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Un rayo de sol me molestaba. Abrí los ojos, mal humorada por despertar de esa forma. Busqué con rabia el hoyo por el que se filtraba la luz. Lo encontré en la pared que estaba frente a mí, en la que estaba la puerta de la entrada. Genial.

Renegué como cualquier ser humano...

Sonreí con nostalgia. No me había detenido a pensar en el hecho de ser un ser humano, vivo, de carne y hueso, capaz de sentir, de demostrar afecto. Todo en mí giraba alrededor de Jacob. ¿Sería verdadero amor? ¿Cómo saber si se está enamorado, cuando no se ha estado enamorado nunca? ¿Cómo identificar al amor, si nunca antes se ha sentido algo así? Es un tema muy raro y complicado.

Me levanté, caminando y escuchando la madera rechinar bajo mis pies. Fruncí el ceño al ver el hoyo en el sofá. ¿Acaso no había pasado el estado físico de mi cuerpo?

Mi estómago gruñó, con desesperación por comida. Fui a la cocina, sabiendo que no había nada. Sonreí al recordar la pequeña cocina de la casa de Jacob, la nevera, ese televisor que no lo merecía ningún ser humano... Jacob.

No encontré nada en la cocina, así que salí de la casa, asegurándome de dejar la puerta abierta para poder ingresar de nuevo, pero dejándola lo suficientemente ajustada como para dar la apariencia de que estaba cerrada.

Caminé hasta una panadería que recién se abría. Fui guiada por el olor. Una vez allí, miré los panes en las repisas. Estaban recién hechos, olían delicioso.

―¿En qué puedo ayudarte?

Levanté la mirada; una mujer mayor me hablaba. Tenía un gorro blanco en el que estaba atrapado todo su cabello. El maquillaje en su cara era disimulado, pero aun así se veía exagerado.

―Tengo hambre.

No creí lo que dije. El hambre habló por mí. La mujer se rio.

―Por eso vienen todos. Esos que ves ahí cuestan veinticuatro centavos cada uno.

Toqué mis bolsillos, a sabiendas que no tenía nada de dinero.

―No tengo... No tengo dinero.

La mujer frunció el ceño.

―Ese es un gran problema.

Bajé la mirada. No era mi intención quedarme ahí parada. Di media vuelta y caminé hasta la puerta.

―Espera...

Me volteé. La mujer estaba metiendo un par de panes en una bolsa de papel.

―Toma ―me llamó, extendiéndome la bolsa.

Me acerqué y la tomé, diciéndole que no era necesario, pero ya tenía un pan en la boca.

Ella se rio. ―Corren por mi cuenta. Pareces una buena persona.

Me reí mientras masticaba. Buena persona.

Salí de la panadería luego de darle unas cincuenta "gracias" a la mujer del pan.

Caminé por la vereda en dirección opuesta a la casa. Le daría la vuelta a la manzana, esperando por algo bueno que ver.

Sin darme cuenta ―o tal vez con toda la intención del mundo―, llegué al parque. Ese enorme parque en el que vería a Jacob en unas horas. Los preparativos habían comenzado desde temprano porque ya varias mesas estaban puestas bajo varias carpas. Había una cerca que rodeaba lo que parecía un pequeño jardín. Más allá, unos hombres cargaban masetas con girasoles hacia ese mini jardín. Me reí ante la idea de un Jacob entre flores. En el pasado las únicas flores que había tocado eran las que me compraba.

Amor O Castigo [AOC #1]Where stories live. Discover now