1. El accidente de Alya

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En diez minutos habría un combate. La Escuadra Conejo se enfrentaría a Salamandra. Ender conocía a la gente de allí; solo esperaba que los que habían sido sus amigos no dejasen de serlo ahora. Al parecer, Alya se las había apañado para caerle bien a Bonzo Madrid y ahora ella era su rival.

A pesar de que llegaron a tiempo, Salamandra ya había entrado.La batalla comenzó con varias formaciones, como siempre, que se fueron disipando, a medida que llegaban al final.

Ender disparaba, tal cual le había enseñado Petra. Habían congelado a casi todo el mundo, tanto de un escuadrón como del otro. Solo quedaban un par de chicos de Salamandra, Alya, Been, Bonzo y él mismo. 

Antes de darse cuenta, Bonzo ya se había juntado con el par de chicos de su escuadra y habían hecho una formación que lo golpearía de lleno.

Alya observó las acciones. La velocidad que llevaba la formación no solo era suficiente para dejar fuera de combate a Ender, sino para desnucarlo o romperle un brazo.Siempre había que recordar que, al no estar rodeados por la misma gravedad que la dela tierra, allí no "flotabas hacia tu oponente", caías hacia él.

—¡Ender, aparta! —Pero no la escuchaba con el sonido de los disparos.

Instintivamente, la muchacha se dirigió hacia su amigo y consiguió apartarlo, sin embargo, no le dio tiempo a reaccionar, antes de que los chicos se estamparan contra ella. Alya salió disparada de espaldas y chocó con una de las esquinas de los objetos flotantes triangulares que se usaban para ponerse a cubierto. El impacto le produjo un dolor agudo a lo largo de toda su espina dorsal, mientras que el sonido de algo resquebrajándose inundó toda la sala. Su grito quedó ahogado por un disparo de Been,que había lanzado antes del desastre.

Alya se había quedado congelada, con la espalda exageradamente curvada y con una mueca de puro dolor en su cara. Ender había conseguido agarrarse a una de las paredes y contempló la escena horrorizado.

«Se ha sacrificado por mí». El solo pensamiento le resultaba increíble.

El juego había acabado. La Escuadra Conejo había ganado.Cuando descongelaron a la gente, Alya chilló por la horrible sensación de quemazón y pinchazo en la espalda. No podía mover nada. El dolor era tan fuerte, que se desmayó mientras iba a la deriva.

Ender flotó hacia ella y la llevó con el mayor cuidado posible a la entrada.

—¡Llamad a alguien! ¡Rápido! —ordenó, mientras dejaba a Alya en el suelo, con suavidad. Su traje empezó a teñirse del rojo de su sangre en cuestión de segundos. Graff apareció dos minutos después, seguido de los que debían de ser expertos médicos. La pusieron en una camilla y se la llevaron.

Ender los siguió, hasta que ya no le dejaron cruzar la puerta de donde la estaban tratando. Bonzo y los otros dos tenían lesiones muy leves, como torceduras o un hombro dislocado. En menos de una hora salieron de la enfermería, pero Alya seguía dentro.

Cada segundo para Ender era una tortura. Quería llorar, desquiciarse o quizá ambas cosas, pero, en lugar de eso, se quedó quieto esperando, ocultando sus sentimientos en frente de la puerta por la que no le habían dejando entrar. No le importó que todos estuviesen ya cenando y tampoco se movió cuando se apagaron las luces.

Solo se levantó cuando la puerta se abrió, dejando ver a un Graff con una mueca de profunda preocupación. Ender jamás lo había visto así.

—¿Qué le ocurre? ¿Cómo está? —Sonaba más desesperado de lo que había pretendido.

—Estará un mes en la enfermería sin poder moverse. Le han puesto suero de regeneración rápida, pero a pesar de todo, no podrá volver a entrenar, como mínimo hasta dentro de seis semanas, con suerte.

—¿Puedo verla?

Graff negó rotundamente.

—No. Debes descansar y ella también.

—Solo serán unos minutos, por favor.

—He dicho que no. Márchate si no quieres que te frían. —El tono que empleó Graff no admitía réplica.

Ender obedeció a regañadientes. A duras penas puedo orientarse, pero consiguió llegara su habitación. Todos estaban ya dormidos, así que procuró no hacer ruido. Luego se quitó el traje y se tumbó.

Intentó dormir, pero no pudo; la imagen de Alya siendo herida para salvarle y gritándole que se apartase, solo para después ser congelada con tal mueca de dolor se repetía en su cabeza. Todo había pasado en apenas unos segundos.

«Fue culpa mía. Si la hubiera escuchado y me hubiese movido más rápido...».

Notó algo húmedo en su cara. Eran lágrimas, que brotaban sin cesar de sus ojos. Hacía ya tiempo que no había llorado. Normalmente, se habría puesto a contar dígitos como hizo la primera noche para dejar de llorar, pero esta vez no. Alya se merecía, al menos,que alguien llorase por ella.

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Iré actualizando según vaya corrigiendo los capítulos.

Espero que estéis disfrutando esta idea.

Votad y comentad.

Nos leemos.

Elena.

El juego de Ender y el Insector que lo cambió todoWhere stories live. Discover now