Capítulo 13: Negros Recuerdos.

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Caroline se había acurrucado cerca de la pared de agua, y trataba con todas sus fuerzas de no hundirse en la marea de los recuerdos que Damon había desatado. Extendió la mano dejando que el agua la envolviera en su fino manto y una imagen lacerada la golpeó con la fuerza de un huracán. Su mano se convirtió en un puño que dejó caer lentamente y se obligo a mirar dentro de aquellos recuerdos, para poder salir del abismo que se había anclado en su alma.

 Ellas eran unas niñas, habían vivido con su abuela desde el nacimiento de Cristal. Caroline había visto como los vampiros, integrantes de la Sorcen mataban a su abuela días antes de que sucediera. Al contárselo, su abuela había hecho los preparativos para marcharse de la ciudad, pero en aquel entonces Caroline solo tenía ocho años y sus visiones no eran en absoluto exactas. Las tres habían ido a despedirse de un gatito que habían alimentado durante meses, cuando volvieron a casa hallaron a su abuela muerta. Al principio la conmoción las embargó, pero pronto comprendieron que allí no estaban a salvo.

 Desde ese momento, las tres pasaron a vivir en la calle pues temían ser encontradas por la Sorcen sí dejaban que los tribunales humanos las enviaban a algún orfanato. Entre las tres habían conseguido mantenerse con vida. Alison y ella planificaban pequeños hurtos para conseguir comida. Caroline estaba constantemente atenta a sus visiones, para que ni los renegados descontrolados ni la Sorcen, las cogiesen por sorpresa. Cristal, a pesar encontrarse en la tierna edad de 6 años, las protegía del frío por las noches, mostrando un férreo control sobre el fuego que era capaz de producir. Pasaron así un año, algunos meses con más hambre que otros, pero sobreviviendo al fin y al cabo.

 Hasta que una noche, mientras Alison y ella planeaban como podían hacerse con comida para el día siguiente, Caroline vio como Cristal era atacada por un renegado y de inmediato Alison las teletransportó, a ambas, al lugar exacto donde se encontraba su hermana pequeña, quedándose exhausta. Caroline fue la primera en divisar al renegado y usó su poder para congelar al vampiro, antes de que pudiera acercarse lo suficiente a Cristal como para que ella se diera cuenta de lo que pasaba. Lo siguiente que vio Caroline fue como Cristal se convulsionaba, seguramente reviviendo la vida de su casi agresor. Fue lo último que vio en tres días, pues apenas tenía 9 años y la constante energía que empleaba en las visiones, junto con el hecho de haberse visto obligada a congelar a un vampiro, le provocaron grandes fiebres, y durante ese lapso de tiempo tan solo era consciente de que alguien la alimentaba.

 Cuando despertó, Alison había llegado seguida por los vampiros de la Sorcen que las encarcelaron. Al principio, estaban las dos juntas, sin Cristal. Y Caroline le había pedido explicaciones a Alison. Quizá no de la mejor manera, pues el no saber nada de Cristal estaba masacrando su instinto protector, pero le había dado la oportunidad de explicarse. Sin embargo, Alison no dijo nada y cuando habló solo fue para decirle que no podía contarle sus razones. Aquello le había dolido más que nada. Podría haber soportado cualquier cosa, menos la desconfianza de su hermana. No era estúpida y sabía que Alison no haría jamás algo como eso sin un gran motivo de peso. Ella las quería. Pero su silencio la hirió en lo más hondo, y nunca fue capaz de perdonarle eso.

 Durante los siguientes 3 años, habían sido obligadas a usar sus poderes en beneficio de aquellos que las encerraban. Lo primero que hicieron fue marcarlas y hacerles ver como marcaban a sus hermanas. Alison había gritado, su marca fue grabada en el omóplato derecho, era una rosa rodeada de espinosas zarzas que caían en vertical, no muy grande pero estaba hecha por un hierro al rojo vivo, y dolía como nada que pudiera recordar. A ella se la habían hecho en la parte izquierda del vientre bajo y había vomitado en cuanto la soltaron. Pero la más perturbadora había sido Cristal, a quien se la habían hecho en la parte baja de la espalda, y no emitió ni un solo ruido, sus ojos estaban cargados de dolor y miedo pero sin lágrimas. No exhaló ni un solo quejido, aunque luego tuvieron que arrastrar su cuerpo de nuevo a su aislada celda.

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