Malum quidem nullum esse sine aliquo bono

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—Barajo varias hipótesis, pero ninguna con demasiado sentido —respondió ella, que temblaba levemente. Su voz también lo hacía.

El calor extremo que irradiaba la varita se desvió un poco hacia un lado. Draco profirió un alarido que hizo que la chica gimiera, ansiosa.

—Lo siento, perdona.

Pareció oírse una risilla proveniente del edificio en ruinas.

—¿Siempre ha sido tu amigo así de mezquino? —inquirió Draco de mala gana.

—Ese de ahí no es mi amigo —espetó ella, dando por zanjado el tema—. Ya está. ¿Puedes levantarte?

Después de aliviar un poco su dolor con un hechizo curativo que recordaba a la perfección, Hermione Granger lo ayudó a levantarse. Echó una rápida ojeada por encima de su hombro para ver a la persona dentro de la casa una última vez. Luego, ambos pusieron dirección a la puerta del tiempo.

Draco notó la mirada de la chica clavada en él durante gran parte del camino. Cuando se cansó de ello, simplemente dijo:

—Sé que tienes muchas preguntas...

—¿Cómo has logrado escapar de Azkaban? —dijo con premura antes incluso de dejarle terminar—. ¿Cómo has sabido que estaba aquí? ¿Me estabas siguiendo? ¿Por qué?

—... pero tendrás que esperar a atravesar esa puerta para obtener las respuestas que quieres —terminó de hablar—. Hay mucho que explicar y yo apenas tengo fuerzas para hablar y andar a la vez.

—¿A dónde lleva? —preguntó con curiosidad al divisarla en la distancia.

—A ti, al futuro; a mí, al presente.

—Pero...

Un sombrío resoplido por su parte dio a entender a la chica que realmente no tenía ni la energía ni las ganas de dar más explicaciones.

El camino fue largo, eterno, pero terminaron llegando con el atardecer.

Draco Malfoy, herido y fatigado, giró el pomo casi sin fuerzas. Tal y como había hecho la primera vez, la puerta se tragó a los dos antes de que pudieran oponer resistencia.

. . . . .

Cuando Draco despertó, abrió los párpados lentamente. Necesitó parpadear un par de veces para despejar la neblina que cubría su visión. Una vez que pudo enfocar los ojos, echó un rápido vistazo a su alrededor. No reconocía aquel sitio, cuyas paredes eran de un blanco inmaculado y donde apenas había mobiliario. Deslizó una mano por la superficie donde se encontraba, presumiendo que se trataba de una camilla de hospital. Movió un poco la cabeza para ver la vía incrustada en la vena de su brazo. Cerró los ojos con fuerza al notar el dolor de repente, un dolor intenso que lo atravesaba y descargaba en dos puntos de su cuerpo; la parte derecha de su abdomen y su omoplato izquierdo.

—Estás despierto... —dijo una voz inesperada desde la esquina de la habitación.

Draco dio un brinco en el sitio al escucharlo. El dolor se vio mitigado con la adrenalina en exceso que generó su cuerpo, de repente tenso y preparado para defenderse, ya tuviera que hacerlo con sus propias manos.

—¡No te me acerques! —le gritó.

Harry Potter se levantó del sillón en el que estaba y, haciendo caso omiso a su advertencia, tomó una silla cercana y se posicionó junto a la cama. Draco, que no sabía dónde estaba su varita, estuvo tentado a saltar fuera y salir corriendo.

—Tranquilo, Malfoy, soy yo. Yo de verdad —le dijo con cautela al ver su expresión—. El Harry Potter al que odiabas en Hogwarts, no el Harry Potter que casi te mata.

SeisWhere stories live. Discover now