Prólogo

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El viento sopla con dirección al norte. A lo lejos puedo ver las luces de una ciudad. No sé cuál podrá ser ya que he estado vagando por el mundo por tantos días que ya perdí la cuenta.

Todos tenemos una historia, y la mía se reduce a algo sencillo: Estafé al único hombre que pudo haberse enamorado de mí. Lo traicioné de una forma tan vil y cobarde. Lo usé y lo dejé con nada.

A mí no me fue mejor, puesto que mi "equipo" me traicionó también. Una bala en la frente fue la solución para silenciarme... aunque no del todo. Karma, le llaman algunos.

Cuando desperté estaba en un lugar grisáceo. No había luz, pero tampoco había oscuridad. Era un lugar neutro. Neblina cubría parte del suelo y del techo ―si es que había techo―. Caminé por tanto tiempo y nunca me cansé, hasta que finalmente llegué con un hombre, sentado en una silla tan grande con acabados de la era antigua; parecida al trono de un rey, detrás de un enorme escritorio de madera.

―Hola ―le dije en aquella ocasión. Él no me miró, solo siguió marcando o escribiendo cosas con una pluma de -lo que supuse que era- ganso color blanca.

Cuando levantó la mirada, pude ver sus ojos azul cielo. Tan claros y a la vez tan profundos. No pude mantenerle la mirada y tuve que desviarla al piso.

―¿Qué se te ofrece? ―me preguntó, con voz suave.

―¿Dónde estoy? ―mis palabras salieron por sí solas. Seguí sin dirigirle la mirada y a cambio estudié el lugar. No había rastro de algo, o alguien, de nada. Ni siquiera pude recordar por dónde había llegado.

―¿Dónde crees?

Lo miré por un momento y una leve sonrisa apareció en su rostro. De pronto se extendieron dos largas y hermosas alas grises detrás de su espalda. Caí de culo al suelo y apreté los ojos para aguantar el golpe, pero no sentí nada. Lo miré de nuevo y ésta vez él ya estaba de pie frente a mí con sus alas extendidas. Me extendió la mano y la tomé; tan suave y firme. Jamás toqué una mano así. Entonces reparé en el hecho de la bala. Estaba muerta.

―Estoy en el cielo ―respondí, algo confusa y a la vez sorprendida.

Él sonrió y negó con la cabeza de manera suave.

―No es el cielo. Pero por aquí se llega.

―¿Es el infierno, entonces?

―No. Pero también se llega.

―El purgatorio... ―asumí, abriendo la boca y volviendo a mirar el lugar.

Él se alejó, con la misma sonrisa de antes adornando su rostro,  y regresó a su asiento gigantesco. La pared frontal de su escritorio era más alta que yo, por lo que debí permanecer a una distancia de más o menos dos metros para poder verlo directamente. Levantó una hoja amarilla, sucia, desgastada, y leyó mi nombre completo. Miré sorprendida todo el tiempo en el que narró todas las cosas malas que había hecho, poniendo una cara de decepción al final.

―Pero... ―dijo, esbozando una media sonrisa―. También has hecho cosas buenas.

Increíblemente, tenía la misma cantidad de obras buenas y malas. Me habló de lo que sucedía en esos casos. El alma obtenía una segunda oportunidad. Algunos debían regresar en cuerpo y alma, sin memoria, y tomar las decisiones correctas. Eso lo vi difícil. Luego estaban los otros, que debían completar alguna buena obra de gran magnitud para

―Tú, mi querida Amber, deberás enmendar tu último error.

Su voz era tan suave que me costaba concentrarme en sus palabras. Pensé, buscando en mi memoria algo sobre el último error ―luego de haber cometido tantos―  y reparé en el momento en el que mi vida se cruzó con la de Jacob Anderson.

Después de eso solo tengo recuerdos vagos. Algo así como: "Si cumples, ganas el cielo. Si no, un castigo. Pero si no haces ninguna de las dos, serás un alma en pena. Por siempre."

Desde entonces estoy aquí, vagando, pensando en el hombre al que herí de una manera tan cruel, y en mi penitencia que no me atrevo a cumplir aún. Me avergüenza pensar en que él me vea y me muestre el odio a través de su mirada.

Sonrío con nostalgia al viento porque ya recuerdo qué ciudad es la que diviso a lo lejos. Ahí fue donde Jacob y yo nos conocimos... y donde lo vi por última vez.

Amor O Castigo [AOC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora