• Sospecha •

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Edward

El ruido minucioso de algo siendo cortado en pequeños trocitos como si se tratara de algunos recortes, y el sonido de una leve voz en alguna habitación contigua a la suya, lo despertó.

Edward se tallo los ojos y miró molesto hacia la puerta que estaba entre abierta.

Sebastián hacía demasiado ruido, sumado a ello, las olas del mar chocaban estrepitosamente contra la orilla. Se quejó por dentro, luego colocó uno de sus brazos sobre su ojos, la luz del sol comenzaba a lastimarlo, sin embargo, pronto se se puso de pie, no era el momento indicado para quedarse dormido pese a que todavía tenía bastante sueño, su cuerpo, a pesar de los días transcurridos, apenas podía soportarlo.

Camino hacia al pasillo y se dio cuenta una vez más de la presencia de Sebastián, aquel hombre estaba saliendo de una pequeña habitación situada al fondo, este levantó la vista y lo miró con una delgada sonrisa.

—Vaya, al fin despertaste... —Le dijo, cerrando a sus espaldas—. Creí que dormirías todo el día —musitó mirando el reloj de su muñeca. —Ya es algo tarde.

Edward frunció el rostro. No era la primera vez que miraba a Sebastian salir de esa pequeña habitación con bastante recelo. En días anteriores ya lo había notado, se había dado cuenta de su comportamiento, el hombre se levantaba, hacía un par de ruidos y luego iba a ese cuarto donde se encerraba por algún tiempo. Edward jamás le preguntó nada, pero ahora, se sentía curioso. No obstante, no tenía el tiempo suficiente para estar investigando. Supuso que solo se trataba de algo sin importancia. Dio la media vuelta y sin cruzar palabra alguna caminó hacia la salida, pero en eso, el hombre que estaba a su frente lo detuvo.

—Espera... —Le dijo—. No puedes irte solo así.

Edward bajó a la vista a su cuerpo al notar las miradas desconcertadas de Sebastián, en realidad a él no le importaba la manera en la que vestía o como lucía. Ser alguien elegante y con un alto porte ya no era algo necesario, al contrario, por primera vez, eso parecía ser irrelevante. Edward jamás se sintió tan liviano como ahora, sin embargo, no todos opinaban lo mismo sobre su aspecto.

—Necesitas cambiarte, ducharte y comer algo. Edward, no resistiras más si vas allá afuera tú solo. Además, quedamos en que te ayudaría a encontrar a Lara, ¿o no?

—Sí pero... Si no nos damos prisa puede que ya sea tarde... Y no quiero...

—Sí, lo sé. —Lo interrumpió. —Es tarde pero te aseguro que no es muy tarde... Ella debe estar bien, estoy seguro.

—¡¿Y cómo diablos puedes estarlo?! Sebastián, ¡¡tú no sabes nada!! No sabes en dónde está o cómo se encuentra... Quizás ahora ella...

—¡¡Suficiente, Edward!! —gritó el hombre que ya había perdido los estribos al ver aquel otro hablar como un desquiciado, tomó el cuello de su camisa y con un movimiento repentino lo estrelló contra la pared—. ¡¡Y basta ya!! Deja de pensar así. Tú tampoco lo sabes pero estoy seguro que una parte de ti si... Ella está bien. Ambos lo sabemos... El portero de la empresa de tu padre nos dijo todo lo que necesitábamos saber hace unos días y las cámaras de seguridad de la calle también no los confirmaron, ¿o no? ¡¿O es que acaso ya te olvidaste de eso y de lo mucho que te esforzaste por encontrar siquiera un par de malditas pruebas?! Lara está bien... Encontraron la camioneta y a sus secuestradores muertos pero a ella no, lo que significa que alguien los traiciono y que ella podría estar por ahí, viva, esperando a que la encuentres, pero para eso necesitas recuperarte... No puedes ir así en el estado en el que te encuentras.

Edward suspiró profundamente, los ojos perfilados de Sebastián tenían razón. No podía solo salir corriendo de ahí sin saber exactamente en dónde buscar, era cierto que habían dado con la localización de la camioneta y de los secuestradores, también era cierto que Lara no estaba y que quizá seguía en algún lugar con vida, esperando a que "alguien" la rescatara.

Su piel vibro ante el recuerdo, sus ojos, sus lágrimas, su desesperación. Edward no podía darse por vencido. Chasqueó los dientes y miró hacia otro lado. Antes que nada, necesitaba darse una ducha, cambiarse y comer algo si es que quería resistir. Había dormido un poco y había recuperado un poco de fuerzas pero su cuerpo aún no estaba del todo bien.

—De acuerdo... —gimió—. Lo haré, pero inmediatamente después me ayudaras a buscar a Lara.

—Claro...

Un poco más tarde y cuando Edward estuvo listo un ligero presentimiento en la boca de su estómago llamó su atención. Durante todo el tiempo en que permaneció en la casa de Sebastián, su mente no pudo dejar de pensar en lo que él ocultaba con tanto esmero detrás de esa pequeña puerta color caoba.

Edward había estado ahí muchas veces y nunca se sintió preocupado o curioso por saber cómo era el resto de su casa. Generalmente, solo llegaba hasta la sala o a la cava donde se embriagaba y se quedaba a dormir por días enteros cuando Matthew ocupaba el departamento. Sin embargo, ahora, había algo que no le agradaba de toda la situación.

Independientemente de lo que Sebastián ocultara detrás de esa puerta, él nunca se había portado tan misterioso y amable al mismo tiempo y, mucho menos se había preocupado tanto por él. Sebastián hasta cierto punto era un hombre desconsiderado y callado , vivía solo, alejado de la sociedad porque le molestaba el ruido de la ciudad. Edward jamás le conoció una novia o algún otro amigo que no fuera él, siempre eran salidas, citas de una sola noche. Sebastián siempre se la pasaba trabajando en su oficina, escondido en su propio cubículo y, las pocas veces que lo llego ver entablando una "pequeña" conversación fue con Amelia, a quien hace unos años defendió ante el comité de la empresa, pasando por alto todos sus prejuicios.

Sebastián era uno de sus pocos amigos y jamás se atrevió a preguntar sobre su vida privada o su pasado, en realidad, aquel hombre no era tan interesante, por lo que Edward jamás se preocupó por esos detalles, aunque ahora... quería hacerlo.

Con el ceño fruncido salió de la habitación con su vieja ropa, aunque Sebastian le había preparado algo casual, no se lo puso. Pese a todo, el hombre era una persona vanidosa y jamás en el mundo se atrevería a usar algo prestado.

A salir, Edward miró a su alrededor. Estaba solo.

Camino a través de algunos pasillos y fue entonces que en verdad comprobó que no había nadie en casa. Sebastián se había ido desde hace un par de horas. En la cocina le había dejado sobre la mesa, una pequeña nota.

"Come bien, regreso luego. No tardo".

Eso lo era lo que decía su mensaje.

Edward levantó la vista y pensó en que la situación no podía ser más que perfecta mientras dejaba de ver el plato con comida y miraba hacia la puerta del fondo. Sin esperar a más giró sobre su talones y caminó a prisa, nervioso, tenso, con ese mismo presentimiento que no dejaba de hacerse cada vez más profundo dentro de su pecho. Tocó la aldaba creyendo que estaría abierto, pero cuando giró, la puerta principal de la casa se abrió. 

Cruzando barrerasWhere stories live. Discover now