Ron se metió el resto de sándwich en la boca, se colgó la mochila al hombro y persiguió al patronus entre los árboles. Llegó a una pequeña colina, desde la cual se podían contemplar los alrededores. ¡Maldita sea, el condenado bicho se le había escapado! Pero entonces oyó una voz que decía ¡Lumos! y miró hacia abajo, expectante. Y allí estaba Harry, con la luz de su varita iluminándole la cara. Ron le observó con curiosidad. Su amigo miraba con mucho interés al agua del lago que tenía delante y, con resignación, empezó a quitarse un jersey tras otro. ¿Estaba loco? ¡Si hacía un frío de mil demonios! ¿Y si estaba bajo la maldición Imperio y alguien le estaba obligando a meterse en el agua y morir de frío o ahogado? 


Este pensamiento hizo que Ron se pusiera en movimiento rápidamente. Oyó, de lejos, como su amigo realizaba un Diffindo y, tras cortar la superficie de hielo, se metía en el agua. Ron corrió cada vez más rápido. Frenó en seco al llegar a la orilla del lago y esperó unos segundos a que Harry emergiera, pero eso no pasó. La calma dio lugar a la tempestad y de repente todo fueron salpicaduras y ruido bajo el agua. Ron oyó que algo se movía detrás de un árbol cercano, pero no quería dejar solo a su amigo para explorar lo que allí pasaba. Hizo lumos con su varita y algo centelleó bajo el agua. ¡La espada de Gryffindor! ¿Qué narices hacía allí? Había pasado muchas horas rememorando la última conversación que tuvo con sus amigos y esa incluía la espada. Ron sabía que era un arma válida para usar contra criaturas oscuras, incluso contra el Horrocrux, así que no se lo pensó dos veces. Tiró la mochila a un lado, se metió la varita en el bolsillo y se lanzó al lago helado. Todos los músculos de su cuerpo se quejaron, como si miles de agujas estuvieran clavándose en cada uno de ellos. Ignorando el dolor, Ron cogió la espada. Se giró hacia Harry y entrecerró los ojos para poder visualizar la criatura que estaba atacando a su amigo. Y entonces lo vio. Allí no había nadie más. Harry se echaba las manos al cuello y Ron pudo ver cómo la cadena del Horrocrux le estaba intentando estrangular. Ron actuó rápido, rodeó con sus brazos el pecho de Harry, cogió la cadena con la mano que le quedaba libre y la cortó de un solo golpe.

Arrastró a Harry hacia la orilla y allí le dejó boca abajo, ambos eran incapaces de parar de toser y estaban helados como nunca. Ron pudo ver como Harry, aún incapaz de ponerse de pie, se echaba la mano el cuello buscando al guardapelo que ahora colgaba entre sus dedos. Entonces Ron dijo aquello que había deseado decir desde que vio a su amigo desnudarse junto al lago.


- ¿Estás loco o qué? 


Parecía que la impresión de oír la voz de Ron consiguió hacer que Harry se pusiera en pie, aunque con mucha dificultad. Entonces con la boca abierta le miró, como si fuera una aparición. Primero miró su cara, luego la espada de Gryffindor que sujetaba en una mano para, a continuación, observar la cadena rota del Horrocrux que ondeaba en la otra.


Harry aún no era capaz de decir nada, pero Ron sí:


- ¿Por qué demonios no te has quitado esa cosa antes de meterte en el agua?


Harry se levantó y se fue poniendo jersey tras jersey mientras no paraba de tiritar. Miraba a Ron como si no se acabase de creer que estaba realmente allí

 - ¿Eras tú? - La voz de Harry sonó ronca, posiblemente por la presión que la cadena del Horrocrux había ejercido sobre su garganta.

- Pues sí, claro. - Ron estaba desconcertado. Claro que había sido él. ¿Quién narices se pensaba Harry que le había sacado de ese maldito lago congelado?


- ¿Tú hiciste aparecer a esa cierva?


- ¿Cómo? ¡Claro que no! ¿Ese no era tu patronus? 


- Mi patronus es un ciervo.


- ¡Es verdad! Ya decía yo que le veía algo diferente, por las astas y eso.


Harry acabó de vestirse el último jersey, se colgó el monedero de piel de topo, cogió la varita y se giró hacia Ron.


- ¿Qué haces aquí?


-Yo... esto... - Ron titubeó. Se esperaba una pregunta así de directa de parte de Hermione, pero no de Harry - He vuelto. Si es que aún me queréis aquí, claro.


Harry le respondió con otra pregunta, queriendo saber si Ron había visto a alguien, estaba muy interesado en saber quién podría haber conjurado la cierva. Ron le explicó que le parecía haber visto a alguien detrás de un árbol cercano. Como era de esperar, cuando se acercaron allí ya no había nadie.


Y entonces a Harry le entraron las prisas por destruir el Horrocrux. Por un lado, Ron creía que sus posibilidades de ganar se multiplicarían si Hermione estaba cerca. Pero por otro lado la idea de mantenerla alejada del peligro le gustaba mucho. Lo que no le gustó nada fue escuchar a Harry diciéndole que era él quien lo tenía que hacer. Mierda, ¿Por qué él? Él era el segundón, no el maldito héroe de la historia. Y se supone que quién mata al monstruo es el protagonista, no el amigo torpe. Le dijo a Harry que él no podía, que no se veía capaz. Pero su amigo le respondió que estaba seguro que a él le correspondían destruir a esa maldita cosa. Ron pensó en su bebé y en qué no quería que naciera en un mundo gobernado por aquel capullo asesino desnarizado. Su hijo se merecía un mundo mejor y un padre mejor. Ya lo había abandonado una vez y a partir de aquel momento pensaba recompensarle por ello. Y lo primero que iba a hacer para dejar un buen legado a su bebé era matar a aquella maldita cosa que seguía latiendo dentro del guardapelo.


Ron empuñó la espada con firmeza y esperó a que su amigo diese la señal. Se dijo a sí mismo que no había vuelto para sucumbir al primer monstruo al cual se enfrentase. Ni aunque ese monstruo fuese el mismísimo Voldemort.

Lo que Harry no supo ver: el secreto de Ron y HermioneOù les histoires vivent. Découvrez maintenant