Capítulo ochenta y uno

En başından başla
                                    

Me quité los tacones y los abracé contra mi pecho antes de encender la luz y dirigirme hacia las escaleras, segura de que no podía subir los cinco pisos hasta mi apartamento elevada sobre aquellos quince centímetros de zapatos.

No me detuve en ningún momento, ni siquiera para tomar aire, hasta que llegué al ático, donde se encontraba mi apartamento y, usando las llaves que todavía tenía entre las manos, abrí la puerta hacia mi piso y entré en él, lanzando los stilettos al suelo y dejando el clutch sobre la mesa, antes de soltar mi cabello, el cual estaba sujeto con dos horquillas doradas justo detrás de mis orejas hasta entonces, provocando que mis dos mechones frontales cayeran sobre mi rostro, liberados.

Me dirigí hacia el baño, intentando bajar la cremallera del vestido desde atrás, dispuesta a darme mi tan ansiada ducha, justo cuando oí un extraño repiqueteo proveniente de la puerta.

Giré mi cabeza hacia el salón, sorprendida por lo que acababa de escuchar, poco confiada en que hubiera sido un sonido real y, al ver que ya no podía oírse nada, negué con la cabeza, siguiendo mi recorrido hacia el baño, despreocupada.

Pero entonces alguien volvió a golpear con los nudillos la puerta de madera, sin atreverse a tocar el timbre y yo me vi obligada a darme la vuelta de nuevo, regresando sobre mis propios pasos hacia el salón, sin realmente saber quién podía encontrarse tras la puerta, aunque algo en mí estaba rezando para que no fuera mi vecina psicótica.

Abrí la puerta con cuidado, distinguiendo una alta figura de hombros anchos en la oscuridad del rellano que me observaba con intensidad, siendo su rostro prácticamente lo único que la tenue luz de mi pasillo podía iluminar.

Sentí mi corazón acelerarse cuando frunció los labios ante mi desconcierto, aunque no dio un paso atrás y tampoco intentó huir, tan solo me observó durante más tiempo del que yo podía estar sin parpadear, en completo silencio, tal vez analizando la situación para saber cómo actuar.

—Ni se te ocurra moverte —me ordenó, cuando yo estaba a punto de echarme a un lado para dejarle pasar, adivinando mis intenciones y elevando sus grandes y fuertes brazos para poder colocar sus manos sobre mi nuca, acercando su rostro peligrosamente al mío.

Sus labios se colocaron sobre los míos en un momento de completa confusión y sus dedos se enredaron en mi cabello para atraerme todavía más sobre su rostro, saboreando el momento, sin esperar a que yo pudiera responder a sus exigentes movimientos, porque estaba tan aturdida que no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo.

Sus labios eran suaves, cálidos y deliciosos y besaba con la misma delicadeza y elegancia con la que sus manos me acariciaban, disfrutando cada segundo de aquel inesperado beso que parecía que tanto anhelaba.

No me di cuenta en qué momento ocurría, pero mis manos acabaron por  agarrarse a su camisa, atrayéndolo hacia mí en un rápido movimiento, sintiendo miles de mariposas revolotear en mi estómago independientemente de lo que mi mente incomprensiva entendía sobre lo que estaba ocurriendo.

Oí la puerta cerrarse y supuse que le había pegado una patada, justo en el momento en que mi espalda chocó contra el mueble en el que había dejado mi clutch al llegar a casa, aunque poco me importaba.

Me estremecí cuando se apartó de mis labios, tomando aire con dificultad, abriendo los ojos para clavar su intensa y expresiva mirada en mí, exigiendo algún tipo de respuesta por mi parte.

—Bésame si sientes lo mismo —murmuró.

Su cálido aliento acarició mi rostro con cada palabra y sentí un escalofrío recorrer toda mi espalda, haciéndome temblar bajo su cuerpo, el cual, todavía sobre el mío, me ocultaba por completo toda la visión de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

Querido jefe NarcisoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin