—La lujuria es uno de los grandes enemigos de la pureza humana. Seduce los corazones nobles. No digo que no puedas amar. Tienes ese derecho. El problema está en que los asesinos familiares son criaturas sensibles que buscan la esencia de las buscadoras. ¿Sabes por qué es así?

—Porque las buscadoras somos creadas a partir de las almas de brujas muertas, y los familiares son invocados por las brujas. Hay una atracción singular entre ambas especies.

—Lo sabes, Melody. No quiero que se vuelva a repetir. Puedes marcharte. Esta vez te dejaré ir con una advertencia. No quiero que se vuelva a repetir. Nada de tomar misiones por tu cuenta. Todavía no eres fuerte.

Esa última frase hirió el corazón de Melody. ¿Cuánto más tendría que demostrar para que la reconocieran? Era verdad que no podía manejar bien las armas que usaban la mayoría de las buscadoras, y sus habilidades en combate tampoco eran las mejores. Sin embargo ¿no debería contar el valor y el esfuerzo? Evidentemente, no para la asociación.

Alicaída por el sermón de Eliza, regresó a su dormitorio y cerró la puerta con llave. El cuarto era práctico y sencillo, con una litera que compartía con Aaron, su único amigo en todo el fuerte. Cuando entró, halló al guerrero realizando flexiones en el piso.

—¿Cuántas llevas?

—Apenas cien —dijo Aaron. Se levantó y se limpió el torso con una toalla. Tenía un abdomen marcado y pectorales que sólo podían ser producto de una buena genética y un profundo odio por los fantasmas—. ¿Cómo te fue?

—Pésimo —respondió dejándose caer sobre la cama—. Eliza no me felicitó a pesar de que lo intenté. No sé qué más quieren de mí. ¡Estoy estancada! Mi madre estaría decepcionada.

—Eh, no digas eso —Aaron se metió a la ducha y habló desde ahí—. ¡Aunque no seas una buscadora de alto rango, nadie tiene tu valor!

—Desafiar las leyes no es muestra de valor —dijo la voz de Zack.

Melody se asustó y saltó de la litera. El asesino estaba en la cama de arriba y tenía una de las tanguitas de Eliza sobre su rostro como una máscara.

—¡¿Qué demonios haces aquí?!

—Vine a verte. ¿No puedo? Si es así, entonces sácame a patadas.

—¡Aaron! ¿Por qué lo dejaste entrar?

El buscador salió de la ducha con una toalla alrededor de la cintura. sus rizos negros se le pegaban a la cara.

—Pues dijo que tenía unos asuntos que terminar contigo. ¿Qué asuntos son?

—Es... no es nada —se apresuró a aclarar. Su bochorno le dijo a Aaron lo que ya suponía.

—¿En serio, Melody? ¿Te metiste con un familiar?

—¡No!

—Sí que lo hizo —riendo, Zack saltó de la litera y se plantó delante de Melody. Era más alto que ella y la chica retrocedió cuando sintió el torso del asesino rozándole los pechos—. Y se ve que le gustó.

—¿Qué tanto hiciste con él, Melody? —Interrogó Aaron, parándose detrás de la buscadora.

De repente, Melody estaba entre dos hombres demasiado intimidantes y su corazón se hizo añicos. Por un lado, la lujuria hizo que le diera vueltas la cabeza. Por otro, sintió miedo. El olor del shampoo de Aaron le hizo pensar en la espuma rodeando el cuerpo viril del asesino. La mirada de ojos dorados del familiar le recordó a lo profundo que había entrado en ella en esa vieja cama de motel. Tartamudeó antes de poder hablar. Aaron la sujetó de la cadera.

—¿A dónde crees que vas? No pienses que puedes huir.

Lo cierto era que Aaron gustaba de jugar con su compañera. Esa atracción fue innegable desde que la dirección del fuerte la asignó como su compañera de dormitorio. Además, sabía que a Melody le gustaba que se le insinuaran.

—Oigan... ya. No puedo con ambos —la chica se paró muy digna y con las manos en las caderas—. O se van los dos de mi dormitorio y les juro que les patearé en los bajos.

—¿En serio lo harás? —Zack frunció el ceño, juguetón—. Porque no me parece que puedas con los dos. Eres una buscadora de nivel uno.

—Eso dolió —rió Aaron, sujetándola todavía por la cintura.

—Ya, niños... esto comienza a ponerse muy raro.

—¿Jamás has estado con dos hombres a la vez? —Le preguntó Aaron. Y conocía la respuesta, desde luego.

Él se alejó y Melody cayó sobre la cama. Los dos hombres se plantaron delante de ella y la miraron con ojos de deseo. Emily sonrió avergonzada por la oportunidad que se le presentaba en ese instante. Sabía que Aaron y Zack eran dos de los hombres más encantadores de todo el fuerte y, que la quemaran viva si mentía, los deseaba.

Tragó saliva. Sus mejillas estaban inflamadas y sus pechos a punto de reventar el brasier. Zack se sentó junto a ella y le susurró la posibilidad de retomar lo que habían dejado atrás en el motel. Melody se mostró de acuerdo, aunque temerosa. Su cuerpo sufrió un espasmo cuando la boca del asesino se colocó sobre su hombro desnudo y subió hasta su cuello dejando tras de sí un camino de besos. Melody alargó las manos y desanudó la toalla de Aaron para revelar su erección. No era la primera vez que sentía la necesidad de que aquel órgano la llenara.

Sabiendo que ya no podía detenerse, las manos de Melody sujetaron las nalgas redondas y firmes de Aaron para atraerlo hacia ella. abrió la boca y se permitió saborear su dureza. Estaba caliente y, como por instinto, comenzó a chupar con lentitud, disfrutando de cada centímetro que entraba a través de sus labios. Los dedos de Aaron se enredaron en su cabello para conquistarla con una suave caricia. Melody sonrió y levantó el pene para lamer los abultados testículos del buscador. Lanzó un grito cuando los dientes de Zack se cerraron sobre sus pezones, desnudos a causa de que él le había levantado la blusa.

Se echó sobre la cama y se quitó la falda. Aaron, oportuno como siempre, separó sus piernas y pegó su boca a la vagina de Melody. La muchacha jadeó y arqueó la espalda cuando la lengua entró en ella. el pulgar de Aaron masajeó su clítoris con una intensidad exacta para llevarla a la cima.

Zack no tardó en hacer lo suyo. Se bajó los pantalones y expuso su miembro firme para Melody. Subió a la cama y colocó sus rodillas a los costados de la cabeza de la buscadora. En esa posición, la mujer pudo chupar a voluntad el saco redondo que contenía el néctar del asesino. Los mordió y se llevó uno a la boca para jugar con él. después, sujetando su pene, hizo que Zack la penetrara hasta que el miembro le tocó la campanilla.

Tal vez Eliza tenía razón. Melody tenía un problema para controlar su adicción a los hombres. Sin embargo, ¿cómo iba a poder decir que no, cuando tenía a dos guerreros como estos dándole tanto placer en una fría noche de otoño?

Cuando le llegó el momento de beber de ambos, Melody se dio cuenta de que el día había comenzado mal, pero su final había sido más que aceptable.


Emperatriz FantasmaWhere stories live. Discover now