S E G U N D O

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Realmente no sabía que estaba esperando, ya había llamado a un servicio de transporte de confianza para que lo llevara a su casa. Su auto se quedó en el restaurante y sinceramente no tenía ánimo de caminar hasta allá. El conductor ya tenía su ubicación y solo estaba esperando sus órdenes.

Así que ¿Qué estaba esperando ahí? El chico se había sentado en suelo, plegando sus rodillas contra su pecho después de haber encendido un fuego, sacó las pocas cosas que aún cargaba en su bolsa y YoonGi observó el cuidado con el que las trataba como si fuera algo preciado, descubrió que eran algunos alimentos.

Sacó unas patatas pero algunas parecían podridas porque después de detallarlas el rostro del muchacho se arrugó y las descartó solo una sobrevivió a su inspección y lo vió envolverla en papel aluminio para luego ponerla en un lugar bajo las llamas, después hizo los mismo con varias manzanas. Con un cuchillo oxidado cortó algunas partes malas y lo demás se lo comió.

YoonGi observaba la escena con cierto malestar en su pecho, él tenía tantas comodidades y facilidades. Tenía un lugar donde llegar y descansar, su despensa siempre estaba llena de comida, su ropa siempre era la mejor, tenía una vida muy cómoda. Claro el realmente trabajo mucho por esa comodidad, se desveló y se esforzó por llegar donde estaba ahora.

El acababa de darse un banquete de comida deliciosa. Pero ¿Cuantos días habrían pasado sin que ese pequeño comiera algo? Era una pregunta que le inquietaba.

La mirada de terror puro en su rostro lo sorprendió pero ahora que lo observaba estaba tan calmado solo mirando el fuego crepitar, como si no necesitara más que esa patata que se estaba asando en su pequeño fuego.

Incluso se balanceaba por el sueño, apenas logró despertar para evitar caer de lado. El pequeño quitó su patata del fuego con ayuda de su cuchillo soplando quitó el aluminio que lo cubría y empezó a comerla.

Una minúscula sonrisa brotó de sus labios al probarla si no fuera por su excelente vista YoonGi no habría sido capaz de verla.

El chiquillo acabó y después de echar algunas ramas a su fuego YoonGi tomó una decisión.

A paso firme pero en silencio se dirigió al lugar del muchacho, este no parecía reparar en su presencia. Sus ojos yacían cerrados y tiritaba volviendo a abrazar sus piernas contra sí.

Cuando estuvo a tres pasos el chiquillo abrió los ojos, en ese momento decidió que odiaba esa expresión. Aquellos ojos lo miraban con tanto horror que por un momento se sintió un monstruo.

Algo curioso. Él no lo era.

Pero era eso lo que veía através de los ojos del otro. Sabía lo que haría continuación y muy a su pesar tuvo que recurrir a lo único que podría.

- No corras. - el chico se paralizó y sus ojos se desbordaron en lágrimas, YoonGi sabía lo que su voz de mando hacía en los otros y por la reacción del muchacho ahora estaba seguro de que se trataba de un Omega.

- M..m-me equivoqué... Cometí un e-error... Por favor - el niño se arrodilló frente a YoonGi con sus palmas unidas a modo de súplica, frotaba las palmas de sus manos mientras con una voz rota repetía lo mismo

- Me equivoqué... Por favor... Cometí un error... Por favor - era la posición normal que usaban los niños para pedir perdón cuando hacían algo malo. Su suplica quebró un poco el alma de YoonGi, pero no lo demostró. Se inclinó un poco hasta quedar de cuclillas y lo vió más de cerca. El mantenía su mirada al piso mientras repetía lo mismo una y otra y otra vez.

- Mírame - podía ver como su voz de mando atravesaba al muchacho por el estremecimiento de su cuerpo.

El chico alzó su rostro y YoonGi vió los ojos más tristes y hermosos que alguna vez existieron, apenas y podía detectar un ligero color grisaceo debido a la poca luz, su cabello estaba sucio y enmarañado. Su cara era una mezcla de distintas capas de suciedad y mugre, sus lágrimas limpiaban un pequeño camino arrastrando la tierra y dejando ver que su piel era mucho más clara.

Su expresión compugida y temerosa le rompieron el alma un poco más.

- Por favor...- suplico una vez más en voz más baja mientras se deshacía en lágrimas. Una punzada de culpabilidad lo atacó con el pensamiento de que él era la causa de todo ese temor.

Pero no.

Él no le haría daño. Claro que no. Su desición se reafirmó aún más y después de un suspiro tomó la suficiente valentía para hacer lo que quería hacer. Agachó un poco su rostro y cuando lo levantó su determinación se asentó por completo en su interior. Está bien. Lo haría.

Se levantó en sus pies bajo la atenta mirada del muchacho. Extendió su mano finalmente le dijo.

- Ven conmigo.

T R A S H - [Y O O N M I N]Where stories live. Discover now